8. Alex
Camino por la pista de baile, sintiendo el alcohol en mi sistema, haciendo que me sienta como si estuviera flotando, ligera. Sí, bebo cuando salgo, pero nunca bebo demasiado. Igualmente, bebo lo suficiente como para que ahora, que ya está bajando, empiece a sentirme un poco triste.
Una chica imbécil se ha chocado conmigo hace un rato, tirándome al suelo, y me duele bastante la cadera, pero seguramente solo ha sido el golpe, no creo que sea grave. Ese chico, Axel, se ha ido como si hubiera visto un fantasma, y en realidad me ha hecho gracia, aunque sí me hubiera gustado besarle. Tiene unos labios besables... Pero no tanto como los de Dalia.
Me paro en seco justo al lado de la pared y apoyo mi espalda en ella, negando con la cabeza. Tengo que dejar de pensar en ella. A mi lado hay dos chicas enrollándose y eso me ayuda aún menos, así que decido ir a buscar a Matt.
Me incorporo de nuevo en la marabunta de gente que baila, ajenos a todo. Veo a Jude hablando con un chico y sonrío. Al menos alguien tendrá acción esta noche. Pero en cuanto me ve, deja de hablar con él y viene hacia mí.
—¿Has visto a Axel? —me pregunta, y consigo oírle bien porque justo en ese momento el grupo que estaba tocando termina y la música para por un rato.
—Ha huído hace nada —contesto.
Jude suspira.
—No es como si no me lo esperara, pero... joder, me la debía —se queja.
—No está hecho para estas cosas. —Me encojo de hombros— Además, casi me besa y creo que se ha asustado.
—¿Casi te besa? —Levanta las cejas, sorprendido— Eso sí que es nuevo, ¿qué ha pasado? Cuéntamelo todo.
Su entusiasmo hace que me olvide un poco de mi bajón y me voy a sentar con él en un sofá que hay puesto por ahí.
—¿Por qué te interesa tanto que Axel salga, vaya a fiestas y haga cosas de estas? —le pregunto, intrigada. Tampoco iba a contarle nada sobre lo que ha pasado porque no hay demasiado que contar.
—Porque tiene veinticuatro años y apenas ha vivido —me cuenta—. Sí, es cosa suya, pero realmente si se reprime es por cómo le han educado. Hace siempre lo que le dicen que tiene que hacer, todos sus sueños y objetivos se basan en ser lo que sus padres quieren que sea.
—Hay mucha gente así.
—Sí, pero él es mi mejor amigo, lo quiero y quiero que sea él el que decida sobre su vida —prosigue—. No quiero que llegue a los ochenta y se dé cuenta de que querría haber probado más cosas de las que probó. Sé que suena a entrometido, y probablemente lo soy, pero conozco a Axel y sé que él realmente no es como se muestra, lo que muestra es lo que sus padres han moldeado. A mí me intentaron educar igual y lo mandé todo a la mierda. Mi padre me odia por ello, los padres de Axel también, y él cree que soy un caso perdido, pero soy mil veces más feliz que ellos.
—No veas con el alcohol, Jude, te convierte en todo un filósofo. —Río y él hace lo mismo— Pero tienes razón. Lo que más miedo me da es llegar a anciana y arrepentirme de no haber hecho muchas cosas.
—¿De qué crees que te arrepentirías si fueras a morir mañana? —me pregunta.
Vaya, esto se ha puesto profundo.
—Realmente ahora mismo no me arrepiento de nada. Sí, muchas cosas salieron mal, pero al menos no fue porque no lo intentara.
Jude sonríe y pasa un brazo por mis hombros para abrazarme. Correspondo a su abrazo, apoyando mi cabeza en su pecho desde el lado, y noto su respiración.
—Me caes bien, chica texana —dice.
—Eres genial, Jude —contesto, y me abraza con más fuerza.
Pasamos unos minutos así, en silencio, y me siento sorprendentemente cómoda. Me gusta estar así, me relaja mucho, y aunque otro grupo haya empezado a tocar punk a lo bestia me siento muy tranquila. Me concentro en los latidos del corazón de Jude y apenas escucho la música.
—Ya te vale Sully, me mandas a buscar cerveza hace como media hora, desapareces y ahora te veo poniéndome los cuernos. No tienes corazón —la voz de Matt me hace reír y me incorporo, separándome de Jude.
—Cariño, no es lo que parece... —bromeo, y ambos ríen.
—Bueno, va, te perdono porque he terminado bebiéndome tu birra —dice, y se sienta en una especie de taburete que hay delante del sofá—. ¿Algo interesante que contar?
