25
Maratón 3/3
A las siete y cuarto de la mañana, antes de salir de casa, saqué a Panceta a pasear. Mi tía me había insistido en que no era necesario que lo sacara yo por las mañanas, que ya podía hacerlo ella, pero sentía la necesidad de contribuir a este tipo de cosas, así que no le hacía ni caso y lo sacaba yo. Además, no me iba mal para despejarme antes de ir a clase.
En cuanto volvimos, le puse el desayuno al perro, que movía la cola con impaciencia mientras miraba cómo llenaba su comedero. Elvira apareció en la cocina con la bata puesta, rascándose la nuca, justo cuando estaba lista para irme. Ella empezaba a trabajar a las nueve, así que todavía tenía tiempo a tomarse un café y desayunar tranquilamente, mientras que yo solía llevarme algo en la mochila y comérmelo por el camino.
En los pocos días que llevaba viviendo con mi tía —desde el lunes, y solo estábamos a viernes— había conseguido llegar a la hora todas las mañanas. No era tan ilusa como para creer que iba a adoptar la puntualidad como costumbre, porque el llegar tarde ya era prácticamente parte de mi personalidad, pero me hacía sentir bien.
Faltaban dos minutos para las ocho cuando entré en clase. Natalia estaba medio dormida sobre la mesa, sin ni siquiera intentar disimularlo, pero era algo normal así que tampoco le dije nada. Según ella, era una noctámbula, e irse a dormir temprano nunca había sido lo suyo, así que a primera hora solía estar hecha un asco.
Silvia y Marc estaban en la última fila, hablando entre ellos y acariciándose las manos como si estuvieran solos en el aula. Empezaba a ser un poco molesto, lo que hacían, porque a veces estabas con ellos y se ponían a hacer manitas. Me ponía de los nervios. Había gente que no sabía separar sus momentos íntimos de los que compartía con sus amigos, y ellos eran ese tipo de persona.
Me senté con Marian, que era la única que no estaba ni a punto de entrar en la fase REM ni atontada con su pareja, así que entre mis amigas, era la opción más viable. Gabriel llegó justo con la profesora, y detrás de ellos entró Leo.
Vaya.
La verdad es que no me esperaba volver a verlo por clase. Había asumido que se había rendido con la carrera, pero esa mañana parecía una persona nueva, con su cara llena de energía contrastando con la que había llevado las últimas veces que lo había visto, ya hacía días, cuando parecía un muerto andante.
No nos engañaremos: estaba mejor pensando que no volvería más, pero tampoco podía hacerle nada, ni echarlo de la carrera.... Así que me iba a tocar pasar de él.
Ni siquiera me miró antes de sentarse dos filas delante de mí. Gabriel, en cambio, me dio una sonrisa cómplice que me hizo volver a lo que llevaba horas pensando: habíamos quedado esa tarde para que posara para mí. Y, por la forma en que me miró, estaba claro que él tenía las mismas intenciones que yo.
Apenas pude concentrarme durante la primera hora, entre mis pensamientos poco puros y el hecho de que Marian estaba aburrida y nos dedicamos a dibujar idioteces en la hoja de apuntes. La segunda hora fue aún peor, porque nos habíamos ido a almorzar justo antes y estaba que me caía del sueño. Al menos era clase de dibujo, y no un tocho teórico de tres horas como la clase anterior, pero entre el sueño y mi bloqueo con esa asignatura, no fui demasiado productiva. Leo me miraba de reojo de vez en cuando, lo que me ponía un poco nerviosa, porque tenía la sensación de que en cualquier momento iba a acercarse para soltarme uno de sus rollos sobre lo mucho que lo sentía y lo mal que lo había pasado en la vida, pero afortunadamente no ocurrió.
—Has mejorado mucho —apuntó el profesor de dibujo cuando vio lo que estaba haciendo, pero yo no estaba de acuerdo con él—. Se nota que te has puesto las pilas.
—Le sigue faltando algo —murmuré, y él se llevó las manos a las caderas.
—¿Qué crees que le falta, exactamente?
—Vida.
