I.
Título: Promesa de sangre.
Género: Angst/Ligero romance.
Temática: UA! Sin Muertes.
Advertencia: Ninguna.
Personajes: Risotto Nero x Lectora.
La última vez que (Nombre) supo del Capo fue cuando solamente encontró los lentes de Giacchio y la máscara de Melone en un mismo charco de sangre, juró que no hubo noche más oscura y mórbida que esa. Aún recordaba el aroma a muerte y destrucción que fluctuaba en el antiguo cementerio, sin iluminación alguna vagaba en busca de Risotto, quien se despidió de ella antes de que toda esa persecución empezara a ejecutarse.
Ahora trenzaba su cabello para dar inicio a la nueva jornada de trabajo, el nuevo Don de Passione debía estarle esperando para realizar algunos encargos. El tiempo había transcurrido, siendo derrocado la antigua cabecilla de la mafia y reemplazado por el rubio de aires aristocráticos, quien se encargó de reclutarle aún sabiendo la traición que cometió en el pasado. Sin embargo, todavía las heridas emocionales estaban frescas, sentía llorar su alma y el corazón retorciéndose cuando despertaba un día más sin vislumbrar los enigmáticos orbes de su líder anterior. Y es que, jamás podría olvidarle, había sido una promesa que le profesó luego de consumar ese amor en acto carnal, entregándole todo lo que tenía al de cabellos albinos, dispuesta a esperarle el tiempo que fuese necesario para que él volviera a sus brazos.
Hasta la fecha, ese añorado acontecimiento no había sucedido, dándole ventaja a los fantasmas que le atormentaban en las madrugadas y los sueños que narraban la historia que construyó con su amado. Eso le llevó a rechazar numerosas propuestas e ignorar coqueteos, el de azabache cabellera uno de los principales que procuraba abstenerse -muy a pesar de su atrevida personalidad- porque en los cristalinos y transparentes ojos de la muchacha era perceptible el sentimiento que reinaba en su interior.
-No se muere aquel que se va, sino quien se olvida -solía decir la de mejillas sonrosadas, tal vez como una mantra que le daba consuelo o una forma de ahuyentar a los pobres que se enamoraban de ella.
Pero al fin y al cabo, era fiel creyente de tal alegato. Así que pocos meses bastaron para que los apodos que sus compañeros se esparcieran en el submundo del crimen organizado y eso comenzó con la implacable dama que no poseía corazón alguno, esa mujer que aplastaba a los enemigos y derramaba sangre culpable. No era para menos, puesto que Blue Siren conservaba la reputación que se labró en la Squadra y también, era lo único que quedaba de ella... o eso pensaban.
-¿De verdad lo sigues amando? -oyó al azabache interrogar sobre la estridente melodía pop en el bar.
Aborrecía esos ambiantes que le producían claustrofobia al ser tan estrechos e incómodos, ni hablar de la precaria higiene en el lugar y es que al detenerse a observar los cuerpos sedurosos bailando, probablemente apestando a alcohol u otro tipo de sustancias -que de seguro eran ilícitas- le daba náuseas. Sin duda quería marcharse de ese antro de mala muerte para acurrucarse en su mullida cama y escribir en el diario que decidió redactar para contarle a su enamorado lo que cruzaba por su mente si no tenía la suficiente confianza de charlar. Aunque, el de gracioso gorro no le permitiría largarse, porque según él le hacía falta algo de chispa a su neutral faz y quizás, un poco de gusto a sus insípidos días.
Lo que ni se imaginaba es que, posteriormente de entrar en calor bebiendo cerveza, tarareando las canciones de moda y tamborilear los dedos contra la mesa neón, uno de sus más allegados se atrevería a soltar tremenda bomba. Así que, con un hábil movimiento de manos, le pidió al bartender que le preparara algo más fuerte para conseguir la valentía y desahogar lo que se guardaba por orgullo de no mostrarse vulnerable.
-Todas las mañanas me levanto y le pido a un Dios que lo traiga a mí de nuevo, como la primera vez -contestó, sintiendo el líquido bajar por la garganta y quemándole. Pero ni se inmutó, a pesar de que las cuencas amanezaban ser llenadas con lágrimas-. Al anochecer pierdo las esperanzas, cuando no vislumbro sus especiales iris rojizos en la oscuridad de mi habitación y el proceso se va repitiendo, porque esa fe renace junto con el alba.
