50. Final

Alex · 2002 (9 años) · Cerca de Midland, Texas

—¡¿Dónde coño estás?!

El corazón me va tan rápido que siento que me va a estallar. Intento controlar mi respiración para que no se escuche, para que no pueda encontrarme. Jugueteo con mis dedos de forma nerviosa, sintiendo que necesito agarrar algo, aferrarme a alguna cosa.

—Deja de esconderte, ¡joder! —vuelve a gritar, y cierro los ojos con fuerza.

A veces desearía poder cerrar mis oídos del mismo modo y dejar de escucharla y de verla, sentir que no existe y que yo no estoy aquí. Que estoy en la escuela, con mis amigos, o en casa de Mac tomando chocolate caliente. O en casa de la tía Annie, pero ella hace tiempo que no está. Mamá dice que se ha muerto, y que no va a volver.

—Cuando te encuentre, te voy a matar —me amenaza y, aunque sé que no lo cumplirá, trago saliva.

Veo sus pies justo delante de donde estoy, debajo de mi cama. Intento moverme para irme más hacia el fondo, pero es un error porque ella me escucha y pronto su mano agarra la mía y me arrastra hacia fuera.

—¡Me haces daño! —me quejo, aunque sé que le va a importar bien poco.

—¿Dónde está? —me pregunta, levantándome del suelo y poniéndome delante de ella para mirarme a los ojos con los suyos, inyectados de sangre.

—¿El qué? —me hago la tonta.

—No me tomes por estúpida, niñata —gruñe—. ¿Dónde está la bolsa?

Su mano aprieta más mi muñeca y gimo de dolor.

—¡No lo sé! —grito—. ¡Déjame en paz!

—Niña de mierda —vuelve a gruñir, y de un empujón, me tira al suelo. Me mira con asco, y puedo ver su cara de desesperación. Espero no acabar nunca como ella, preferiría morirme—. No sirves para nada. ¿De qué me sirvió tenerte? Tu padre ni siquiera me pasa una cantidad decente. Y tampoco lo culpo por no quererte una mierda, es normal.

Sé que lo dice porque hace mucho que no toma droga. Sé que está enfadada porque sabe que se la he tirado, como siempre que la encuentro, pero no quiero verla más. Quiero irme de aquí.

—Tú sigue así, Alexandra, traicionando a los tuyos —continúa—. Así no te va a querer nadie en tu vida.

Quiero irme de aquí.





Alex · 2012 (19 años) · San Diego, California

Mis manos abrazan mis rodillas y me muevo, pero apenas puedo notarlo. Mi cuerpo entero está entumecido, lo único que puedo sentir es mi respiración agitada y los sollozos silenciosos que escapan de mi boca.

Abro los ojos y todo lo que veo es rojo. El suelo está lleno de sangre, la pared que hay delante de mí también, y su cuerpo yace encima de un enorme charco rojo.

—No —gime Matt, y es entonces cuando recuerdo que él también está aquí, ha entrado conmigo en casa y está abrazado a Pablo en el suelo, quedando él también manchado de rojo—. No, no... Por favor, Dios...

Alguien se sienta a mi lado, dejando caer su peso en el suelo, y noto el calor del cuerpo de Kenan pegado a mi costado. Lo miro, pero es como si solo viera cuerpos. Él también está quieto, respira entrecortadamente y no dice nada. Nadie dice nada, solo Matt, que reza para sí mismo y suplica que todo esto sea una pesadilla.

Pero no lo es, esto es real, aunque no lo sienta como tal. Pablo yace en el suelo con un agujero de bala en la frente, y ya no hay marcha atrás.

Quiero irme de aquí.

Tenemos que salir de este lugar.





Alex · Julio de 2017 · Londres

—¡Señorita Sullivan! —grita otra voz sin rostro entre toda la gente que me rodea delante de mi casa.

—¡Alexandra! —una voz masculina me llama por mi nombre, como si me conociera, como si tuviera algún puto derecho a estar delante de mi casa acosándome.

Lo veo todo borroso mientras me abro paso a codazos, ayudada por George, hasta la puerta de mi edificio. Estoy arrepentida de no haber usado la puerta trasera, pero es que esa también la ha descubierto esta panda de buitres que creen que acosar a la gente se puede justificar con que es su trabajo y lo hacen para sobrevivir.

