xix. Asuntos del corazón

. *・῾💘 ᵎ⌇💋 ⁺◦  📄 ✧.*

Aquella definitivamente debía ser una de las mayores torturas de su vida.

Tener frente a ella a quién había logrado reparar su corazón y volver a destrozarlo de forma inconsciente en solo un par de meses era como recibir mil puñaladas cuando menos te lo esperabas. Mirar tan fijamente a Liam y necesitar dejar de hacerlo pero no poder era para Marianne como saber que estás sangrando y no hacer ni el más mínimo intento de tratar de curarte.

Era hasta masoquista.

—Me dijiste que te importaba y luego te desapareciste de la faz de la tierra. —Su tono era dolorosamente honesto y no parecía haber intención alguna de suavizarlo. El rubio solo se dedicaba a mirarla sintiéndose avergonzado por su propio comportamiento—. Nada. Ni un llamado o un mensaje de texto...solo tu costumbre rara de aparecerte en mi ventana cuando crees que duermo.

El beta bajo la mirada al piso durante unos instantes, trató de encontrar formas de justificar toda la verdad que ella estaba soltando, pero no encontró nada. Si bien se había alejado con la intención de aclarar su mente, o más bien, sus sentimientos hacía ella, también hubo cobardía. Lo que menos quería era arriesgar la buena relación que habían formado luego de tantas problemáticas por culpa de la intensidad de sentimientos que tal vez no eran lo que pensaba.

—No estoy dispuesta a aceptar eso porque se que no lo merezco. —Las palabras quemaban porque les sobraba sentido y salían con tanta simpleza que empeoraba—. Si no eres capaz de ser honesto conmigo y dejar la inestabilidad, tampoco puedes estar en mi vida.

Liam no dijo nada, sus ojos se desviaron hasta el frontis del museo y se preguntó si estaba dispuesto a arriesgarse en esta ocasión, si es que sus reflexiones de días habían sido de verdadera ayuda.

—¡Marianne, viniste! este lugar esta plagado de directivos importantes, se respiran oportunidades adentro. —Una voz los interrumpió antes de poder seguir hablando. Allí se encontraba un chico desconocido a los ojos del rubio, que no podía evitar demostrar su molestia al verlo llegar tan concienzudamente al lado de la nombrada—. ¿Y quién es tu acompañante? ¿tu hermano?—añadió al notar la mala mirada del beta, que casi parecía quemarlo luego de lo último.

—No soy su hermano, ¿quién eres tú? —preguntó devuelta de mala gana, provocando que la chica le diera un codazo para intentar acallarlo.

Y así, tan simplemente, toda la tranquilidad y diplomacia se habían escapado corriendo.

—Él es Thomas, es parte de mi grupo de teatro —señaló al castaño con una clara incomodidad en el rostro. No lograba entender de donde había aparecido tanta hostilidad si apenas estaba presentándolos—. Y él es Liam... —No pudo terminar la frase por no saber como debía llamarle ahora que ya no era necesario seguir la farsa.

—Su novio —completó el nombrado con una gran sonrisa que tomó al par presente por sorpresa.

Marianne tuvo que morderse la lengua para no complicarlo todo aún más. Solo pudo imitar su sonrisa cuando la tomó de la mano de forma cariñosa. Aunque por dentro, no lograba entender porque había mencionado eso en aquel punto, que ya no era necesario ni sabía si aún deseaba tenerlo cerca a sabiendas de que sus sentimientos eran reales.

A sus ojos, lo que Liam hacía con ella en ese momento era una total crueldad con su dañado corazón.

—Oh, creo que no lo mencionaste —comentó Thomas con una obvia extrañeza, tratando de rememorar hasta todas las conversaciones que habían tenido desde que se habían conocido para conseguir un indicio de aquello, pero no hubo nada—. Lo recordaría.

—Deberíamos entrar, ya es tarde. —Anne se apresuró en cambiar el tema, ignorar toda pregunta y entrar al lugar aún tomada de la mano del rubio, que tan solo la seguía sin decir nada. Liam sabia que sus acciones la habían molestado, y con justa razón, solo que no se atrevía a decir nada.

