34
Liam
-Ugh, estoy muerta -se queja Alex, echándose en la cama.
-Bueno, ya hemos terminado -sonrío, satisfecho.
Todas mis pertenencias ya están en el piso que ahora Alex y yo vamos a compartir, y honestamente me siento aliviado porque ya estaba hasta los huevos de cargar cajas y de comprar muebles.
Mamá y Sophie se han puesto bastante tristes de que me haya ido pero joder, tengo veinticuatro años, ya era hora de que me independizara. Además, les he prometido que iré a verlas como mínimo una vez a la semana. No me voy preocupado porque ahora papá trabaja menos horas y podrá ir a dejar y a buscar a Sophie de la escuela.
-Podríamos salir esta noche para celebrar que ya eres oficialmente independiente -me sugiere Alex-. Seguro que Matt y los demás se apuntan.
-Vale -contesto, encogiéndome de hombros.
Son las cuatro de la tarde, lo que significa que tengo un rato para descansar. Me echo en mi nueva cama, tapándome con las sábanas que acabo de poner, y suspiro. Normalmente me pondría a trabajar en diseños nuevos, al fin y al cabo lo único que he hecho en este último mes ha sido trabajar y mudarme, porque cuando no hago nada me pongo a pensar y me rallo.
Hace un mes que no sé absolutamente nada de Alice, ella no se ha intentado comunicar conmigo y no contestó cuando le llamé una vez, pero eso no es lo que más me preocupa. Sophie está muy triste porque dice que Noah lleva semanas sin ir a la escuela, y necesito saber qué está pasando. Llamé a Alice para preguntarle si estaba todo bien pero ella no contestó -aunque tampoco esperaba que lo hiciera-. Joder, la echo tanto de menos, sé que yo le dije que no quería nada con ella hasta que no se dejara querer, y lo sigo manteniendo, pero el vacío que ha dejado Als se nota cada vez más.
No sé en qué momento me quedo dormido, pero cuando despierto Alex ya se está cambiando para salir, y yo me pongo a hacer lo mismo. Me cambio los pantalones de chándal por unos tejanos negros, rebusco entre mis cosas hasta encontrar una camiseta blanca y peino un poco mi cabello, que ha crecido bastante. Me lo tendré que cortar algún día de estos.
-¡Lili! ¿Estás listo? -me pregunta Alex, gritando desde el salón.
-¡Deja de llamarme Lili, Alexander! -grito de vuelta.
-No me llamo Alexander, gilipollas -gruñe, abriendo la puerta de mi habitación.
-Ni yo Lili, así que deja de joderme.
-Nunca -me saca la lengua-. Venga, va, date prisa.
-Lo llego a saber y me quedo con mis padres -murmuro, pero ella me oye y me da una patada en la pierna.
Dos horas más tarde me encuentro en un bar lleno de gente, sentado con Matt, Alex, George y Dalia, con una cerveza delante y pocas ganas de celebrar nada. Dalia y Alex están muy pegadas, y ahora recuerdo que Alex me mencionó algo sobre que tenía una novia, ¿es Dalia? No pegan demasiado, desde mi punto de vista, pero si ellas son felices está bien.
Entonces ellas empiezan a besarse y mis dudas se resuelven. Sí, están juntas. De verdad que me alegro por Alex, pero ahora lo último que me hace falta es ver una escena de parejita, cuando la chica a la que quiero está desaparecida de mi mundo, como si ella nunca hubiera estado en él.
Me levanto de la mesa y voy a la barra a pedir otra cerveza. Estoy esperando a que me la den cuando una mano se apoya en mi hombro y giro la cabeza, encontrándome a Matt.
-¿Qué pasa? -le pregunto.
-Nada, tío, venía a ver como estás -contesta-. No estás demasiado animado hoy.
-Estoy cansado de tanto cargar cajas.
-Dudo que sea eso -niega con la cabeza-. Y creo que tiene algo que ver con la chica con la que estuviste en mi fiesta de hace un mes.
