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Inspiré con fuerza, con la vista clavada en mi imagen en el espejo. Dejé salir el aire poco a poco, notando cómo escapaba de mis pulmones, y pasé una mano por mi pelo. No me sentía lista para afrontar lo que estaba por venir, pero tampoco tenía más remedio, así que salí del cuarto de baño de la facultad y caminé por el pasillo desierto hasta vislumbrar la puerta del aula en la que tenía clase.

Había tenido la suerte de no encontrarme con nadie al entrar —lo que pasa cuando llegas más de media hora tarde—, pero igual había sido peor, porque ahora tendría que entrar en una clase que ya había empezado, y toda la atención iría hacia mí.

No quise darle más vueltas y abrí la puerta. Le di una mirada de disculpa a la profesora —la de siempre—, y ni siquiera me miró mal porque supongo que ya esperaba que llegara tarde. Igual tenía que esforzarme un poco más en estar en clase a la hora... pero mejor dejarlo para el curso siguiente.

Noté varias miradas sobre mí, y miré a Leo de reojo muy rápidamente, para ver que su atención estaba clavada en mí con intensidad. Luego examiné la clase y vi que Gabriel estaba sentado en el fondo, solo —seguramente porque también había llegado tarde— y me estaba sonriendo, así que fui a sentarme con él.

En las pequeñas vacaciones que habíamos tenido, entre los días en París y los que había pasado en casa, me había puesto dos objetivos. El primero, que al volver a clases hablaría con Leo, de la forma más correcta posible y sin gritarle —aunque se lo merecía—, para poder cerrar ese desagradable capítulo. El segundo, que iba a acostarme con Gabriel. No sabía cuándo ni cómo, pero sabía que quería hacerlo. Hasta ese entonces me había estado reprimiendo por una persona que ni siquiera merecía la pena, y ya había perdido demasiado tiempo negando mi atracción por el rubio.

—¿Qué tal París? —me preguntó en un susurro en cuanto me senté a su lado.

—Llena de franceses —susurré de vuelta, y sonrió.

—Esa respuesta ha sonado como algo que diría mi abuelo —bromeó, y le di un empujón en el hombro, con la mala suerte de que calculé mal la fuerza y casi lo tiro de la silla.

No llegó a caerse, pero hizo el ruido suficiente como para que media clase se girara hacia nosotros, incluyendo a Leo y al profesor. Se formó un silencio, durante el que tuve que reunir todas mis fuerzas para no empezar a reír, y cuando la profesora volvió a su explicación, la mayoría de la gente volvió a girarse... excepto Leo, que nos miraba como si nos pudiera atravesar con los ojos.

Incapaz de resistirme, levanté la barbilla en un gesto de desafío, y él se giró de nuevo.

—¿Habéis hablado? —susurró Gabriel.

Negué con la cabeza.

—Todavía no.

No me preguntó nada más, y nuestra atención se centró en lo que decía la profesora. Aunque ya habíamos tenido una materia con ella en el semestre anterior, esta asignatura era nueva, así que me iba a tocar esforzarme. Mis notas del semestre anterior —las que ya nos habían dado, al menos— no habían sido malas, pero sentía que podía hacerlo mucho mejor.

Al salir de clase, todos mis amigos, Gabriel incluido, se fueron al bar para aprovechar el descanso de media hora que teníamos antes de la siguiente clase, como siempre. Yo me entretuve un poco más, porque tenía que ir a secretaría a preguntar una cosa sobre mis asignaturas, y fue cuando estaba yendo hacia la salida de la facultad que Leo aprovechó para acercarse. Tenía cara de no haber dormido, y por un segundo casi sentí lástima por él, pero luego recordé lo que me había hecho y se me pasó tan rápido como había venido.

—Tenemos que hablar —dijo.

—Sí, estaría bien. —Me crucé de brazos y lo miré—. Adelante, habla.