Entonces, volvieron a ingresar juntos al lugar en el que sus vidas se habían alterado, solo que ahora viéndolo todo desde una perspectiva distinta y teniendo el peso de sentimientos totalmente contrarios a los que los habían acompañado la vez pasada. Todo gracias a la maldición que ahora sin que lo supieran, amenazaba con robarse la vida de Marianne y alterar el curso de las cosas.

—Iré a saludar a los demás y conseguir algo que beber, con su permiso. —Se excusó educadamente el chico Baker una vez que la hostilidad en la expresión del beta logró cansarlo y hasta intimidarlo un poco.

Marianne aprovechó que se encontraban arrinconados en una esquina del gigantesco lugar y que el resto parecía lo suficientemente entretenido con sus propias conversaciones para pararse frente a Liam y enfrentarlo de una vez.

—¿Podrías explicarme que se supone que haces? —habló casi en susurro y con una sonrisa en el rostro para mantener las buenas apariencias delante de los curiosos que los observaban a lo lejos. Se encontraba realmente indignada por toda la situación y la torpe forma en la que Dunbar intentaba manejarla—. Actúas peor que un niño.

—¿No lo mencionaste? —interrogó devuelta con el comentario que el castaño había lanzado en la mente, e ignorando completamente lo último dicho por Anne. Le había dolido mucho más de lo esperado que ella no hubiese hablado de él y lo que compartían, aunque no partiera como algo real, para el rubio si se había convertido en ello.

—Porque no era real, Liam —repitió con los brazos cruzados y un tono cansado. No tenía deseos de entrar en discusiones, al menos no en ese momento que su futuro en Broadway colgaba en sus manos.

—Bueno, quizás yo... —hizo el intento de confesar con nerviosismo.

—¿Qué? no. —Lo detuvo al instante de forma tajante y una expresión seria. El beta la miraba atónito, sin entender porque repentinamente estaba tan cerrada ante él y todos sus intentos de expresarse—. No me interesa. Ya me cansé de que nunca sepas que quieres —añadió haciendo un ademán para manifestar de forma aún más dramática su opinión. Fue entonces que un dolor intenso reapareció en su herida, obligándola a guardar silencio y llevarse la mano hasta la zona afectada con temor.

—Marianne —intentó llamarla varias veces el beta de forma dulce y calmada para evitar que se desmayara al lograr notar la pequeña mancha de sangre en su vestido.

El pecho de Liam se infló cuando inhaló y se decidió, rápidamente sostuvo a la muchacha de la cintura para guiarla hasta el baño en busca de alguna solución que le evitará dolor y no provocara que el resto de invitados se diera cuenta de que estaba lastimada. Fue recién después de cerrar con llave para que nadie pudiera pillarlos que cayo en cuenta que para poder revisarle la zona afectada y ver que tan grave era, ella debía bajarse el vestido.

—Yo...tenemos que ver la herida...¿puedo? —Se tropezó con sus propias palabras al intentar plantearle la única solución en su cabeza. Lo que menos quería era volver una emergencia como aquella en algo que terminara siendo desagradable para ella—. Si te incómoda, creo que debería salir o...

—El cierre esta por atrás, así que definitivamente necesito tu ayuda —respondió con la voz algo temblorosa debido al pánico que todo el momento provocaba. Se dió vuelta para poder agilizar el trabajo del chico—. Solo para el dolor.

La muchacha se estremeció cuando los dedos helados del rubio rozaron su piel mientras bajaba la cremallera con delicadeza y la observaba a través del espejo en la pared frente a ellos. No obstante, ambos decidieron ignorar las sensaciones intensas que les provocaba la cercanía de ese momento para centrarse en observar al sacar el parche como la herida se había abierto mínimamente y algo de sangre salió a causa de esto.

—Tenemos que ir al hospital —habló al instante que la preocupación lo invadió. Marianne negó con la cabeza repetidas veces—. No es normal que siga sangrando.

—¿Sabes como quitarme el dolor? —Se atrevió a preguntar Mar al ver la mirada dudosa del beta sobre la zona afectada. El pavor la consumía al pensar que su dolor no acabaría jamás—. Solo eso necesito.