¿Cuándo coño ha aprendido Matt a leer mentes?
-¿Te lo ha contado Alex? -pregunto, levantando una ceja.
-No, la boca de Alex está sellada, pero te vi un poco hecho mierda después de estar con ella, y no has vuelto a ser el mismo desde entonces. ¿Te dijo que la tienes pequeña o algo?
-Vete a la mierda -gruño, apartándole, y él se echa a reír.
-Va, ahora en serio, si necesitas hablar me tienes aquí, ya lo sabes -dice antes de ir de nuevo hacia la mesa.
Suspiro y cojo la cerveza que me tiende el barman. La verdad es que no tengo ganas de hablar con nadie de Alice, porque la única solución que hay a nuestro problema se encuentra en ella, y en nadie más. Sí, yo podría estar mandándole flores y cartas de amor, pero no me van esas mierdas y sé perfectamente que a Alice tampoco, por lo que me mandaría a la mierda.
-¡Lili! Me voy con Dalia a su casa, dormiré allí -me dice Alex en cuanto llego a su mesa.
-¿Tan pronto os vais? -pregunta George.
-Sí, tenemos cosas que hacer -dice Dalia.
-Creo que todos sabemos cuales son esas cosas -bromea Matt.
La única respuesta de Alex es guiñarnos un ojo y desaparecer con su novia por la puerta del bar.
-Vaya dos se han juntado -comenta George-. Aunque hacen buena pareja.
-Sí, eso hay que admitirlo -asiente Matt, y yo me limito a encogerme de hombros.
A mí también me gustaría tener a Alice aquí ahora, volviéndome loco como siempre, pero no se puede tener todo, ¿no?
-Bueno, creo que yo también iré tirando -digo, levantándome.
-¿Ya? Si apenas son las dos de la mañana, y además está diluviando, he salido antes a fumar y he tenido que volver a entrar corriendo -contesta George.
-Da igual, no me molesta la lluvia -me encojo de hombros.
-Pero si te vas a morir de hipotermia, loco, que estamos en febrero -dice Matt-. Coge un taxi.
-Ya veré -murmuro antes de empezar a caminar hacia la puerta.
En cuanto salgo al exterior compruebo que, efectivamente, está lloviendo a cántaros, pero descarto la idea de coger un taxi porque a estas horas tendría que llamar a uno y esperar un buen rato, y tengo ganas de ir a casa. Tendría que haber sido más previsor, como Alex, y haber cogido un paraguas en cuanto he visto lo negro que estaba el cielo, además de que en Londres no es nada raro que llueva.
Empiezo a caminar bajo la lluvia, sin preocuparme demasiado sobre si me estoy mojando, y cuando llevo unos diez minutos de camino, hay algo que me llama la atención. Delante de un edificio, en la acera, hay una chica sentada, con la cabeza entre sus rodillas. Pero lo que me hace empezar a correr hacia ella es su inconfundible cabello azul.
-¡Alice! -grito, pero ella no se mueve, así que acelero el ritmo, sin que me importe una mierda si resbalo.
Puede que ni siquiera sea ella, hay mucha gente con el cabello azul en esta ciudad, pero hay algo que me dice que sí lo es, y cuando me agacho delante de ella y levanta la cabeza, lo confirmo. Es Alice.
Tiene la raya de ojos completamente corrida, manchando sus ojeras de negro, y algunas líneas negras que llegan hasta sus mejillas delatan que ha estado llorando.
-Alice, ¿estás bien? -le pregunto, pero ella no contesta, simplemente entrecierra los ojos y se echa a llorar.
Toco su hombro desnudo, ya que ella lleva solo una camiseta de tirantes y unos pitillos negros, y en cuanto noto su fría piel bajo mis dedos, mi primer impulso es abrazarla. Ella agarra mi camiseta entre sus manos y llora aún más fuerte.
