07 | Jungkook.



Este piojo no es un simple pedacito de mierda... Es un depósito de desechos humanos completo.

No puedo creer que esto me esté ocurriendo. Me resulta casi doloroso caer en cuenta de que he entrado en el meticuloso juego del mocoso insolente de cabello azul.

Sé que le está costando contener su entusiasmo, y esa mueca triunfal que mantiene en sus gruesos labios solo me dan ganas de huir de él...

De todas formas, a mi ego le gusta la forma en la que me mira.

Por otra parte, no tengo ni la menor idea de qué es lo que tiene en mente este piojo peligroso para nuestra salida. No es una cita, por supuesto que no. Simplemente es el fruto de una jugada muy perversa de su parte.

Tengo que planear mi venganza.

Pero estoy seguro de que no va a decepcionarme. Taehyung no parece la clase de infante con la que puedes llegar a aburrirte.

— ¿Está listo, detective? —Me pregunta; sus mejillas se inflan cuando sonríe y percibo un destello burlón en su expresión.

Me cruzo de brazos para analizar a Taehyung. Se ha quitado el suéter color mierda que llevó encima todo el día y ahora solo tiene puesta la camisa blanca, cuyo botón superior está deshecho y las mangas de la prenda están plegadas hacia arriba.

— ¿Tengo opción? —Cuestiono, depositando la mayor amargura en cada palabra que suelto.

Él arruga la nariz.

— ¿Le gusta su empleo, detective?

«Piojo de mierda. »

—Sí. —Contesto en un gruñido bajo, muy a mi pesar.

—Entonces no, no tiene alternativa.

Le dedico la expresión más molesta que puedo improvisar y él sonríe muy a gusto.

El piojo está a punto de abrir esa boca venenosa de nuevo para hablar, pero la cierra repentinamente cuando Evan se acerca a nosotros.

— ¿Terminaste el papeleo? —Le pregunto, para quitarle tensión a este encuentro.

—Sí, creo que tuve unos cinco calambres mientras escribía.

Suelto una risa y, entonces, la mirada de mi compañero se posa en Taehyung.

— ¿Necesitas que te alcance hasta tu casa?

Intercambio una mirada con el infante y quiero pegarme un balazo al notar que su semblante se vuelve pícaro.

—De hecho, tu compañero lo hará luego de que nos ocupemos de un asunto pendiente.

Evan guarda silencio durante unos segundos antes de observarme fijamente. De pronto, mi sistema experimenta una extraña y fugaz sensación de temor.

Esto se ha vuelto incómodo hasta la mierda, maldita sea. Estúpido piojo.

—No es lo que crees —me apresuro a dejar en claro.

—No quiero saber —murmura mi compañero y se aclara la garganta—. ¿Podemos hablar un momento, Jay?

—Seguro —contesto.

El americano mira a Taehyung mientras que su mandíbula se aprieta.

—A solas. —Agrega, y tengo que esforzarme para reprimir una carcajada.

Un bufido brota de la garganta del piojo.

—Ya entendí, patán —rueda los ojos—. Estaré afuera.

Una vez que el mocoso desaparece de la oficina, trago saliva y me esfuerzo por situar una expresión relajada en mi rostro. Las manos me sudan un poco y vuelvo a maldecir otra vez al piojo en mis pensamientos... ¿Acaso le cuesta tanto ser discreto? No sé qué tipo de relación tiene con Evan, pero es claro que ambos son muy unidos. Y aquí estoy yo, probablemente en problemas con mi nuevo compañero.

—Mira, sé lo que vas a decir y realmente...

Evan levanta las manos y mi ceño se frunce tanto, que las palabras se cortan a medio camino.

—Oye, empecemos por lo primordial: no me importa lo que pase entre tú y Taehyung —dice, y tanto el alivio como la sorpresa comienzan a correr velozmente por mi torrente sanguíneo—. Simplemente no dejes que eso afecte tu trabajo y... Sería conveniente que el jefe no esté al tanto de nada, al menos por ahora.

Nada de lo que ha dicho estaba en mis planes.