Él suspiró y miro al suelo, como si estuviera ensayando lo que iba a decir. Pasó casi un minuto y yo ya estaba a punto de irme, pero entonces habló.

—Lo siento mucho —empezó—. Ya sé que lo he dicho mil veces, pero es la verdad. La lié, y no sé cómo arreglarlo. No quiero perderte, y no quise hacerte daño, pero estaba borracho y no pensaba con claridad. Me puse celoso porque te besaste con Gabriel, y ya sabes que es un tema que me duele porque...

Ahí fue cuando lo interrumpí.

—Como vuelvas a poner la excusa de que te pusieron los cuernos y ya no confías en nadie, te prometo que me voy, y no volverás a tener la oportunidad de explicarte —le aseguré.

Tragó saliva.

—Pero es que es la verdad —dijo.

—Pues mira, ahora eres tú la persona que le ha puesto los cuernos a alguien, ¿estás orgulloso? —estallé, cansada de su discurso de mierda—, Ahora eres tú el que ha hecho que me vaya a costar confiar en los demás. Pero, ¿sabes qué? Que yo lo intentaré, y si tengo problemas para confiar en alguien no pondré la excusa de que un gilipollas con el que salía se tiró a otra delante de mí, porque ese es mi problema, y no el de la persona con la que esté. Y no sé qué dices de que quieres arreglarlo, si ya no hay nada que arreglar, y de que no quieres perderme, teniendo en cuenta que ya me has perdido.

—Pero... —empezó, pero yo ya había tenido suficiente.

—"Pero" nada —espeté—. Se acabó, Leo. La cagaste a lo grande, e igual deberías pararte a pensar en qué cojones te pasa por la cabeza, en vez de ir poniendo excusas.

No le dejé decir nada más, y me fui. No sabía ni cómo había podido pensar que esa conversación tenía alguna posibilidad de salir bien, y estaba molesta, mucho. Decidí irme a dar una vuelta para calmarme, en vez de ir al bar, porque no tenía ganas de contestar a las preguntas que caerían si me presentaba allí con cara de pocos amigos.

Volví justo a tiempo para la clase de dibujo. Seguía algo molesta, pero el paseo me había ido bien para despejarme. Me senté en una de las dos mesas largas que había en el aula de dibujo, al lado de Marian, que sacaba sus lápices distraídamente.

—Anda, la desaparecida —dijo en cuanto reparó en mi presencia—. ¿Cómo es que no has venido al bar?

—Me he ido a dar una vuelta —contesté, y di una rápida mirada al aula para ver si Leo estaba allí y, cuando vi que no, probablemente porque le habría dado otra de sus rabietas después de nuestra conversación, continué—. Leo ha venido a hablarme y he terminado mandándolo a la mierda, así que necesitaba caminar un rato.

—Menudo imbécil —murmuró.

Delante de nosotras estaban Natalia y Gabriel, que hablaban sobre algo mientras la pelirroja garabateaba en su libreta. El rubio levantó la mirada y me dio una pequeña sonrisa, que le devolví.

—Buenos días —dijo el profesor, entrando en el aula y tirando su mochila encima de la mesa—. Siento llegar tarde, es que la impresora se ha vuelto a estropear y tenía que imprimir el enunciado del ejercicio que empezaremos este semestre.

Dicho esto, sacó dos montones de hojas, y puso uno de ellos en cada mesa para que fuéramos cogiendo uno para cada alumno. Alargué la mano para coger un papel, sin reparar en que Gabriel había hecho lo mismo y, cuando nuestras manos se rozaron, volví a sentirlo.

Esa sensación de adrenalina recorriendo todo mi cuerpo, esa anticipación que solía sentir cuando lo tocaba, había vuelto.


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Holaaaaaaa

Después de 2 semanas sin actualizaciones, this girl is back (no me sentía muy bien así que decidí tomármelo con calma). Ayer no me dio tiempo a subir, pero el día de actualización seguirán siendo los miércoles :)

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