Pensaba que en unos días lo dejarían correr, pero ya ha pasado una semana y siguen igual. Son menos, pero siguen aquí.

Cierro la puerta detrás de mí y respiro hondo, intentando tranquilizarme, pero la ansiedad que lleva días instalada en mi pecho solo hace que empeorar.

Quiero irme de aquí.

Llegamos a mi casa y me siento en el sofá.

—Joder, vaya pesados de mierda —gruñe George, sentándose a mi lado.

Mi móvil vibra en el bolsillo y lo saco, pero en cuanto leo el mensaje veo que ha sido una mala idea.

Dalia: ¿Es verdad lo que dicen? ¿Por qué no me lo habías contado?

Suelto un grito de frustración y la bloqueo de mis contactos. No quiero saber nada de ella, ni de nadie.

Termino quedándome dormida en el sofá, y cuando despierto lo hago sintiendo que me ahogo. Cojo aire con fuerza y me quito el jersey, muriéndome de calor repentinamente. Estoy sudando, y mi respiración está agitada. Ni siquiera sé qué he soñado, pero no puede haber sido nada bueno.

George me ha dejado una nota donde él estaba sentado cuando me he dormido en la que pone que tenía que irse, y cuando miro a mi móvil veo que llevo tres horas durmiendo.

Me quedo sentada en el sofá mirando a la nada durante lo que parecen horas. La presión en mi pecho no hace más que aumentar a medida que voy dándole vueltas a todo lo que está pasando, y el pensamiento de siempre no hace más que resonar en mi cabeza.

Quiero irme de aquí.


***


Llego a Belgravia a las diez de la noche. Suspiro, de pie delante de la puerta, e intento recomponerme cuando esta se abre. No he llamado al timbre porque sé que sus padres no se tomarían bien que esté aquí, así que un mensaje ha sido más efectivo.

—Hola —me saluda Axel, envolviéndome entre sus brazos—. ¿Cómo estás?

Dejo que mi cabeza encuentre su pecho y me quedo ahí unos segundos, disfrutando de la calma momentánea que su olor me da, y me separo. Él me mira como si ya supiera a lo que he venido. Puede que me conozca mucho más de lo que creo.

—Te quiero —le digo—. Pero tengo que irme.





Axel · Agosto de 2017 · Londres

Alex se fue en junio, justo cuando empezaba a salir el sol que a ella tanto le gustaba. Una parte de mí sigue esperando a que vuelva, pero mi lado racional me pide que lo deje estar.

No puedo decir que no me duela que se haya ido, pero no le guardo ningún rencor. Es su vida, y se ha visto tan alterada últimamente que no la culpo por querer irse, pero yo no puedo vivir esperando algo que probablemente no ocurra nunca.

Las cosas por aquí están tranquilas, demasiado. Me estoy dando cuenta de que se me va todo el mundo. Alex se ha ido, Beatrice se fue y Jude se pasa la vida trabajando y viajando de un lado a otro, pero me alegro por ellos. Beatrice es feliz, y hacía años que no la veía así. En un mes iré a verla con Jude, porque él tiene otra reunión en Los Ángeles y aprovecharemos para ir a Sacramento sin que nadie se entere.

He decidido abrirme un poco más con mis compañeros de trabajo y conocer a nuevos, porque con ese cretino de Edgar Pearson no quiero tener nada que ver. No después de todo lo que le dijo a Jude por su orientación sexual.

Estoy conociendo a gente nueva, abriéndome y comprendiendo que, pase lo que pase, la vida sigue, pero no me arrepiento en absoluto de todo lo que ha pasado en los últimos meses, de todo lo que he aprendido y de haber ido descifrando el rompecabezas que es Alexandra Sullivan.


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AQUÍ ESTÁ EL LAST CAPÍTULO *llora*

Sé que muchas os esperabais un final feliz, pero tampoco se puede decir que este sea triste. A veces la gente toma caminos separados, y no tiene por qué ser un gran drama. Supe desde el principio que ellos no acabarían juntos, pero ¿qué hay de todo lo que han vivido? Yo creo que, al final, eso es lo que realmente importa.

En un rato subiré el epílogo. Habrá noticias y cosas que os gustarán ;)

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