Él soltó una pequeña carcajada, pero no como si se riera de mí, más bien como si entendiera a qué me estaba refiriendo.
—Así que tenemos a una perfeccionista —comentó.
—Con depende de qué cosas, sí —asentí.
—¿Has probado a usar un modelo?
No pude evitar que mi mirada se desviara brevemente hacia Gabriel.
—Esta tarde lo haré —respondí—. La semana que viene tendré dibujos mucho mejores.
Él se quedó callado unos segundos antes de volver a hablar.
—Da gusto tener a gente en clase que se lo tome tan en serio.
No pude evitar sonreír, orgullosa de mí misma aunque fuera consciente de que ese perfeccionismo a veces no me permitía ver con claridad y solo hacía que estresarme, porque nunca estaba satisfecha con mis resultados. Por lo menos solo era así con el dibujo, que era lo que realmente me gustaba, porque en el resto de asignaturas me conformaba con aprobar.
Al salir de clase, fui a comer a casa de mi tía. Eran las dos, y no había quedado con Gabriel hasta las siete, aunque planeaba ir antes al taller para poder ir haciendo pruebas de color con el acrílico, porque me sentía con ganas de usarlo.
Elvira había ido a comer con una amiga suya, así que solo estábamos Panceta y yo en casa. Lo saqué de paseo, comí algunas sobras que había dejado el día anterior en la nevera, y me eché media hora en el sofá. A las cinco ya estaba de vuelta en la facultad, sentada en el taburete que usaba habitualmente, mirando el lienzo en blanco que había delante de mí con una ceja levantada, como si esperara que me viniera alguna especie de inspiración divina.
Apenas había un par de personas en el taller, concentrados en su trabajo, al igual que la profesora, que iba entrando y saliendo del aula sin prestarnos demasiada atención, aunque normalmente estaba bastante por nosotros.
—Ari, hoy me tengo que ir antes —me dijo hacia las seis, cuando solo quedábamos dos alumnos en el taller—. Tengo médico con mi hija, así que en media hora me tendré que ir. Te dejo las llaves encima de mi mesa, cierra y dáselas al conserje cuando salgas. Supongo que ya sabes que la facultad cierra a las nueve y media, que te veo capaz de quedarte aquí hasta mañana.
Reí, y negué con la cabeza, aunque por dentro estaba dando saltos de alegría porque eso significaba que, oficialmente, tenía el taller para mí sola hasta la hora de cerrar... Eso si el chico que estaba pintando un cuadro enorme se iba, claro.
—Tranquila, por ahora no estoy tan obsesionada.
—Es fácil obsesionarse con estas cosas —me advirtió, y asentí con la cabeza antes de que ella se despidiera y se fuera.
Eran casi las siete cuando el chico del cuadro colosal decidió que ya había maltratado suficiente sus brazos intentando llegar a la parte de arriba del lienzo y empezó a recoger. Respiré, aliviada, porque parecía que esa tarde todo se había puesto a mi favor para poder estar a solas con Gabriel. Además, tenía las llaves, lo que significaba que podía cerrar la puerta para que nadie nos molestara.
Empecé a recoger los varios tubos de acrílico que había ido dejando por el suelo sin quitarme los auriculares, escuchando una lista de música de relajación que había encontrado pocos días antes. Movía el cuerpo lentamente, al ritmo de la música, de una forma sutil y casi sin darme cuenta, cuando noté una mano en mi cadera. Pegué un bote, sobresaltada, y cuando me giré vi a Gabriel reírse.
Me quité los auriculares y lo empujé por los hombros.
—Que casi me matas del susto, hombre —me quejé.
—Ese "casi" es importante —contestó, y solté una carcajada—. ¿Me desnudo ya?
—Qué impaciente.
Él solo me dio una sonrisa. Había una parte del aula en la que había una especie de escenario, puesto allí especialmente para que los modelos pudieran posar, así que le indiqué que se sentara allí. Puse el caballete delante mientras Gabriel se ponía cómodo sobre el taburete. Puse una tabla de madera, porque iba a trabajar sobre papel, y no sobre lienzo, y pegué la hoja con cinta adhesiva.