—Alex iba a contarme que casi ha besado a Axel —dice Jude, mirándome.
—¿Axel tu amigo? —le pregunta Matt.
—Sí, ese. Créeme, sabiendo cómo es Axel, la historia de cómo ha pasado puede ser muy interesante.
—No hay mucho que contar. —Me encojo de hombros. Realmente no me gusta hablar de las cosas que hago con otra gente, pero Jude es amigo de Axel y a Matt le confiaría mi vida— Creo que estaba un poco bebido, me ha mirado los pechos y me ha hecho gracia. Luego iba a besarle y una chica me ha tirado al suelo sin querer.
—Tengo que darle cerveza más a menudo —dice Jude, asintiendo con la cabeza para sí mismo.
—Tampoco es como si tuvieras muchos pechos —me pica Matt.
—Y contenta que estoy, no necesito ni llevar sujetador —contesto.
***
Varias horas más tarde estoy en mi cama, con la cabeza apoyada en el pecho desnudo de Matt y acariciando ese tatuaje que compartimos.
—Matt —lo llamo—, ¿si fueras a morir mañana, te arrepentirías de no haber hecho algo?
Él no contesta, cosa que hace que piense que se ha dormido, pero tras varios segundos de silencio su voz ocupa la habitación, aunque sale más como un murmuro.
—De no haber estado allí para salvar a Pablo —contesta, y siento que se me hunde el corazón.
Nadie le quitará nunca ese peso de encima, y en cierto modo a mí tampoco.
—No podías hacer nada, ninguno sabíamos que eso iba a ocurrir, ya lo sabes —le digo, pero no contesta.
Acaricio otra vez la tinta en el pecho de Matt, en la que está escrita el nombre de Pablo al igual que en la piel de mi abdomen, y me quedo dormida al poco rato.
***
Cuando despierto el reloj marca las dos y veinticuatro de la tarde, y suelto un gruñido cuando noto el primer pinchazo en la cabeza. Bien, ya empezamos con la resaca.
Me encuentro bastante mal, y cuando me levanto veo que Matt sigue durmiendo, así que salgo de la cama y voy al baño. Mi cara está bastante hecha mierda, tengo unas ojeras muy marcadas. Suerte que no suelo maquillarme y ayer no lo hice, porque sino esto estaría mil veces peor.
Me quito la camiseta que uso como pijama y las bragas y me meto en la ducha para limpiarme y despertarme un poco más.
Mientras estoy en la ducha, Matt entra en el cuarto de baño.
—Alex, mátame, tengo ganas de vomitar —se queja.
—Pues sube la tapa del inodoro y mete la cabeza dentro, no me vomites el suelo —contesto en voz alta para que me escuche a través del ruido del agua.
—Gracias, yo también te quiero —gruñe.
Termino de quitarme el gel de cuerpo y, tras apagar el agua, salgo de la ducha. Matt tiene los codos apoyados en el lavabo y la cara enterrada entre sus manos. Cojo una toalla del armario y me seco el pelo para luego secarme el cuerpo y envolverme en la toalla.
—¿Estás bien? —le pregunto, un poco preocupada.
Sí, Matt y yo hemos vivido cientos de resacas juntos, pero odio ver cómo se encuentra mal.
—Sobreviviré —dice—. Pero me duele mucho, creo que me voy a morir.
—Eres un exagerado, cómo se nota que no tienes la regla. —Ruedo los ojos.
—Siempre con lo mismo —murmura.
Se sienta en el suelo del baño y me arrodillo delante de él. Tiene la cara un poco pálida, pero nada fuera de lo normal. Es la cara resacosa de siempre de Matt.
—No tiene pinta de que vayas a morirte —observo.
—Genial.
Me levanto y voy a la habitación. Saco mi móvil y veo que tengo un mensaje de Jude deseándonos unos "buenos días" (a las dos de la tarde) y uno de George con una atractiva propuesta de ir a cenar fuera.
—George dice si nos apuntamos a ir a por una hamburguesa con Chino esta noche —digo en voz alta, y escucho cómo Matt se levanta del suelo del baño.
—Ahora mismo pienso en hamburguesas y quiero vomitar, pero me parece bien —contesta.
Pasamos una buena parte de la tarde durmiendo más y, cuando nos despertamos, ya recuperados, salimos a patinar un rato por las calles.
—Ah, creo que acabo de revivir —dice Matt con una sonrisa mientras patinamos por una calle poco concurrida.
—Ya te decía yo que no era tan grave —contesto, y él acelera el ritmo, algo en lo que le sigo.
