[❤] Capítulo 3
¿Conociendo?
Nueve agotadoras horas en avión pasaron tan lentamente, Anna estaba un poco acalambrada, no estaba tan acostumbrada a permanecer tanto tiempo sentada sin hacer nada, el viaje había sido estresante, solo deseaba llegar cuanto antes al hotel donde se hospedaría, fue confuso, no sabía a donde ir, asi que tomó un taxi, indicándole la dirección, durante el pequeño viaje lo poco que pudo observar le encantó, su arquitectura, esa ciudad tan hermosa e iluminada, le parecía simplemente maravilloso.
Anna ya se había adelantado he hizo una reservación en aquel hotel por línea, solo dio sus datos y le entregaron sus llaves.
Al llegar a su habitación, se lanzó en la cama matrimonial, ¡si, matrimonial! A ella nunca le había gustado dormir en espacios pequeños. El viaje había sido totalmente extenuante, se despojó de todas sus prendas para quedar solo en ropa interior, quedó rendida de inmediato en los brazos de Morfeo.
Necesitaba recuperar energías, porque para el siguiente día sería su recorrido en el Crucero, un día lleno de sorpresas.
El sol se asomaba suavemente por la rendija de la ventana provocando que Anna se despertara, sentía frío, aún era temprano y a esa horas el clima era muy fresco, frío para ella ya que no estaba acostumbrada a ese clima templado.
Estaba emocionada, lo primero que haría, sería ir al Crucero por el río Sena, luego por supuesto, por la noche vería la Torre Eiffel en su mayor esplendor, ya después se encargaría de visitar los museos y otros lugares en su lista.
Terminó de despertarse, se metió a la ducha, se vistió y bajó a desayunar a la panadería que vio en la noche, se veían deliciosos los croissant y brioche, luego de haber desayunado, se dispuso a recorrer más la zona en la que estaría por tanto tiempo, tendría que saber su entorno, pero, ¿dónde quedaba el Crucero?, se le ocurrió preguntarle a alguien, habían muchas personas, pero todas parecían ocupadas y estaba un poco nerviosa, hace mucho que no practicaba el francés y temía equivocarse.
Y vio a un hombre, al parecer corpulento, estaba de espalda, ésta era ancha terminando en sus delgadas caderas, era alto, se atrevería a decir que más de un metro ochenta, iba con chaqueta y gorro, debió suponer al frío.
—Hola, ¿me podría decir donde queda el Crucero Bateaux Parissiens? —preguntó Anna con el acento francés que hace tanto no utilizaba.
Aquel hombre volteó, dejando toda su atención a aquella chica que le habló, él casi inmediatamente cayó en cuenta que era turista.
Su piel era trigueña, ojos café, estatura mediana, pero mucho más baja que él, cabellos oscuros, estaba un poco roja, pero eso lo debió al frío. Además que su acento no era muy bueno.
—Perdón, yo también quisiera saberlo —respondió con sinceridad.
Anna pudo ver su rostro más detalladamente, su tez era rosada, sus ojos eran de un azul que a ella le parecían muy lindos como zafiros, su cabello no se dejaba ver bien por el gorro, pero pudo ver algunos mechones pelirrojos, sus labios estaban rojos, dedujo que eran naturalmente rosados pero habían adquirido un color más fuerte por el clima frío, su francés era mil veces mejor que el de ella asi que supuso que era de allí, pero le sorprendió que él también estaba perdido.
—Oh. ¿Usted no es de aquí? —Anna tenía curiosidad.
—¿Eh?, no. Soy italiano, no había venido aquí hasta ahora —sonrió, le parecía divertido, ella lo miraba con duda.
A simple vista aquel hombre parecía serio y reservado, pero era muy risueño, sonreía mucho.
—Eh, ¿que tal si vamos y tomamos un café?, hace mucho frío, así nos calentamos.
Anna no estaba escuchando, estaba distraída pensando, pero logró oír lo último y se confundió, talves sería que su traductor mental se había equivocado.
—¿Qué? —la cara que puso, le causó risa al pelirrojo.
—Que vamos por un café, que mal educado soy, me presento mi nombre es Edgar Razetti, encantado de conocerla señorita —a ella le apareció muy formal, era muy educado.