—Oh —es toda la reacción que puedo ofrecerle.

Un atisbo de mueca burlona se filtra en los labios del oficial, pero se esfuma pronto. Se cruza de brazos antes de continuar.

—Quería preguntarte si ya te has instalado en algún sitio desde que llegaste.

—De hecho, estoy pagando una pensión —le comento—. No es muy grande ni muy cómodo, pero necesito ahorrar antes de buscar algo para mí solo.

—Entiendo. Bueno, si me preguntas, eso suena perfecto —contesta, confundiéndome un poco más—. Porque estuve pensando y creo que tú y yo seríamos buenos compañeros de piso. Ya lo somos en el trabajo, así que...

Me tomo unos momentos para analizar adecuadamente lo que acaba de decirme.

— ¿Te refieres a compartir la renta?

—Muchas personas que trabajan juntos lo hacen —se encoge de hombros—. Estoy seguro de que mi apartamento te gustará.

—Suena bien... —Espeto al tiempo que asiento con lentitud—. Seríamos... ¿Cómo es esa palabra que utilizan ustedes los americanos?... ¿Roommate?

—Exacto —sonríe con gracia—. Piénsalo.

—Lo haré, gracias por la oferta —le doy una palmada en el brazo y luego me relamo los labios, mientras que la vergüenza comienza a picar detrás de mi nuca—. Por cierto, lamento lo de hoy, yo... Yo me perdí por un momento.

—Me di cuenta —espeta, y me sorprende el tono comprensivo con el que acaba de contestarme—. Por favor, avísame la próxima vez que tu cabeza sufra un colapso, ¿de acuerdo?

—Trato hecho.

Mi compañero y yo nos damos un ligero apretón de manos.

—Que se diviertan ustedes dos —agrega, y encuentro una pizca de desdén en aquellos vocablos—. Cuídalo, eh.

—Sí, seguro —contesto con el mayor sarcasmo posible.

Evan mueve las cejas.

—Seguramente te chantajeó con algo muy bueno... No me mires así, conozco bien a ese desacatado.

Me pregunto qué tan bien Evan conoce al piojo. Sinceramente, lo he pensado más de lo que me gustaría admitir... Taehyung parece tener una lista larga de aventuras y romances, pero nada me indica que mi compañero actual sea parte de ese registro. De hecho, podría jurar que ambos tiene un trato bastante similar al que Junghwan y yo compartimos, salvo que más ¿vulgar?, ¿irrespetuoso? No lo sé. Pero mi hermano me pegaría en la cara si le dijese "patán".

«No estás en Corea, Jungkook. Estás muy lejos de casa. »

Un suspiro profundo se me escapa cuando la vocecilla en mi cabeza me recuerda aquello que olvido muy a menudo.

Niego con la cabeza y abandono la oficina, apagando todas las luces detrás de mí.

En la recepción del distrito, me despido del sargento con una reverencia que logra confundirlo, por lo que él se limita a saludarme con la mano. No puedo evitar reír. Si este hombre fuese de visita a mi país, se caería como perra recién nacida cuando vea que solemos saludarnos a distancia, sin la necesidad de contacto estrecho.

El frío me azota con violencia una vez que me encuentro en el exterior, pero me esfuerzo por ignorar la molesta sensación. Es mi culpa estar congelándome, porque debería de haber traído más abrigo.

Mi mirada logra captar al piojo de pie junto a un señalamiento vial, atento a su teléfono. Mis ojos no pueden evitar escanearlo completamente y fruncir el ceño al notificar que él está más desabrigado que yo, pero sin embargo no se ve afectado por la noche fresca... Supongo que es normal. Tengo la teoría de que él ha habitado siempre esta ciudad y se ha acostumbrado al clima.

Quizás pueda sacarme esa duda de la cabeza esta noche.

— ¿Eres inmune al frío? —Le pregunto mientras me acerco.

Levanta la mirada y una mueca pícara aparece en sus labios rellenos.

—Sí —dice—. Y también soy inmune a los idiotas.

Mi entrecejo se arruga en un gesto claro (y fingido) de consternación.

