39. Axel

Llego a casa con el corazón en un puño. Ahora me van a hacer muchas preguntas, y si me equivoco de contestación puede irse todo al traste.

En cuanto he encendido el móvil, al salir de casa de Alex, me han llegado muchos mensajes de mi madre preguntándome dónde estoy y con quién. Mensajes que me mandó anoche.

Estoy nervioso. He hablado con Jude y me ha dicho que cuando mi madre ha llamado, le ha dicho a la suya que he dormido con él. Pero mi madre no es estúpida, sabe que si Amelia no me ha visto entrar en su casa es probable que no haya ido. Debería haberlo planeado mejor, aunque lo de quedarme a dormir en casa de Alex fue un impulso.

Otra cosa que me inquieta, aunque puede que ayude a que las cosas estén calmadas cuando llegue a casa, es que mi madre me ha dicho que los Addington vienen hoy a comer. Son las once, es probable que ya estén allí, a juzgar por las prisas que me está dando por mensaje. A mi madre no le gusta que los demás conozcan sus problemas, así que no me dirá nada mientras los Addington estén en casa.

Bajo del taxi a dos calles de mi casa, por si acaso alguien me ve. No me gusta ir así, como de incógnito, como si tuviera que esconderme, pero es lo que hay. Nunca, hasta hace unos meses, me había cuestionado nada de esto, pero ahora me hace sentir incómdo. Tengo dinero, tengo estudios, tengo una familia que me quiere, pero cada vez me incomoda más.

Cuando entro ya escucho voces alegres hablando. Las de mis padres, y otras desconocidas que supongo que serán las de los Addington.

Lucille me da una sonrisa cuando me ve entrar.

—Señorito, le esperan en el salón —me dice.

—Ahora voy —contesto—. Gracias, Lucille.

Cuelgo mi abrigo en perchero del recibidor y camino hacia el salón, respirando hondo para controlar los nervios. En cuanto cruzo el arco que separa el pasillo del salón, la conversación termina y todas las miradas se enfocan en mí. Yo miro directamente a mi madre, que evidentemente no parece muy satisfecha, y luego mi atención se va hacia los Addington. Grace Addington está sentada en el sofá.

Y lleva una expresión en la cara que me recuerda a la de Julian Fitzroy en las cenas de empresa.


***


—Entonces, Grace, ¿qué estás estudiando? —le pregunta mi madre durante el postre, como si no lo supiera todo de ella ya.

—Odontología —contesta ella con una breve sonrisa.

—Vaya, suena interesante —dice mi madre—. Axel está estudiando Medicina, qué coincidencia.

Nos miramos y nos sonreímos de una forma incómoda y forzada. Es como si nos estuviéramos diciendo "sácame de aquí" mutuamente.

Al terminar la comida, dejamos que Lucille recoja y mis padres se llevan a los Addington al patio, en una estrategia completamente descarada para dejarme a solas con Grace.

Me siento en el sofá, delante del que Grace ha usado para sentarse, y evitamos mirarnos durante unos segundos hasta que decido poner fin a tanta tensión.

—Entonces... ¿Qué tal la carrera? —uso la típica pregunta para intentar romper este silencio tan incómodo.

—En realidad no estoy estudiando Odontología —me dice, y su honestidad me sorprende.

—¿Cómo? —pregunto.

—Que no estoy estudiando Odontología —repite—. Estoy haciendo Bellas Artes.

—¿Bellas Artes? —Levanto una ceja.— ¿Tus padres lo saben?

Ella me mira como si acabara de decir la mayor estupidez del mundo.

—Claro que no —contesta, soltando una carcajada—. ¿Cómo se lo voy a decir? Esto es un secreto, Albarn.

—¿Y cómo consigues que se lo crean? —pregunto, con interés.

—No es difícil. —Se encoge de hombros— Mis padres pasan de mí, no hacen preguntas, no se interesan por lo que hago. He empezado a interesarles ahora, que quieren que nos casemos como si fuera yo aquí ganado que intercambiar.

Para cuando termina, mis ojos están abiertos de par en par. Vaya con Grace Addington.

—Interesante —contesto, y ella sonríe—. Yo estoy con una chica a la que mis padres no aceptarían ni en mil años.

—Interesante —repite mis palabras, y esta vez el que sonríe soy yo.

—Y, ¿qué vas a hacer cuando termines la carrera? —le pregunto, volviendo a su tema.

—Irme —contesta—. Llevo desde que empecé la carrera trabajando en el campus de la universidad, tengo mucho dinero ahorrado.

—¿A dónde te irás?

—¿Quién sabe? —Se encoge de hombros— Puede que ni siquiera me vaya de Londres, pero sí me iré de este barrio, de esta familia. Quiero pintar, hacer exposiciones, conocer a más artistas.

—Suena arriesgado —observo.

—Prefiero arriesgarme que seguir viviendo en una cárcel —dice, y me quedo sin palabras.

Poco después los Addington se van, y me quedo solo con mis padres. Mi padre se va a su despacho a hacer algo relacionado con el trabajo, y me quedo a solas con mi madre.

—Si me disculpas, me voy a mi habitación... —digo, pero por la expresión que adopta su rostro veo que no me va a dejar ir ni de broma.

