4. Alex
Repaso con el rotulador el dibujo de una chica que acabo de hacer. No sé si lo voy a usar como diseño de algún tatuaje, pero me gusta cómo está quedando. Le doy un sorbo a mi café, yendo con cuidado de no manchar el dibujo —algo que suele pasar—, y en ese momento escucho la puerta principal abrirse. Al no haber sonado el timbre ni nada de eso supongo que es Jim, ya que Liam y Alice están en Los Ángeles con Noah porque al parecer el padre de ellos ha muerto.
—¿Alex? —pregunta Jim desde recepción.
—¡Estoy aquí! —grito para que me oiga bien.
—¿Dónde es aquí? —pregunta, y suspiro antes de levantarme y salir de la habitación que tenemos para descansar.
—En la sala de descanso, viejo sordo —digo, yendo hacia él.
—¿A quién llamas viejo, niña? —continúa con nuestro juego de insultos habitual.
Jim es lo más parecido a un padre que tengo. Nunca he tenido padre ni una familia estable en general, la única gente a la que he considero mi familia son Matt, Liam y el Sensei. En los cuatro años que llevo en Londres, tres desde que conocí a Liam y a Jim, me han tratado como a una más en sus familias.
—Te vas mañana, ¿no? —le pregunto, refiriéndome a una convención de tatuadores que se hace en San Diego en un par de días.
—Sí, he pasado a coger el libro de diseños de la tienda —contesta—. Pensaba que tenía otro en casa, pero a saber qué ha sido de él. ¿Estás segura de que no quieres venir a San Diego?
—Sí, estoy segura —afirmo, y él no insiste más porque conoce mis motivos.
—Bueno, pues como Raina tampoco puede, me tocará ir solito. —Se encoge de hombros.
Raina es la novia del Sensei. Llevan como veinte años juntos, y ella es una mujer genial. Tiene una tienda de pasteles, le encanta la repostería, y de vez en cuando viene al estudio a traernos pasteles y otras cosas deliciosas. Es la mejor.
Cuando ya tiene el libro de diseños, lo mete en su mochila y se prepara para irse.
—Cuida bien de la tienda, como me llamen los bomberos diciendo que la has quemado o algo así te asesino —me amenaza, bromeando.
—Que sí, pesado, no es como si no me hubiera quedado sola nunca. —Ruedo los ojos.
—Que vaya bien, Alex. —Me frota la cabeza como si fuera un perro y cierra la puerta detrás de él, volviendo a dejarme sola en el estudio.
Miro el reloj que tenemos en la recepción y suspiro. Las once y diez, Charles llega tarde.
Justo cuando estoy volviendo a ir a la sala de descanso para terminar mi dibujo suena el timbre. Doy media vuelta y vuelvo a recepción para encontrarme a Charles y Jude al otro lado de la puerta.
Me cruzo de brazos.
—Llegáis tarde. —Levanto una ceja, y el rubio sonríe.
—Lo bueno se hace esperar, ¿no? —dice, y Charles ríe.
—Bueno, os perdono porque tampoco tenía nada mejor que hacer —bromeo, y me aparto de la puerta para que entren.
—¿Liam y la peliazul no están? —pregunta Charles.
—No, están en Los Ángeles —contesto.
—¿Viaje romántico en pareja?
—No, más bien un funeral con la familia de ella.
—Vaya —murmura.
—¿La peliazul es estadounidense? No lo parece —dice Jude.
—No, Alice es de aquí, pero su padre vivía en Los Ángeles —explico.
—Tú sí que eres de Estados Unidos —comenta, mirándome—. Del sur. Mmm... ¿Texas?
—Vaya, eres bueno —admito con una sonrisa.
—Se me da bien reconocer los acentos.
Pasamos a la primera sala para empezar a hacerle el tatuaje a Charles. Ya habíamos hablado cuál quería y cómo, así que ahora ya podemos pasar directamente a la acción. Mientras preparo el material, aprovecho para revisar el tatuaje que le hice a Jude hace un par de semanas. Compruebo que se está curando bien, y me pongo manos a la obra con Charles.