Empecé a dibujar mientras él se dedicaba a mirar alrededor del aula, intentando quedarse quieto, pero no tardó ni cinco minutos en volver a hablar.
—Me aburro.
—Eres el peor modelo del mundo.
—Pues soy el único que tienes, así que me vas a tener que aguantar —respondió, y sonreí.
—Qué remedio... —murmuré mientras volvía mi atención al dibujo.
Hice varios esbozos rápidos, que fui dejando sobre la mesa a medida que los terminaba.
—Ahora necesitaré que te quites la camiseta —le pedí.
—Uy, no sé, hace un poco de frío...
—Pero si te estás muriendo de ganas.
Él se echó a reír y obedeció, sacándose la camiseta azul que llevaba antes de dejarla en el suelo de cualquier manera. No pude evitar quedarme mirándolo durante unos segundos, sin ningún tipo de disimulo. Ya lo había visto sin camiseta tiempo atrás, cuando me quedé a dormir en su casa y me lo encontré durmiendo en el sofá solo en pantalones, pero aun así me sentía fascinada. No diría que estaba especialmente musculado, pero su torso estaba definido. Los abdominales se marcaban pero sin exagerar, y tenía algunas pecas repartidas por su piel. Se movió, haciendo que sus músculos se flexionaran, y tampoco me perdí cómo se le marcó la vena en uno de los brazos cuando lo hizo.
Pensé que iba a soltar algún comentario ingenioso, pero no dijo nada. Se quedó callado, mirándome con curiosidad, y tuve que hacer un esfuerzo enorme para devolver la atención a lo que tenía que hacer. Me centré en la parte superior de su cuerpo, en las líneas que lo formaban, y mi trazo se aceleró cuando él hizo un movimiento para desperezarse, estirando sus brazos hacia arriba. Estaba empezando a notar cómo todo fluía, y por fin sentía que todo era correcto, que esos dibujos, pese a solo ser esbozos por el momento, tenían más vida que todos los que había hecho hasta entonces.
Iba a pedirle que se deshiciera de los pantalones, pero entonces recordé que estábamos en un aula de la facultad, y que podía entrar alguien en cualquier momento, así que me levanté, ante la mirada interrogante de Gabriel, fui a coger las llaves que seguían sobre la mesa de la profesora, y cerré la puerta de modo en que nadie podría abrirla.
—Bien pensado —comentó él, aunque su tono no denotaba que estuviera bromeando.
—No creo que quieras que nadie te vea en calzoncillos —respondí.
—Me da bastante igual, si te digo la verdad... Entonces, ¿me quito los pantalones?
—Por favor. —Sonreí, y él me devolvió el gesto.
Estuve dibujándolo mientras se los quitaba, centrándome en cómo su cuerpo se doblaba y sus músculos se flexionaban. Lo hizo poco a poco, seguramente teniendo en cuenta que yo estaba dibujando, y los dejó al lado de la camiseta, en el suelo. Se quitó los calcetines y se incorporó un poco, hasta que su espalda quedó recta. Una sutil V se dibujaba desde sus caderas hacia el interior de sus calzoncillos, y tuve que volver a hacer un esfuerzo para concentrarme en lo que estaba dibujando.
—¿Quieres que me siga moviendo, o me quedo quieto?
—Quieto —murmuré, concentrada en añadirle sombras al dibujo.
—A sus órdenes.
Terminé varios esbozos, y me levanté para esparcirlos todos por la mesa y mirarlos con atención. Decidí ponerles color, pero opté por las acuarelas porque el acrílico iba a tardar demasiado en secarse. Cogí el estuche y un par de pinceles pequeños, porque no quería hacer dibujos demasiado grandes, ya que sería más difícil pintarlos con las acuarelas.
—Sácame guapo, eh —dijo él, que estaba visiblemente aburrido.
—Tampoco es muy complicado —contesté sin pensarlo demasiado, y casi pude escuchar cómo sonreía.
—Siempre recordaré este día como el día en que Ari me tiró un piropo.