El tiempo pasa volando, y terminamos nuestra pequeña aventura en el restaurante Barns, un local pequeño de comida rápida al estilo estadounidense en el que siempre que podemos vamos a cenar. Entramos temprano y nos sentamos en una de las mesas. Nos pedimos un refresco cada uno y lo tomamos mientras esperamos a nuestros amigos.
George y Chino no tardan en aparecer. Lo hacen enfrascados en una conversación sobre sus modelos favoritas, cosa que me hace querer golpearlos. Siempre hablan de lo mismo.
Ahora que los miro, su situación me recuerda un poco a la de Jude y Axel, por el tema de que son muy diferentes pero son grandes amigos. George viene de una familia rica, aunque no del tipo de rica y elitista como la de Jude y Axel, sino rica asecas. Chino, en cambio, es hijo de una madre soltera que emigró de República Dominicana, y no tienen demasiado dinero. Pero sí se entienden en mujeres, tatuajes y coches. Por eso son mejores amigos, y honestamente creo que su amistad es más comprensible que la de Jude y Axel.
—¿Hola? —pregunto cuando se sientan y siguen hablando.
—Alessandra Ambrosio es y siempre será la reina —George termina la conversación con Chino y me mira—. Hola Alex, tú también eres muy guapa.
—Oh, gracias, mi objetivo en la vida se ha cumplido, ya puedo dormir esta noche —contesto, mostrándole mi dedo corazón.
—¿Habéis empezado sin nostros? —pregunta Chino, haciéndose el ofendido.
—Solo hemos tomado un refresco mientras os esperábamos, imbéciles —dice Matt.
Entre insultos y otras cosas terminamos hablando de coches. Es algo que a todos nos encanta, y que va a hacer que algún día nos abramos la cabeza a golpes mutuamente.
—¡Los Ferrari son para gente que no tiene ni idea de coches! —exclama Matt, indignado.
—Eso lo dices porque no tienes un Ferrari y te da envidia la gente que sí lo tiene —contesta George, cruzándose de brazos.
—¿Y tú sí lo tienes? Estarás forrado, pero no eres tan tonto como para gastar tu dinero en esa mierda, o al menos eso espero —rebate Matt.
Mastico mi hamburguesa mientras miro cómo se pelean, algo que siempre me ha parecido divertido. Son como dos niños pequeños. Chino también pasa de meterse en la discusión y me tira una patata frita.
—¿Bueno, dejando a estos dos idiotas de lado, qué tal va todo? —me pregunta, aprovechando que estamos el uno delante del otro y podemos hablar sin ser interrumidos por esos dos.
—Bastante bien —contesto—. ¿Tú cómo estás? ¿Has terminado el proyecto final?
Chino está estudiando un grado formativo de Diseño Gráfico aquí, en Londres, y creo que le va bastante bien.
—Estoy en ello, presento la semana que viene.
—¿Los que no son de tu escuela pueden ir a ver las presentaciones?
—Sí, si quieres venir estás invitada. —Sonríe.
—Iré con pancartas y aplaudiré como una loca para que piensen que tienes amigas dementes —bromeo.
—Ah, ¿no las tengo? —contesta, y me echo a reír.
—¿Cómo va todo con Dalia? —pregunta de repente, y mi risa muere lentamente.
—¿Dalia? —interviene George antes de que pueda contestar—. Oh, ayer hablé con ella y me dijo que se ha echado novia, una tal Corinne. Es toda una pillina.
—Cállate, imbécil. —Matt le da un golpe en el hombro, pero mi expresión ya ha caído.
Así que Dalia está con alguien.
No sé cómo sentirme respecto a eso, me siento dolida pero a la vez veo una oportunidad de desprenderme de ella de una vez por todas. El dolor supera lo segundo con creces, pero tendré que acostumbrarme.
—Perdona, soy idiota —me dice George, rompiendo el silencio tenso que se ha formado en la mesa—. No había caído en que Dalia y tú... Lo siento, Alex.
—No pasa nada. —Sonrío débilmente— Prefiero saberlo.
La verdad es que una parte de mí preferiría no haber sabido nada y seguir esperando a que Dalia se presente algún día en casa para volver a perdernos la una en la otra, pero mi parte racional me dice que es lo mejor. Puede que la última vez que lo hicimos ella ya estuviera con su nueva novia, pero no voy a pensar en ello, no quiero pensar que ella sigue prefiriéndome a mí. Tengo muchas preguntas que hacerle a George, él es amigo de Dalia desde hace muchos años —de hecho la conocí a través de él—, pero no debo hacerlo.
Tengo que aprender a dejar ir, y no solo a Dalia.
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