•Capítulo 11•
HABIT estaba en la habitación de invitados, recostado en la cama, pensando en cualquier cosa mientras miraba el techo en la inmensa oscuridad de la noche. Estaba pensando en lo que Firebrand dijo. Recordaba lo que dijo de sus padres, de lo mucho que odiaba el silencio y de lo solo que se sentía en su hogar. No sabía que hacer ni que decir.
Se dio la vuelta, mirando la puerta ahora, apoyando su cabeza con suavidad contra la almohada. Se sentía un inútil.
Un ruido lo sacó de sus pensamientos, se sentó en la cama y escuchó atentamente que podría ser. Parecían ser los padres de Firebrand.
— Te dije miles de veces antes de la entrevista que no tenías que decir eso —. El padre dijo, cruzándose de brazos.
— ¿Preferirías que pretenda que me alegra que esa estúpida companía se involucre en los planes de la nuestra? —. Ella preguntó, sonaba enojada —. Obviamente querían formar un trato sólo por nuestro dinero y no para ayudar en nuestra causa.
HABIT no entendía que pasaba, y estaba seguro de que Firebrand estaba profundamente dormido, ya que no salió de la habitación para detener el escándalo.
Se agarró la remera con fuerza, mirando hacia abajo con los ojos bien abiertos.
— ¡No tienes porque opinar en nada si mis compañeros o yo no te lo ordenamos!.
— ¡Lo hice por nuestro bien, Jason! —. Su padre largó un suspiro —, ¡y por el bien de nuestra companía!.
— ¡Ni siquiera es tuya! —. Él atacó.
Los gritos continuaron, trayendo consigo malos recuerdos.
—
HABIT tenía siete años cuando se despertó una noche debido a los gritos de sus padres. Resulta que su padre descubrió que su esposa lo engañaba con otro hombre. Obviamente se iba a enojar.
— ¡¿Quién es ese bastardo para que pueda matarlo?!.
— ¡No te interesa!.
HABIT estaba temblando, abrió la puerta de su habitación lentamente y fue en busca de su mascota: Isabella. Ella era una gata de color marrón oscuro. Sus padres se la habían regalado cuando tenía cuatro años y desde ese entonces eran inseparables.
— I-Isabella, ven —. Susurró. La gata lo miró desde su pequeña cama —. Ven conmigo, por favor.
Lo hizo. La metió en su cuarto, cerró la puerta con sumo cuidado y fue a su cama. La abrazó con fuerza, sus ojos abiertos en pánico, escuchando los gritos y los ronroneos de Isabella al mismo tiempo. Estaba asustado.
— ¡Te voy a matar si no me dices quién es! —. Agarró a su mujer del cabello, haciéndola gritar un poco del asombro.
— ¡Más te vale me dejes ahora!.
— ¡Maldita prostituta!.
HABIT comenzó a respirar agitadamente, dando pequeños saltos en su lugar cuando oía cosas caerse o romperse. Agarró más fuerte a Isabella.
— T-Tranquilo, Aaron —. Se dijo a él mismo, sus ojos creando lágrimas —. Dime tres cosas que puedas sentir...
Su madre gritó.
— Isabella, la cama y mis brazos —. Susurró —. Tres cosas que puedas oler.
No olía nada. Se ahogó un poco en sus lágrimas. Su padre comenzó a golpear a su esposa sin piedad.
— L-Lo primero que puedas ver.
Parpadeó y vio a Isabella. Sonrió y la abrazó. Se acostó en su cama, manteniéndola junto a él mientras ella ronroneaba y le lamía los brazos. Isabella era una linda forma de distracción.
— ¡El inútil de tu hijo debe saber quien es el infeliz! —. HABIT abrió los ojos al segundo —. ¡Aaron, maldito inútil, ven aquí!.
—
HABIT dejó de pensar y siguió sus instintos. Salió de la habitación y fue directo hacia el cuarto de Firebrand. Pensó en que hacer hasta que cerró la puerta detrás de él y caminó hacia su amigo, sacudiéndolo un poco, logrando despertarlo.
— ¿H-HABIT? —. Preguntó adormilado —, ¿qué quieres ahora...?.
HABIT no respondió y lo abrazó con fuerza, tomando por sorpresa a Firebrand, quien lo abrazó de vuelta.
— ¿Qué pasa, HABIT?.
Sus padres comenzaron a subir las escaleras, discutiendo muy poco comparado con antes.
HABIT abrió los ojos y, separándose de Firebrand, se paró delante de éste, protegiéndolo cómo si fuese una madre protectora.
—
— ¡P-Por favor, papá, no lastimes a Isabella! —. Dijo, parándose delante de ella para protegerla. Estaba llorando de nuevo.
— Tengo una mejor idea —. Sonrió, le hizo una seña a su esposa y ella asintió, caminando hacia HABIT, quien se alejó de ella —. Tú castigarás a Isabella.
— ¿Q-Qué? —. Cuando menos lo supo, su madre estaba sosteniendo a Isabella contra el suelo y su padre le había entregado un cuchillo —, ¡no, no lo haré!.
— Si no lo haces te mataremos a ti, aquí y ahora —. Su madre dijo —. O peor, nosotros mataremos a Isabella.
— Es su castigo y lo sabes, ha sido una gata mala y merece esto —. Su padre lo agarró del hombro y se agachó —. Si no lo haces no recibirás ese regalo que tanto te gusta, prostituta.
A HABIT no le gustaba ese regalo del que hablaban, pero se convenció a si mismo de que sí, ya que sus padres insistían en que le gustaba y no había ni un día en el que no lo estén tocando o rozando.
Sus manos sudaban, su cabeza daba vueltas, lágrimas y miedo recorriendo su cuerpo. No quería hacer enojar a sus padres.
Tragó saliva, se arrodilló, miró a Isabella con sus ojos abiertos y llorozos, elevó el cuchillo y la apuñaló. Una, dos, tres, cuatro, cinco.
—
La puerta del cuarto de Firebrand se abrió y los padres de su amigo se asombraron al ver a HABIT ahí, sudando y apuntándolos con una navaja de bolsillo. Estaba temblando.
— ¡¿Qué demonios?! —. La mujer exclamó.
Firebrand estaba mirando a HABIT con los ojos abiertos, intentando procesar lo que estaba pasando. Su padre levantó las manos, caminando hacia HABIT lentamente. Cada paso que daba era un paso que HABIT retrocedía.
— ¡No lastimen a Firebrand! —. Exclamó, agarrando la navaja con fuerza —, p-por favor...
— Tranquilo, chico, no haremos eso. Respira. Todo está bien.
HABIT comenzó a llorar, el papá de Firebrand le sacó la navaja y dejó que se siente en la cama. Firebrand lo agarró de los hombros, preguntándole una y otra vez que le ocurría, o en que estaba pensando para llegar a recurrir a tales actos de locura.
— Bien, ¿quién eres tú?.
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