—Un gusto, Anna Godoy.
Cada uno le intrigaba el otro, por fin entraron a la pequeña cafetería con temática parisina.
Ella pidió una rebanada de pastel de chocolate y un capuchino, mientras él una baguette y café, las preguntas comenzaron a surgir como en cualquier conversación, él tenía incertidumbre acerca de ella, Anna vacilaba al preguntar, no sabía porqué, pero la intimidaba inconscientemente.
—¿De dónde eres?, porque es más que obvio que no eres de aquí —preguntó aquel hombre enigmático, Anna solo podía pensar en esa aura de misterio que lo rodeaba.
—De Venezuela, aunque tengo una duda, ¿cómo es que un italiano, nunca a venido a París? —recitó con voz cantarina y juguetona.
—Bueno, cuando tenía nueve años me mudé a Alemania, y desde entonces no he vuelto.
—¿Los italianos son pelirrojos? —dijo dudosa.
—Es que heredé los rasgos de mi madre, ella era rusa y mi padre italiano.
—Y terminaste en Alemania. Esa es mi pregunta clave, y disculpa la confianza, apenas nos conocemos, pero ¿si tu madre era rusa y tu padre italiano, como terminaste en Alemania? —dudó un momento en preguntar pero al final lo hizo.
–Eh... —no pudo responder ya que su móvil empezó a timbrar dentro de su chaqueta, pidió permiso amablemente y se retiró para hablar con mayor privacidad.
Anna no sabía si se estaba tomando demasiada confianza, naturalmente ella era así, tenía esa duda y quería resolverla.
Pero era mejor no seguir preguntando pudo sentir que le causó incomodidad.
Miro su reloj y se dio cuenta de que se le había pasado la hora en ese pequeño cafetín, y ya era muy tarde para llevar a cabo su recorrido en el Crucero, pero se consoló conque había disfrutado mucho hablando con Edgar, le complacía que él se abriera a ella, y era la primera persona que conocía allí, él era muy amable y con una personalidad introvertida, pero había algo en él que no encajaba, no sabría decir que era, quizá intuición pero algo en él le decía que, era una persona totalmente diferente.
Decidió ignorarlo, quizás solo eran ideas suyas, pero de igual manera lo seguía encontrando desconcertante, ¿era normal insistir tanto?, también pensó en cambiar el tema en cuanto llegara, lo vio un poco nervioso cuando le preguntó aquello así que no quería incomodarlo.
Él por su parte, encontró muy divertida a Anna, de inmediato empezaba a hablar sin parar y hacía preguntas imprudentes, pero eso le gustaba, al principio cuando la vio, pudo ver que ella estaba nerviosa, talves la intimidó un poco, así que empezó a hablarle con soltura, la última pregunta que le hizo, lo incomodó, quería inventar le una excusa, pero no encontraba alguna.
Y su teléfono sonó, le pareció bastante oportuno, salió de la cafetería a contestar, su colega le avisó que tenía que ir de inmediato a la oficina ya que era algo importante.
Edgar se acercó de nuevo donde se encontraba Anna.
—Lo siento, tengo que irme, surgió un imprevisto —se disculpó apenado, la verdad era que quería quedarse más tiempo en su grata compañía, pero tenía que solucionar su problema de trabajo.
—No importa, de todos modos ya tenía que regresar al hotel —había un poco de decepción en su voz, porque al igual que él quería seguir platicando—. Fue un verdadero gusto hablar contigo, espero verte pronto.
—Quisiera acompañarte, ya está oscureciendo —esa excusa le serviría para al menos saber donde se estaba hospedando, así podría localizarla.
—No, no queda tan lejos de aquí así que no te preocupes, puedo ir sola, seguro te deben estar esperando, adiós Edgar.
Y con eso se fue, un par de minutos después ya estaba en el hotel, en su habitación y recordó que no había llamado a su madre así que se dijo que la llamaría por la mañana, estaba cansada a pesar que no había podido ir al Crucero al igual que Edgar. Le encantó conocerlo, le pareció un poco raro, pero eso estaba bien. Esperaba verlo pronto, ansiaba verlo pronto, sin saberlo.
Marzo, 7 de 2018.
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