— ¿De verdad? Entonces, ¿cómo haces para convivir contigo mismo?

Un destello cargado de indignación se filtra en su mirada, pero desaparece rápidamente. El piojo rueda los ojos y guarda su teléfono.

—Hola, detective. Se tomó su tiempo.

—El hecho de que sea un detective, no significa que debas llamarme así siempre —le digo.

—Está bien, mi amor.

Mi mandíbula se tensa y dejo escapar un profundo suspiro de resignación.

Lo sostengo: es un pedacito de mierda.

—Retiro lo dicho —murmuro—. Dime detective.

—De acuerdo, bebé —continúa tomándome el pelo y sonríe con actuada inocencia.

Pongo los ojos en blanco al oír sus absurdas palabras y empiezo a avanzar hasta el vehículo que me han entregado en el departamento, con la única condición de que lo cuide bien. Tengo entendido que el sargento movió unos hilos para permitirme este pequeño privilegio.

El teléfono de Taehyung empieza a sonar y, mientras ambos nos acomodamos en nuestros respectivos asientos, él contesta.

—Hola, mami —dice, al tiempo que se coloca el cinturón de seguridad—. No, no iré a cenar... Sí, mamá, tengo dinero para regresar... De acuerdo, no te preocupes... Yo también te amo, mami, descansa.

Las comisuras de mi boca se elevan un poco al escuchar la conversación. Inevitablemente recuerdo a mi mamá y que no he hablado con ella en más de dos días... No voy a obtener el premio a hijo del año.

Cuando la comunicación da por finalizada, el piojo mira el interior del coche con genuina curiosidad. Revisa el panel y enciende por un momento las titilantes luces rojas y azules, pero las apaga antes de que pueda quejarme.

—Me gusta este auto.

Opto por ignorarlo y encender el motor.

— ¿A dónde vamos? —Pregunto, con un tono que indica que estoy hasta la mierda de todo esto y de su presencia.

—Uhm... ¿Cuánto dinero trae en la cartera?

Levanto una ceja.

—Nada.

Escucho que el piojo chasquea la lengua en una muestra clara de amargura.

—Es usted muy malo, detective.

— ¿Yo soy malo? —Lo miro, resultándome imposible contener la cólera que arremete contra mí—, ¿quién es el que me extorsiona?

Taehyung hace un ademán con la mano, como si le restase importancia al asunto.

—Dramatiza, como siempre —espeta, pero puedo notar el semblante burlón que se esfuerza por contener—. Dígame, detective... ¿Le tiene miedo a las alturas?

No puedo negarlo: el piojo es muy elocuente y es bueno en el campo de la manipulación. Estoy convencido de que todos sus conocidos pueden confirmarlo.

Si bien la entrada general me pareció algo costosa, el piojo no aceptó ningún billete de mi parte... Lo cual me sorprendió, porque siempre me ha dado la impresión de ser el chiquillo caprichoso que espera que los demás paguen por él.

— ¿Cuándo fue la primera vez que hiciste esto? —Le pregunto, y trato de ocultar de su vista la manera en la que mi mano tiembla.

— ¿Solo o acompañado?

— ¿Acaso traes a todos tus ligues aquí?

Taehyung suelta una risa.

—No, detective. Solía venir con mis padres cuando era más joven... Ahora ya no les gusta mucho, mi mamá vomitó la última vez.

Y aunque no conozco a la madre de este engendro, puedo comprender aquello.

La torre Willis es una de las principales atracciones de Chicago, pero pensé que me demoraría mucho más en venir a conocer el lugar. Con más de quinientos metros en dirección hacia el cielo, es sin duda uno de los edificios más altos del mundo.

La arquitectura es una completa delicia para el sentido de la vista y es atractivo incluso recorrer los pisos, ni siquiera sientes el cansancio. Taehyung comentó —sacando a relucir su ego nuevamente— que fue muy inteligente al escoger este horario, casi al momento del cierre, ya que no suele amontonarse mucha gente.

Pero el objetivo final del piojo era el renombrado skydeck.