Liam no le respondió, tan solo la tomó de la mano como había acostumbrado a hacer bajo la excusa de guardar apariencias. Era la primera vez que trataría de usar esta habilidad, pero increíblemente no estaba nervioso, sabía que solo debía mirarla y todo su cuerpo se pondría a disposición para recibir su dolor con tal de quitárselo.

Y justamente así ocurrió, tan simplemente que no pudo evitar preguntarse si es que la clase de amor mágico del que todo mundo hablaba era así.

—Se que estas molesta conmigo, y lo entiendo —comenzó a hablarle de forma sincera mientras volvía a subirle el cierre del vestido y posteriormente se quitaba el saco para ponérselo sobre sus hombros y ocultar la mancha de su vestido. Los brillantes ojos de ella estaban clavados en él y sus movimientos—. Lamento haber estado actuando como un niño últimamente. Pero sigue siendo verdad, me importas, Marianne...mucho más que como...

Varios golpecitos seguidos en la puerta lo interrumpieron antes de poder continuar.

—Debemos que salir. —Se aclaró la garganta con incomodidad debido al freno que parecía ponerle el destino cada que estaba a punto de confesarle sus reflexiones.

—Pero... —Anne trató de detenerlo y obligarlo a completar la frase, pero fue en vano porque el beta se apresuró en tomarla de la mano y que salieran del baño bajo el escrutinio de los ojos ajenos que esperaban entrar.

Millones de posibilidades corrían por la mente de la joven, buscando la que le sonara más creíble y calmará levemente su ansia provocada por las frases a medias de Liam. Estaba sufriendo de una curiosidad excesiva, y eso no le agradaba para nada. Pero aún así no se atrevía a sacar el tema a flote, apenas había podido formular una palabra cuando el chico se ofreció a ir a buscar bebidas.

—¡Hasta que te encuentro, mujer! —exclamó Thomas a sus espaldas, apareciendo en el momento indicado para barrer las confusiones de su mente—. Casi llegó a pensar que te habías ido.

—Siempre estuve aquí, ni me he movido —mintió tratando de alejar la mirada del rubio que desde el otro lado del gran salón trataba de avanzar en la fila de los bebestibles.

El castaño la observó con los ojos entrecerrados, sabiendo que algo estaba pasando para que actuara tan raramente.

—Como sea, quería decirte que comiences a preparar las maletas porque Broadway está esperando —pronunció sin rodeo alguno, esperando que la chica diera saltitos de felicidad pero tan solo recibiendo una mirada de pura confusión—. Estuve hablando con algunos directivos, y me dijeron que las funciones empezarán en unos meses. Lo informarán oficialmente antes de que la fiesta acabe para que estén todos.

La chica Boniadi sintió como un nudo se formaba en su garganta al recibir tales noticias, que en cualquier otra ocasión hubieran provocado chillidos de felicidad.

—Pero...no entiendo, pensé que faltaba más tiempo para eso —trató de derrocar la veracidad de las palabras del muchacho.

—Ya fue un éxito en ciudades pequeñas, quieren apostar a algo grande. —Le explicó de forma calmada y con una gran sonrisa en el rostro debido a toda la emoción—. Vamos a irnos a Broadway, Marianne. Es el sueño de cualquiera.

En ese momento hubo algo que provocó que la mirada de la pelinegra cayera sobre el beta que ya caminaba distraídamente hacía ellos con un par de bebidas entre las manos. No pudo evitar preguntarse cuál sería su reacción ante algo que veían tan lejano y como es que solucionarían el hecho de que aún no podían separarse sin que su vida corriera peligro. Aunque la más gigantesca interrogante era si ella estaba preparada para alejarse de él. Porque si le hubieras preguntado a la pelinegra de hace algunos meses, se hubiera reído ante la posibilidad de estar triste por dejar de ver al irritante chico todos los días. Sin embargo, ya no era más así.

—¿Esta todo bien? —Liam intervino en el momento menos deseado. Había notado como en el rostro de Mar parecía haber solo desolación y se apresuró en abrazarla por detrás con cuidado de no rozar su herida, más que para mantener apariencias fue para confortarla y demostrarle que él seguía ahí, que siempre estaría.