-Te llevaré a casa, ¿de acuerdo? No podemos quedarnos aquí, vas a congelarte -le digo, y ella niega con la cabeza-. ¿Quieres ir a mi casa, entonces?
Me tomo su falta de respuesta como un sí y me saco la chaqueta, poniéndosela encima para que no coja más frío. La levanto del suelo y la cojo en brazos, dándome cuenta de que pesa aún menos de lo que solía, ha adelgazado mucho.
Cinco minutos más tarde llegamos a mi casa, y en cuanto el calor nos recibe, Alice empieza a temblar ligeramente. La bajo de mis brazos y toco sus manos, las cuales están demasiado frías. Voy al cuarto de baño, con Alice de la mano, y abro el grifo de la bañera.
Alice me observa mientras la desnudo pero se deja hacer, no dice nada, su mirada está perdida en mí. En cuanto ya está completamente desnuda, suspiro al ver su cuerpo. Sus huesos se marcan mucho, tiene incluso algunos moretones, seguramente causados por lo frágil que está su cuerpo. La ayudo a meterse en la bañera caliente y ducho su cabeza y sus hombros hasta que sus temblores paran.
-¿Qué hacías ahí en medio de la lluvia? -le pregunto, acariciando su cabeza, y ella sólo me mira, no contesta.
Cuando ya parece más calmada, limpio sus ojos, quitando todo el maquillaje negro hasta que ya no queda nada. Sus ojos marrones me miran con una expresión que no sé descifrar, y las pequeñas pecas que tiene debajo de sus ojos y sobre su nariz se ven con más claridad.
La saco de la bañera y le pongo una de mis camisetas, mis bóxers y unos pantalones de pijama de Alex, ya que los míos se le caen. La llevo hasta mi cama y la echo ahí, tapándola con las sábanas y con una manta de más.
Ella sigue mirándome y suspiro, poniendo la silla de mi escritorio delante de la cama y sentándome allí.
-¿Qué te ha pasado? -le pregunto, y ella sigue sin contestar-. ¿Dónde está Noah?
Sus ojos se ensanchan y las lágrimas los inundan hasta que rompe a llorar desconsoladamente. Yo me acerco a ella y la abrazo, a lo que ella llora aún más. ¿Qué coño ha pasado con Noah? Joder, estoy jodidamente preocupado, ¿qué le ha pasado al pequeño?
-Se llevaron a Noah -solloza, contestando a todas mis preguntas-. Se llevaron a Noah y ya no tengo nada, ni a él ni a ti.
Supongo que su padre volvió a por él, y no creo que lo hiciera en las mejores condiciones teniendo en cuenta como está Alice.
-A mí me vas a tener siempre -le digo, acariciando su cabeza, y ella empieza a calmarse.
-Y-yo sólo no quería hacerte daño, no soy buena para ti...
-Eres todo lo que tengo, Als, no digas eso porque no es verdad -la interrumpo-. Eres de las pocas cosas que me hacen feliz.
-Te quiero, Liam -me confiesa, y no puedo evitar sonreír un poco pese a las condiciones en las que nos encontramos.
Voy a decirle algo, pero entonces noto cómo su respiración se tranquiliza y suelta pequeños suspiros, indicando que está dormida.
Me separo de ella y la tapo bien con la manta. Cuando veo que ya está bien protegida contra el frío, voy a buscar su bolso, el cual ha quedado empapado, pero consigo sacar su móvil, y sorprendentemente funciona. Lo desbloqueo con facilidad, Alice apenas usa su móvil así que ni siquiera tiene un código puesto, y busco por su lista de contactos hasta que encuentro a Louis.
Presiono a llamar, y a los pocos tonos él me contesta. Suerte que vive en Los Ángeles y allí aún es de día.
-¿Alice? -pregunta, sorprendido. Supongo que Alice no llama demasiado.
-Soy Liam -contesto-. Alice no está bien.
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