—Pero si seguro que te he dicho cosas así de bonitas antes —respondí, divertida—. Shakespeare no es nadie a mi lado.
Él se rió, y yo sonreí antes de volver al trabajo.
Cuando quise darme cuenta, había pasado casi una hora, y la mesa estaba llena de esbozos y algunos dibujos más elaborados. Habíamos probado diferentes poses, y la verdad es que cada vez estaba más satisfecha con los resultados... y con las vistas que tenía, que podía tocar si solo caminaba unos metros, algo de lo que cada vez tenía más ganas. El ambiente se había ido cargando de tensión sexual, hasta el punto en el que sentía que si no dejaba de hacer el tonto y me levantaba, iba a estallar.
Así que lo hice. Me levanté del taburete y caminé hacia él, con su mirada clavada en mis movimientos. Subí al escenario y me senté justo delante de él. Toqué su tobillo, y fui subiendo la mano, acariciando su piel. Noté cómo se tensaba, y tuve que reprimir una sonrisa para mantener mi expresión seria. Llegué a sus calzoncillos, y subí, evitando expresamente la zona del centro, hasta llegar al elástico.
—Voy a necesitar que te quites esto —murmuré.
Él tardó unos segundos, pero empezó a quitárselos poco a poco, sin dejar de mirarme. Los bajó por sus piernas, dejándome ver esa parte de su cuerpo que llevaba tiempo queriendo descubrir, donde se estaba empezando a formar una erección. Se sacó ese último trozo de tela que había en su cuerpo y lo tiró hacia atrás, sin ni siquiera mirar a dónde iba a parar. Hubo un breve silencio antes de que él hablara.
—Vas a tener que volver al caballete, ¿no?
Hice como que me lo pensaba unos segundos.
—Creo que, esta vez, voy a pasar.
Me puse de rodillas delante de él, y llevé una mano a su nuca, incitándolo a bajar la cabeza para poder besarlo. Empecé a hacerlo poco a poco, saboreando sus labios y dejándole probar mi lengua de vez en cuando, pero pronto nos estábamos devorando con ansias. Llevé una de mis manos a su polla y, cuando noté que ya estaba dura, sonreí en sus labios. Me aparté para besar su cuello, su pecho, su abdomen, su ombligo... Gabriel gimió cuando dejé un beso húmedo en la punta de su miembro, y una de sus manos se enredó en mi pelo en lo que pareció casi un acto reflejo.
Abrí la boca y lo introduje dentro, hasta llegar al fondo. Él volvió a gemir y su agarre en mi pelo aumentó, haciéndome un poco de daño, cosa que solo hizo que calentarme más. Empecé a subir y bajar mis labios por su longitud, poco a poco al principio, pero no tardé en aumentar la velocidad. Gabriel gruñó cuando empecé a ir más rápido, y a los pocos minutos tiró de mi pelo con suavidad, para indicarme que me apartara. Lo hice, y lo miré.
—Es un poco injusto que yo esté desnudo y tú todavía lleves toda la ropa puesta.
Sonreí antes de levantarme. Me saqué el jersey, tomándome mi tiempo mientras su mirada permanecía fija en mí. No llevaba sujetador, así que la parte superior de mi cuerpo quedó desnuda en cuanto me deshice de la camiseta. Llevó su mano a mi espalda y me acercó a él para darme un corto beso antes de llevar su boca directamente a uno de mis pezones. Gemí cuando noté su lengua caliente jugando con él, y me apreté contra su boca de forma involuntaria, buscando más. Su otra mano pellizcó el otro pezón, provocando un calor casi insoportable entre mis piernas, y empecé a quitarme los pantalones mientras él seguía dándome placer con su boca.
Ni siquiera me quité las bragas antes de sentarme encima de él, cuando mis pantalones ya estaban en el suelo, y volví a besarlo. Jugué con su lengua mientras mis manos no paraban de acariciar su cuerpo, y empecé a moverme para rozar su polla con mi centro. Él se cogió el miembro con la mano y frotó la punta contra mi entrada, todavía cubierta por la tela de mis bragas.
