21

T/n llamó al timbre de la casa de Grusha. Era miércoles y acababa de salir de trabajar. Había pasado por casa para coger la bolsa con la bufanda. Esperó un momento hasta he escuchó como abrían la puerta. Por la rendija de la puerta se asomó Grusha.

—¡Hola t/n!—la saludó él chico de cabello azul. Ese día tenía el pelo suelto.

—Buenas tardes Grusha. Ah sí, ¡feliz cumpleaños!

—¡Gracias!—parecía bastante emocionado.

Él se apartó de la puerta y la dejó pasar.

Los padres de su novio la recibieron.

—Hola t/n. ¿Qué tal estás?—la saludó la madre— ¿Has trabajado mucho hoy?

—Buenas, estoy bien, un poco cansada pero bien.

T/n fue al salón y saludó al padre. La madre trajo una tarta pequeña del supermercado y unas bolsas de patatas fritas. Las colocó sobre la mesa y todos se sentaron y le cantaron cumpleaños feliz a Grusha.
La chica le entregó la bolsa con la bufanda. El chico de cabello azul sacó la bufanda y sonrió ampliamente.

—¡Era justo lo que necesitaba! ¡Me encanta! ¿Donde la has comprado?

T/n dejó escapar una sonrisa tímida.

—No la he comprado.

—¿La robaste?

—¿Qué? ¡Claro que no! No soy una delincuente... La tejí yo...

—¿En serio?—Grusha se colocó la bufanda alrededor de su cuello a pesar de que hacía calor—T/n, eres la mejor.

Se levantó y fue a su lado. Le dió un beso y la abrazó fuertemente.

—Amor... De nada—le correspondió el abrazo y hundió la cabeza en hueco entre su hombro y su cuello.

Los padres se miraron entre ellos con una sonrisa en sus rostros.

—Me recuerda a cuando nosotros comenzamos a salir—dijo la madre con una risa.

—Si, que recuerdos—comentó el padre.

Grusha se separó de t/n y tomó el cuchillo para cortar la tarta del supermercado.

—Que, ¿Comemos ya?—preguntó el cumpleañero.

—Estaba esperando que dijeras eso—dijo t/n mirando la tarta con ganas de darle una mordida.

Grusha partió cuatro pedazos de tarta y le dió uno a cada uno. T/n tomó una cuchara y comenzó a comer. Estuvieron un rato hablando hasta que el chico de cabello azul llamó la atención de todos.

—¡Ah por cierto! ¡Quería comentaros algo importante!—comentó en voz alta el chico.

La novia dejó la cuchara y le prestó atención.

—¿Qué pasa?

—Veréis... ¡Me han invitado a participar en un campeonato de snowboard! Será en Sierra Napada y solo irán principiantes como yo de aquí de ciudad Meseta.

—¡Que bien Grusha!—exclamó la madre—¡Sabía que algún día te llamarían!

—Me alegro por ti hijo—lo felicitó el padre—, quién diría que se te daría tan bien el snow para que te seleccionen para una competición oficial.

T/n lo miró sorprendida.
Grusha se percató de que ella no decía nada.

—¿A ti que te parece t/n?

—Opino que no se nada de snowboard, pero si a ti te hace ilusión a mi también—dijo al fin con una sonrisa.

El chico hizo un gesto de victoria.

—Podrán acompañarme para ir de público a la competición tres personas justo, ¿Vendréis conmigo a verme?

Los padres se miraron entre ellos.

—Depende qué día sea—dijo la mujer.

—Ah claro. Un momento—sacó su teléfono y buscó el mensaje donde le daban los detalles de la competición. Leyó rápidamente—, eh... El mes que viene, el segundo fin de semana.

—Lo siento Grusha, ese día trabajo—dijo el padre.

—Yo tengo que hacer un curso del trabajo—informó la madre.

Cómo último recurso el chico de pelo azul miró a su novia. Ella al principio miró al trozo de tarta a medio comer que tenía en el plato.

—Yo tengo libre—enunció tras un silencio—, creo.

—T/n, te lo ruego. Ven conmigo el viernes a Sierra Napada. Nos quedaremos allí en un hotel dos días y regresaremos el domingo por la mañana—rogó Grusha con las manos en señal de plegaria.

T/n lo pensó.

—Se lo pediré a mis padres, aún soy menor. Cumplo años en diciembre—dijo sin mucha esperanza—. No sé si me dejarán, ya te diré.

—Aunque sea ruégale a tus padres, no me imagino yendo solo a eso.

Los padres siguieron comiendo lo que quedaba de tarta. T/n hizo lo mismo.

Al acabar la tarta comenzó a comer de una bolsa de patatas fritas que había en la mesa. Los padres se fueron a otra habitación para dejar a la pareja solos un rato.

—De verdad que quiero ir contigo. Pero no sé si mis padres me dejarán—admitió la chica masticando una patata.

—Ojalá que te dejen, no quiero ir solo. Imagina quedar con la peor puntuación y no tener con quién desahogarme o ganar el primer puesto y no tener con quién celebrarlo—dijo él.

—Sería bastante triste en ambas ocasiones—t/n soltó un bostezo. Había estado trabajando todo el día y ahora quería dormir, pues mañana tenía que trabajar también—. Bueno, creo que me voy a ir yendo—dijo levantándose de la silla.

—Claro, supongo que estarás cansada—se apartó la bufanda que le cubría la boca y le dió un beso en la mejilla a su novia. Luego le abrió la puerta de la casa para que saliera y se despidió—. Nos vemos otro día. No olvides preguntarle a tus padres.

—Claro, adiós Grusha—se despidió también con una sonrisa.

Salió de la casa y caminó por las calles hasta llegar a su casa.  Allí la recibieron sus padres.

—¿Qué tal esta Grusha?—preguntó su madre—¿Le gustó el regalo?

—Eso, desembucha—dijo el padre.

—Primero que nada hola—saludó t/n—, segundo, Grusha está bien, tercero, si, le gustó la bufanda. Y otra cosa más. Tengo que pediros algo.

Su padre frunció el ceño.

—Si es dinero para salir de fiesta la respuesta es no.

—¡Papá! ¡Sabes que ni siquiera salgo de fiesta!

—Ya lo se hija, era una broma.

—¿Qué iba a decir?—se quedó pensativa la chica frente a sus padres— Ah sí. A Grusha lo han invitado a una competición de snowboard en Sierra Napada y le haría mucha ilusión si yo fuera con él allí para animarlo y tal...

Los padres se miraron un momento.

—Por mi está bien, ya eres mayor. Estás a nada de cumplir dieciocho así que por mí si—aceptó la mujer.

El padre bufó.

—Está bien, puedes ir. ¿Qué día has dicho?

—Ah, no lo he dicho. En octubre, el segundo sábado. Nos iremos para allá el viernes, nos quedamos en un hotel y volvemos el domingo—aclaró ella.

La madre le sonrió a su hija.

—Me alegro de que al fin tengas ganas de hacer cosas. Eso demuestra que estás superando lo de Mariah.

—No me lo recuerdes...

La mujer se tapó la boca.

—Uy perdón.

T/n fue caminando a su cuarto.

—He comido tarta y patatas allí así que no voy a cenar. Nos vemos mañana—dijo cerrando la puerta tras de sí.

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