El skydeck de la torre se trata de un mirador... Pero no uno común y corriente. Es, en pocas palabras, una caja de cristal ubicado en el piso ciento tres del establecimiento. Básicamente, en dicho espacio puedes creer que tienes la habilidad de volar, pues estás de pie básicamente en el aire.

Odio admitirlo, pero Taehyung no logró decepcionarme.

— ¿Quiere que le dé una mano, detective? —El piojo pregunta, pero detecto cierta nota desdén en sus palabras.

—No. Estoy bien.

Mentira. No lo estoy.

No puedo dejar de mirar mis borcegos, que parecen estar flotando en la nada misma. Trago saliva y tomo una respiración honda.

—Tranquilícese. Esta caja fue diseñada para soportar hasta cinco toneladas.

Ruedo los ojos. ¿De verdad espera que, con decirme eso, mis gritos internos se detengan?

—Es la primera vez que hago esto, tenme paciencia.

— ¿No hay miradores en Corea? —Cuestiona, sentándose sobre la caja de vidrio con las piernas flexionadas.

«Mierda, ¿cómo lo hace? »

—Algunos, pero ninguno como este.

—Créame, le recomiendo que se siente —dice, y veo que se muerde el labio—. Mire, le reservé un lugar especial... Junto a mí.

Ruedo los ojos y, nuevamente, decido pasar por alto su intento de coquetear.

Aún se puede apreciar un poco de ocaso en el horizonte, justo por encima del lago Michigan. La imagen me resulta tan perfecta que trato de tomar mi teléfono sin despegar la vista del paisaje.

Luego de tomar suficientes fotografías, le envío una de las mismas a Junghwan, Seokjin y Namjoon.

Finalmente, accedo a la invitación del mocoso y me siento junto a él, aunque a una distancia prudente.

Pero él se pasa por el trasero mi intención de mantener espacio entre nosotros, y se me acerca más.

— ¡Selfie! —Alarga, y ni siquiera me da tiempo para negarme ya que levanta su teléfono y toma la foto. 

—Te ves como un nerd —le digo.

—Lo soy. ¿Mi padre no ha mencionado nada sobre mis buenas calificaciones?

Niego con la cabeza.

— ¿A cuántos profesores sedujiste? —Cuestiono, sabiendo de antemano que mi comentario va a ofenderle.

Taehyung me mira con recelo y me da un empujoncito con su codo.

—A ninguno, no necesito hacer eso —contesta con tranquilidad—. Me gusta lo que estoy estudiando.

—Creo que serás bueno —digo, porque de verdad lo pienso—, sabes desarmar tus argumentos apropiadamente y... Eres un oportunista de mierda.

—Y también tengo carisma —agrega, enseñándome una dulce sonrisa—. ¿No lo cree, detective?

Suspiro, pero no le respondo. No quiero alimentar más su soberbia.

Mi teléfono suena al recibir una notificación y me apresuro a revisar la misma, pensando que alguno de mis amigos me ha contestado. Pero no. Es un mensaje de Taehyung, que me ha enviado la imagen que acaba de tomar de nosotros.

— ¿Cree que es una foto digna de estar en su Instagram? —El piojo cuestiona.

—Sí, solo debo recortar tu cara.

Noto que él hace un puchero.

—Eso es tan perverso.

— ¿Tan perverso como tomar un teléfono ajeno para revisar mi cuenta privada de Instagram? —Digo, en compañía de una risa sarcástica pero carente de humor. No es una pregunta ni tampoco un reproche, pero me da curiosidad saber cuál será su reacción.

Taehyung se limita a observar sus pies en silencio, como si estuviese contemplando las posibles respuestas a mi reciente declaración.

Finalmente, se gira un poco hacia mí y se quita las gafas de marco negro para guardarlas en su bolsillo.

—Yo... Yo no sé de lo que está hablando, detective.

—Oh, seguro —vuelvo a reír—. Entonces, Evan simplemente me llenó de likes sin razón alguna y luego los quitó. Es muy lógico.

A pesar de la poca iluminación en la arriesgada estancia, noto que sus orejas comienzan a enrojecerse un poco. Mierda, ¿estoy ciego?... No, ¡lo logré! Pude ruborizarlo.