La muchacha asintió y al instante el chico Baker se fue bajo tontas excusas para dejarlos hablar a solas.

—Deberíamos salir...tenemos algo muy importante de lo que conversar —apuntó Anne soltándose del agarre del licántropo para comenzar a caminar hasta la salida con este siguiéndole el paso en completo silencio.

Para cualquier persona que se dedicara a obsérvalos, la tensión era tan clara como el agua. Desde que habían llegado al frontis del recinto que parecía haber una barrera invisible entre ambos que provocaba que estuvieran a casi un metro de distancia esperando que el otro empezara a hablar, pero ninguno era lo suficientemente valiente para formular en palabras lo que querían decir.

Al menos hasta que Marianne tomó las riendas.

—Voy a hablar porque tu nunca lo haces —anunció con el nerviosismo a flor de piel y una extraña sensación en sus estómago cada que trataba de mirarlo directamente a los ojos—. Cuando dijiste que te importaba, no supe que decir...pero, creo que se volvió obvio que tu a mi también. Y no estoy tan enfadada porque no me hablarás...creo que prefiero vivir sabiendo que no me hablas porque no lo deseas a no saber que te pasa y si es que estás bien.

El rubio tuvo que parpadear un par de veces, con una mezcla de sorpresa y alivio al escucharla. Agradeció que ella no pudiera escuchar su corazón porque este latía desenfrenado y dejaba en evidencia sus sentimientos. Sus ojos bajaron de sus ojos a sus labios y volvieron a los primeros otra vez. Su mente le gritaba que si se atrevía y daba el primer paso nada volvería a ser lo mismo, que ya no podrían ser nunca más lo que solían ser en el pasado, pero eso realmente no le parecía relevante. Estaba embelesado por Anne y su necesidad de demostrarle con acciones que sus días de lejanía no habían sido en vano.

Fue inesperadamente, con un nivel de valentía y confianza que pensaba que no poseía que el muchacho se atrevió a pronunciar—. Marianne Boniadi, ¿puedo besarte?

—¿Qué? pero si no hay nadie —cuestionó con el ceño fruncido y un par de segundos de retraso para notar que esta vez no se trataba de actuaciones. Incluso se dedicó a repasar con la mirada el lugar para asegurarse de que esta vez preguntaba porque lo deseaba—. Sí, siempre es un si.

En ese momento, todo lo exterior pareció ser derivado a un plano totalmente ajeno, estaban tan solo ellos tratando de controlar sus rápidos latidos a medida que daban pasos para juntarse y sus cuerpos se acercaban. Finalmente estaban frente a frente, sintiendo sus respiraciones y rozando sus labios de forma peligrosa. No habían más palabras ni más miradas en busca de respuestas, porque ambos estaban deseando lo mismo y no importaba nada, ni Luc, la beca, la maldición o sus propias rivalidades de niños pequeños.

Fue entonces que se juntaron derrochando sus anhelos, de una manera tan dulce y suave para tratar de transmitir todo lo que tanto les había costado con palabras. Ya habían estado en la misma posición antes, pero esta vez era muy diferente a las anteriores. Ahora ambos lo hacían porque lo deseaban de verdad, no habían dobles intenciones ni la intensidad abrasadora de los besos anteriores. Era especial y sobre todo real.

Marianne fue quién rompió el contacto, alejándose apenas unos centímetros para intentar regular su respiración y sonreír inevitablemente al ver que el rubio trataba de hacer lo mismo. Él la seguía mirando tan anhelante como antes, con un sonrojo adorable y su mano acariciandole la mejilla de forma suave.

—Yo...creo que hablaba en serio...si quieres volver a hacerlo, no hay necesidad de preguntar porque... —Mar había empezado a balbucear con nerviosismo, aún sin lograr asumir que no estaba alucinando—. Siempre diría que si.

Y así, tan rápido como acabó la frase, el beta volvió a besarla provocando que inevitablemente sonriera.

Ese fue el momento en el que se dio cuenta que estaba tontamente enamorada de Liam Dunbar. Y que quizás llevaba más tiempo del que pensaba estándolo.



© STAIRSCARS

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top