Es la primera vez que le hago un tatuaje a Charles, pese a que él ya se había tatuado con Liam anteriormente. Jude ya está planeando hacerse otro conmigo, así que mientras hago la forma del tatuaje en el pecho de Charles con rotulador, hablo los detalles con el rubio.
—¿Qué quieres exactamente? —le pregunto.
—Pues no lo sé muy bien, pero tengo ganas de tatuarme. —Se encoge de hombros.
En realidad le entiendo perfectamente. Tatuarse es adictivo, es como un dolor placentero que te da ganas de más. Mucha gente se queja de que no deberíamos tatuarnos cosas que no signifiquen nada para nosotros, y yo digo que nos dejen hacer lo que nos dé la gana con nuestros cuerpos. Para mí, mi cuerpo es un lienzo, a veces no necesito que algo tenga un trasfondo, un vínculo sentimental, muchos de mis tatuajes simplemente me gustan estéticamente.
—Mmm... Tengo varios diseños en la carpeta que hay fuera —digo, pero luego recuerdo que Jim se la acaba de llevar—. Mierda no, no los tengo. Bueno, ahora en cuanto acabemos te enseño varios en mi móvil. Si no, piensa en algo que quieras tatuarte relacionado con tu familia, con algo del pasado... ¿quién sabe? Algo se te ocurrirá.
—Antes que tatuarme algo relacionado con mi familia me tatúo una cabra en silla de ruedas, te lo aseguro —contesta, y no puedo evitar echarme a reír, por lo que aparto el rotulador del pecho de su amigo—. Y los únicos amigos de toda la vida que tengo son el idiota al que vas a tatuar ahora y un amargado que odia los tatuajes.
—Vaya, esa es una buena definición para un mejor amigo.
—Si lo conocieras lo entenderías... No, espera, si ya lo conoces, ¿no recuerdas a Axel? —me pregunta.
—¿El chico que tenía aspiraciones con más futuro que las mías? —Sonrío sarcásticamente al recordar a ese imbécil.
—Ese mismo —asiente—. No le hagas mucho caso cuando dice esas estupideces, es buen tío pero lo han criado dentro de una burbuja de perfección y dinero. Intento hacer su vida un poco más divertida, pero no me deja.
—Tenemos que sacarlo de fiesta —dice Charles.
—Pues sí. Oh, ahora que lo recuerdo, hay una fiesta en Kensington este viernes —explica Jude—. Alex, ¿quieres venir?
—¿En Kensington saben hacer fiestas? —me burlo. Kensington es uno de los barrios más pijos de todo Londres, no saben lo que es una buena fiesta.
—Pues te sorprendería —contesta—. Bueno, en realidad solo hacen buenas fiestas en una casa okupa que hay por ahí, pero dudo que quede mucho para que los echen de la casa, así que habrá que aprovechar mientras esté.
—Pues no suena del todo mal —digo, sacando la máquina de tatuar para empezar a repasar el trazo hecho con rotulador—. ¿Te importa si traigo a un amigo?
—¡Claro que no! ¿Está bueno? —pregunta, levantando las cejas repetidamente, y me echo a reír.
Me cae bien este chico.
***
Más tarde, por la noche, me pongo a dibujar en casa. Hoy me siento inspirada, y además Jude ha tenido una idea de cómo quiere su nuevo tatuaje y estoy probando varias cosas para luego enviárselas, a ver si le gustan.
Saco los rotuladores Copic para darle color al primer dibujo que he hecho, y justo cuando la punta del rotulador azul toca el papel, suena el timbre de mi casa.
Me levanto, pensando en qué querrá ahora el pesado de Matt, y voy hacia la puerta. Al abrir, me encuentro con la mirada insegura de Dalia.
Otra vez no, joder.
—Hola —me saluda—. ¿Puedo pasar?
—Claro —asiento, aunque sé que no debería hacerlo.
Debería decirle que se vaya, que ya no quiero seguir jugando a esto, pero soy como una adicta, no puedo decirle que no, no soy capaz.