—Mire, yo únicamente quería... Conocer un poco más al nuevo compañero de Evan —se encoge de hombros, buscando restarle importancia al asunto—. Me preocupo por él.

—Y por eso me diste tu número. Claro —lo miro con una pizca de vileza en mis facciones y me relamo los labios—. Querías ver mis publicaciones, piojo.

—Eso es tema aparte —murmura.

Una carcajada se me escapa y niego con la cabeza. Un momento después, Taehyung comienza a tomar unas fotografías a la vista que nos ofrece la ciudad, que a medida que la noche se va instalando, comienza a iluminarse gracias a todos los focos y reflectores.

—Entonces... —Digo, cuando decido que ya es hora de romper un poco el hielo y aliviar la tensión que hay entre nosotros—. ¿Cuál es la historia entre tú, tu padre y Evan?

El piojo se mantiene un momento callado mientras veo que responde a un mensaje. Aguardo con paciencia y él me dedica una mirada relajada antes de bufar extensamente. Se reacomoda en su lugar antes de separar sus labios para —por fin— dar inicio a su discurso.

—Mis padres se mudaron aquí cuando yo tenía cinco meses, al igual que usted, porque a mi papá le ofrecieron un puesto cuando ascendió a detective —expresa—. Los dos comenzaron a tener una gran reputación por su compromiso y dedicación con sus respectivos trabajos. Cuando yo tenía unos seis años, la unidad en la que trabajaba mi padre estaba cooperando con el FBI para atrapar a un grupo que movía más de doscientos kilos de cocaína a la semana.

Mis ojos se abren ampliamente.

— ¿A la semana? —Repito, atónito, pues me parece una locura.

—A la semana —me confirma al asentir con la cabeza—. En fin, luego de una intensa investigación, localizaron al que era la mano derecha del líder... Y ese era el padre de Evan. Cuando fueron a emboscarlo, el tipo... al darse cuenta de que estaba rodeado, el tipo tomó a Evan y amenazó con matarlo... A su propio hijo —hace una pausa mientras frunce un poco el ceño—. Evan tenía solamente doce años.

Ouch.

—Eso es una mierda.

—La que era la sargento en ese entonces consiguió persuadirlo para que lo suelte, y lo arrestaron. La mamá de Evan había fallecido cuando él tenía cuatro años y no tenía más familia, así que llamaron a servicios sociales... —Vuelve a detener su relato y soy capaz de apreciar una pequeña sonrisa asomándose en su boca—. Pero mi padre se encariñó muchísimo con él. Un día lo llevó a la casa para que mi mamá y yo lo conozcamos. Almorzamos, vimos fútbol y luego él y yo jugamos el resto de la tarde. Mi mamá también se encariñó con Evan. El final feliz es que lo acogieron... Nunca lo adoptaron legalmente, pero ambos lo consideran un hijo.

Un atisbo de sonrisa aparece en las comisuras de mis labios con absoluta naturalidad.

— ¿Tú lo consideras un hermano? —Interrogo, atento a su reacción.

—Sí, totalmente.

«Eso explica muchas cosas. » Me digo a mí mismo. «Me sorprende que Evan no me haya arrancado la cabeza por salir con su hermanito menor, a pesar de que sea gracias a un chantaje. »

A raíz de la muy bien resumida historia que el piojo me ha contado, Junghwan viene a mi mente. No puedo evitar preguntarme qué es lo que estará haciendo ahora mismo o si me recuerda durante algún momento del día. A pesar de que nuestra relación ha pasado por muchos momentos difíciles, siempre nos hemos protegido mutuamente en todos los escenarios que se presentaron ante nosotros.

Suspiro, debatiendo en mi mente si realmente quiero contarle algo sobre aquello al piojo... Ahora mismo, no me parece una mala idea.

Quizás me arrepienta mañana, pero no me interesa.

—Yo también tengo un hermano —digo.

—Lo sé, Evan me lo dijo —contesta, y me pierdo por un segundo en su rostro sereno y amable. Es bonito, sí.