(Nombre) sonrió de lado, pasando sus dedos por el dije de cruz plateada que adornaba su cuello y meneó la cabeza para espantar la tristeza que se asemejaba a una nube gris sobre ella. No quería ser tan aguafiestas y arruinar esa salida con historias melancólicas, ni emociones rebeldes manifestadas en gotas por sus pómulos, deseaba continuar sonriendo y siendo casi feliz, porque tenía certeza de que Risotto Nero hubiese velado por eso.
-Eso demuestra que hasta el más calculador y cruel asesino puede albergar sentimientos genuinos -reflexionó el de iris ónice, terminando su piña colada.
-Hasta el más letal, Mista, así es -agregó la de mechones coloridos-. Por eso debí huir, al enterarse que yo era su talón de Aquiles no demoraron en enviar hombres por mi cabeza.
-Sin embargo, estás aquí, salud por eso.
Con las copas chocando, cambiaron radicalmente de tema y dejaron a un lado las aflicciones de la fémina.
Con ayuda de Bruno arrastró a Guido a su habitación, porque al parecer se había pasado de copas. Mientras que Abbachio y los demás miembros de la pandilla se encontraban reunidos en la estancia para retomar la ronda de preguntas incómodas dejada a medias. Por más que intentaron convencerle de que se sentara, no sirvió de nada, prefirió encerrarse en su cueva y ser confortada por el vago silencio que reinaba en la atmósfera.
Aún con el alcohol imperando en su sistema, se deslizó entre las suaves cobijas y frotó sus sienes al presagiar la infernal jaqueca de la mañana siguiente. No era la misma (Nombre), sus sentidos se hallaban adormecidos y podía percibir una presencia acompañándola, observando sus torpes movimientos desde la penumbra, así que con dificultad, activó su stand que no tardó en ejercirse sobre su espalda. Blue Siren estaba lista para soltar su grito mortal, capaz de estallar timpanos y los órganos del adversario colapsaran.
No obstante, el humanoide de apariencia mitológica y tétrica abrió sus horripilantes orbes perlados desmesuradamente, de sus fauces brotando un quejido lastimero que le hizo recuperar la conciencia plena a su usuario. Ella se puso de pie, empuñando una daga entre sus dedos y se acercó al gran ventanal del cuarto, sin pestañear, demasiado asustada. No sabía quien podía ser aquel individuo que produjo esa reacción en su stand, aunque todo se esclareció cuando atisbó la figura intimidante y alta como una torre frente a sí, pidiéndole que sujetara su inmensa mano.
-Jefe... -un jadeo salió de los labios femeninos, experimentando una emoción indescriptible que se esparcía por su anatomía y le daba cosquilleos.
No le daba crédito a lo que sus ojos veían, porque la imagen de Risotto se acercaba a lo divino y más cuando no traía puesto el característico gorro de cascabeles. Los relucientes cabellos platinos brillaron debajo de la luz de luna, que también alumbró su inamovible fisionomía, los iris carmesí y las escleróticas pintadas de sombra, aquello tenía que ser un engaño de su mente.
-He cumplido la promesa que te hice, (Nombre) -pronunció, su voz profunda siendo melodía fascinante a sus oídos e inundando las mejillas ajenas.
-Después del tiempo que transcurrió, donde nadie supo de tu paradero o si estabas muerto, estás aquí...
Agarró su mentón, un gesto que solía hacer para que le prestara exclusiva atención y atendiera lo que silenciosamente le exigía, era como un lenguaje secreto para ambos amantes, quienes disfrutaban la magia del instante.
-Al igual que tú lo cumpliste al esperarme -sentenció, ya tendrían el momento para contar lo que sucedió, ahora solo deseaba estar junto a ella.
Le arrebató el aliento, besándole de forma lenta e intensa como nadie más lo había hecho, reclamando los dulces labios rojos, posando su mano en la nuca contraria y la otra en su pequeña cintura. No había prisa, por eso le seducía con cada suave mordisco que le brindaba, enredando su lengua haciéndole gemir despacio, así el anhelo y la necesidad se fue manifestando en la manera que se apretaba contra su esbelta postura. Y ese era el principio de una larga bienvenida...
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