—¿Dónde has dormido esta noche? —me pregunta con contundencia.

—En casa de Jude —intento contestar sin titubear, mirándola a los ojos, para evitar que se note que no es cierto.

—Axel, dime la verdad —me pide, aunque suena más como una exigencia.

Suspiro y aparto la mirada. Es un momento decisivo. Puedo inventarme otra cosa más creíble y que todo siga como siempre, o puedo decir la verdad y ver qué pasa. Ver si algo cambia, si va a mejor... o empeora.

—Estaba con una chica —confieso.

—¿Con una chica? —Hace una mueca.— Y, ¿qué pasa con Grace? ¿De dónde es esta chica? ¿De qué familia?

—No es de ninguna familia —contesto, tragando saliva.

—¿Cómo que no es de ninguna familia?

—No es de Belgravia —digo—. Ni de Londres. Es estadounidense, aunque vive aquí.

—¿Dónde vive? —inquiere, levantando una ceja.

Suspiro.

—En Brixton —contesto.

—¿Brixton? —pregunta, sorprendida—. ¿Has estado relacionándote con gente de Brixton?

—Madre, no es como si tuvieran la peste, son personas —le recuerdo.

—No me compares, Axel —espeta—. El nivel de educación no es el mismo, los valores... Ay, Dios mío, no me extraña que hayas estado tan rebelde últimamente.

—¿Rebelde?

—Axel, cariño, no pasa nada, lo entiendo —me dice—. Es una fase, mucha gente pasa por eso. Yo también, tu padre igual. Pero, al final, confío en que te darás cuenta de lo que es importante y te dejarás de tonterías. No te vuelvas como Julian, por favor.

—Madre, yo quiero a Alex —confieso.

Mi madre chasquea la lengua.

—Estás confundido —contesta, acariciándome la cara—. Es normal, pronto te darás cuenta. Ya has conocido a Grace, ya ves que es una muy buena chica. Además, es hermosa. Seguro que os augura un muy buen futuro juntos.

Si hay algo que me podría haber molestado más que una pelea, es este aire de condescendencia con el que me está tratando. No lo soporto. Es mil veces peor. Casi preferiría que me estuviera gritando como una histérica.

—Me voy a casa de Jude —digo tras unos segundos de silencio, sintiendo la necesidad de salir, de respirar.

—Axel —me llama mi madre, pero ya estoy cogiendo mi chaqueta para irme.

Salgo de casa e inspiro, con fuerza. Siento el aire llenar mis pulmones, pero cuando sale no se lleva toda esta rabia que siento. Sigue dentro, negándose a irse, e intensificándose por momentos.

—Míralo, el pillín que se ha quedado a dormir con Alex —dice Jude en cuanto me abre la puerta de su casa, pocos minutos más tarde.

—Mi familia es increíble —gruño antes de entrar.

—No se han tragado lo de que has dormido en mi casa, ¿verdad? —pregunta.

—No. —Niego con la cabeza.

—¿Se ha puesto muy histérica tu madre?

—Ojalá —contesto, y Jude levanta una ceja.

—¿Ojalá?

—Se lo he contado todo —digo, y sus ojos se abren de par en par.

—¿Todo, todo?

—Se lo he resumido —contesto—. Y, ¿sabes qué me ha dicho? Que es una fase, que ya se me pasará.

Jude me mira, y de repente rompe en carcajadas.

—Ay, las fases —dice en cuanto consigue calmarse—. Yo, según mis padres, sigo en la fase de ser gay. Casi veintidós años llevo ya en esa fase, imagínate.

Suelto una carcajada.

—Creo que ahora te empiezo a entender.

—Ay, por fin alguien que se apiada de mi alma y me ofrece su comprensión. —Hace un movimiento dramático, como si fuera a desmayarse de la emoción, y me echo a reír.— Lo bueno de todo esto es que ahora ya podemos hablar de sexo.

—No empieces. —Ruedo los ojos.

Al final me quedo a cenar en casa de Jude —y esta vez Amelia puede corroborarlo cuando mi madre llama—, e incluso hablamos un poco —muy poco— de sexo después de que Jude insista durante horas. Me voy a casa tarde, a una hora a la que sé que mis padres estarán durmiendo, y cuando entro y noto el silencio, suspiro.

Antes de ir a dormir le doy un último vistazo al teléfono. Hace ya horas que le he mandado un mensaje a Alex preguntándole cómo estaba, y aún no tengo respuesta. De hecho, ni siquiera lo ha recibido, ya que solo hay un tick en el mensaje. Sé que Alex a veces pasa mucho de su teléfono, pero esta vez, por algún motivo, tengo un mal presentimiento.



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¡Aquí está el capítulo 39! ¿Qué os ha parecido? 

Estoy intentando ponerme mucho las pilas con esta novela, quedan unos 10 capítulos o menos, y la verdad es que viene drama pronto, y cuando viene drama me inspiro más. La drama queen me llaman.

Aviso: he estado haciendo cálculos, y realmente Jude, Axel y Beatrice tendrían 21-22 años, no 23-24 como dije. Yo no supe que las carreras en UK duran 3 años, y no 4 como en España, hasta hace poco.

¡Nos leemos pronto!

Claire

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