Esta vez ni siquiera dejo que hable. En cuanto entra por la puerta la acorralo contra la pared. Me mira con una sonrisa pícara y se quita la chaqueta, tirándola al suelo. Me saco el jersey y la camiseta de golpe, quedando completamente desnuda de cintura para arriba ya que no suelo llevar sujetador.
Aprovechando que lleva una camisa a cuadros, beso su boca y empiezo a desabrochar los botones de la camisa mientras saboreo su boca con mi lengua. Nunca me cansaré de esto, y ese es mi problema. Seguramente parte de lo mojada que estoy ahora mismo se debe a que sé que lo que estoy haciendo no está bien, que debería haberla echado, y por algún motivo eso me excita. Joder, estoy loca.
Dalia deja que la camisa, ya desabrochada, caiga por sus hombros, quedando en sujetador. Se lo desabrocha con desesperación y urgencia, necesitando ese contacto que sé que tanto le gusta.
Me separo de ella justo en el momento en que su sujetador cae al suelo, y empiezo a caminar hacia mi habitación, terminando de desnudarme por el camino. Dalia hace lo mismo, de modo en que queda un camino de ropa hasta mi habitación.
Cuando ya estamos dentro, la empujo a la cama, dejando que su espalda choque contra el colchón. Me pongo encima de ella y la beso. Bajo mis besos por su cuello hasta que llego a uno de sus pechos y juego con mi lengua en él. Sé que a Dalia le encanta, y si no lo supiera podría deducirlo fácilmente por sus gemidos. Sé que puedo hacerla llegar solo jugando con sus pechos, pero ahora mismo necesito saborearla ahí abajo, y sé que se muere de ganas.
Necesito que esto sea rápido, quiero que lo sea. El hacerlo lento y con amor es lo que hacen las parejas, lo que solíamos hacer cuando estábamos en esa locura de relación destinada al fracaso.
Hago mi trabajo con mi boca entre sus piernas mientras ella grita, gime y agarra mi pelo, haciéndome incluso daño, pero no me importa. Termina estallando entre gritos, y cuando me separo me mira con una sonrisa.
No sonrío de vuelta. Me levanto del suelo, me pongo encima de la cama, de rodillas, y miro a Dalia con una ceja levantada.
—Ven aquí —dice, enseñándome la lengua.
Hago una mueca de satisfacción que no llega a ser una sonrisa, y me siento en su cara.
La sensación de su lengua en mi clítoris es pura gloria. Me muevo sin poder evitarlo, creando más fricción, y sé que no voy a durar nada. Normalmente tengo más control sobre mí misma, pero con Dalia nunca lo tengo, me desarma completamente.
Me mira a los ojos mientras sigue dándome placer y sube sus manos a mis pechos para jugar con ellos, y pronto ya estoy sintiendo mi liberación acercarse. Me muevo más rápido y le pido que no pare en un susurro, hasta que no puedo más y llego al orgasmo.
Me levanto de su cara y prácticamente me tiro en la cama, sintiéndome relajada, aunque sé que durará poco.
—¿Puedo...? —empieza Dalia, pero la interrumpo porque ya sé que se refiere a si puede quedarse a dormir.
—Claro —contesto, y me meto dentro de la cama, tapándome hasta arriba.
Dalia se mete a mi lado y pronto se queda dormida. Yo, por mi parte, no puedo dormir.
Tengo que encontrar la manera de salir de esto. Tengo que alejarme de Dalia de una vez, porque esta incapacidad de dejar de vernos está haciéndome daño.
Cierro los ojos y pienso en Michelle. No entiendo por qué estoy pensando en ella, es como si todos mis pensamientos ahora tuvieran que ser dolorosos, pero no puedo evitarlo. Me pregunto a menudo qué fue de ella.
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Y, ante todos ustedes, quiero presentaros la primera escena sexual chica-chica que escribo en mi vida jajaja
Jim (el sensei) en multimedia.
Capítulo dedicado a Nanai22 , que es su cumpleaños. Muchas felicidades, espero que hayas tenido un gran día <3
¡Hasta el domingo que viene!
Claire
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