—Junghwan es mi modelo a seguir —reconozco, mirando mis manos—. A veces puede ser algo insoportable y mandón, pero es mi mayor inspiración, como policía y como hombre.

—No seríamos nada sin nuestros hermanos mayores, ¿eh?

Le sonrío en respuesta y vuelvo a desviar la mirada hacia el horizonte, mientras que el pensamiento de que esta faceta tranquila y tan humana de Taehyung es muy agradable se entromete en mi sistema lentamente.

—No eres tan estúpido como creía, piojo —suelto, luego de pensarlo a lo largo de unos minutos en cómodo silencio.

Me gano la atención de Taehyung, quien se ha acercado disimuladamente más hacia mí.

— ¿Por qué pensaba eso, detective?

—Por la forma en la que constantemente te me insinuabas —puntualizo, sonando tranquilo—. Me di cuenta de que eres de esas personas que no acepta un «no» como respuesta.

—Lo hago, no soy tan orgulloso como aparento —espeta mientras se revuelve un poco el cabello azul que luce con tanta seguridad—. Pero me gusta causar una buena impresión.

—Lo conseguiste, pequeño engendro.

Estoy muy preocupado pensando en cuánto tiempo transcurrirá hasta que esta caja de cristal se rompa y caigamos al abismo; y por ello apenas soy capaz de registrar los movimientos de mi acompañante, así que no me doy cuenta de la poca distancia que lo separa de mi persona hasta sus ojos curiosos me inspeccionan.

Está muy, muy cerca...

Taehyung levanta un poco la cabeza y, entonces, nuestros labios se encuentran a escasos centímetros. Un impulso nacido probablemente en la punta de mi polla, me lleva a empujarme un poco más hacia adelante.

Miro con detenimiento la manera tan sugestiva en la que el piojo se relame sus labios gruesos. Por un instante lo detesto y, al siguiente, quiero besarlo.

Pero mi sentido de razonamiento parece reiniciarse de un momento a otro, por lo que desvío el rostro.

—No puedo. —Suelto, mitad avergonzado y mitad enojado.

— ¿Por qué no? —El piojo cuestiona, aunque no se oye decepcionado.

—Tengo mis propios códigos.

Taehyung suelta una risita.

— ¿Acostarte con el hijo de tu jefe está en tu lista de prohibidos?

Es mi turno de reír.

—Me he acostado con el hijo de un capitán —le cuento—. Créeme, no es eso.

— ¿Qué es, entonces?

—No te conozco, piojo —me obligo a mirarlo cuando contesto—. Ni tú a mí.

— ¡Hey! —Chilla, y ahora sí se ve indignado—. Eso no es justo, acabo de contarle la historia de mi hermano.

Suelto una carcajada ante la ironía de la situación, y él me mira sin entender nada. Como acto seguido, le doy una suave caricia a su alborotada cabellera similar a la de un pajarraco.

—Eres gracioso, piojito —digo—. Me gusta que me desees tanto.

Taehyung hace rodar sus ojos, pero notifico la presencia de una mueca que no logra concretarse correctamente.

—Y usted me desea a mí, detective —puntualiza con seguridad—. Simplemente le gusta crear tensión entre nosotros.

—No voy a confirmar ni negar nada de lo que dijiste.

El piojo suelta una risita ante mi contestación y todo dentro de mí se revuelve cuando él pone su mano sobre mi rodilla. Pero no tengo tiempo de decir nada al respecto, ya que solo ha hecho aquello para impulsarse hacia arriba y ponerse de pie.

Se gira hacia mí y me extiende sus amplias manos.

—Arriba, detective —dice, carismático como siempre—. Creo que tengo dinero suficiente como para invitarle una hamburguesa.

Las comisuras de mis labios se alzan en contra de mi voluntad, pues no hubo manera de detenerlas. Acepto su ayuda y me levanto, quedando frente a frente otra vez.

—No, yo invito. 



espero que les haya gustado este capítulo, los tortolitos se van acercando muy de a poco :') 

gracias por el apoyo <3

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top