—Condón —murmuró, más para sí mismo que para mí, y se inclinó hacia el suelo para buscar sus pantalones.
Tuvo que estirarse hacia atrás para cogerlos pero, en cuanto lo hizo, apenas tardó un par de segundos en encontrar lo que buscaba. Sacó el paquete metálico del bolsillo de sus pantalones y yo me levanté para poder ponérselo.
—Alguien ha venido preparado —comenté, divertida, y él sonrió.
—Algo me decía que hoy terminaría pasando esto.
Cogí el paquete de entre sus dedos y lo abrí para coger el preservativo y desenrollarlo por su longitud. Me deshice de mis bragas rápidamente y no perdí más tiempo. Me senté, introduciéndolo dentro de mí, y ambos gemimos cuando llegué hasta abajo. Me sujetó de las caderas con las manos y empecé a moverme lentamente, notando cómo entraba y salía de mí. Cerré los ojos y dejé que la sensación me invadiera. Cuando los volví a abrir, Gabriel me miraba con la boca entreabierta. Su expresión de placer fue todo lo que necesité para aumentar el ritmo, tanto que pronto tuve que taparme la boca con una mano porque mis gemidos empezaban a ser demasiado altos.
De repente, él me pasó un brazo por la cintura y se levantó, llevándome consigo. Me tumbó en el suelo con delicadeza, para no hacerme daño, pero en cuanto se colocó encima de mí, empezó a embestirme con fuerza. Mordí su hombro, intentando no gritar, y él gruñó mientras seguía entrando y saliendo con rapidez. Estuvimos así durante varios minutos, hasta que lo empujé hacia atrás y me puse yo encima, retomando el control. Lo besé para acallar nuestros gemidos y pronto él empezó a embestir hacia arriba, indicando que estaba a punto, hasta que noté cómo su polla se contraía y se empezaba a correr, apretando mi culo con fuerza hacia él.
Pero al parecer no estaba del todo satisfecho, porque me volvió a tumbar y metió su cabeza entre mis piernas. Yo no podía estarme quieta del placer que me estaba dando con su lengua, y estaba a punto de llegar cuando alguien intentó abrir la puerta. Gabriel paró, y nos miramos.
—No me jodas —murmuré.
El ser inoportuno que estaba fuera pareció no entender que el aula estaba cerrada, porque volvió a intentar abrir la puerta. Gabriel me dio una sonrisa malévola antes de volver a lo que estaba haciendo, y me volví a tapar la boca para no gemir, porque seguro que nos escucharían. La persona llamó a la puerta mientras yo empezaba a mover mis caderas hacia la boca del rubio, buscando la liberación, y tuve que morderme la mano cuando llegué al orgasmo.
Gabriel se tumbó a mi lado, con una sonrisa en la cara. Su cuerpo brillaba por el sudor, y cuando miré hacia el mío vi que estaba igual. Me giré hacia él y lo besé, empezando a notar cómo mi cuerpo se relajaba.
—Eso no ha estado nada mal —comenté.
—¿Nada mal? —Levantó una ceja—. Si casi te arrancas la mano cuando te has corrido.
Me eché a reír y él pasó su brazo por mi nuca, atrayéndome hacia él para abrazarme. Dejé un beso en su pecho y cerré los ojos, sintiéndome en el cielo.
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Bueno bueno BUEEEEENOOOOOO que ya ha habido ñiqui ñiquiiii (aunque sin aceite, pero bueno, quedan muchos capítulos por delante jeje).
Ayer no pude publicar porque Sant Jordi (feliz día del libro atrasado, por cierto :D) es mi día favorito del año pero también el más estresante porque quiero hacer muchas cosas pero todo está llenísimo de gente aquí en Barcelona, así que por la noche estaba hecha una porquería JAJAJAJ pero nada, ya está aquí, el capítulo que todas estábamos esperando (y me incluyo).
Ahora mi pregunta favorita: ¿qué creéis que pasará ahora? c: Que rulen esas teorías.
Un abrazo,
Claire
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