Is blonde.

Cruzó la puerta de aquel desolado burdel así como lo había hecho decenas de veces y entró a aquel lugar abastecido con olor a muerte, historias ocultas, a perdición. Cómo la primera vez y todas las que le siguieron a ésta, se acercó silenciosamente a la única mesa que casualmente siempre se encontraba desolada en un punto casi muerto del lugar, un punto que estaba alejado del ajetreo caótico del centro del local, pero que le permitía disfrutar fácilmente de los espectáculos se ofrecían esa noche.

Tomó la única silla de aquella única mesa y esperó a ser atendido por el único mesero de ese lugar. Dejó su maletín justo frente a él, luego se libró de aquel incómodo saco que tenía que usar por más de diez horas seguidas, apoyó sus codos en la mesa y esperó a que el mesero, aquel chico pálido de hoyuelo inconfundible, lo atendiera.

—Una sorpresa tenerle aquí, señor Bang –con un tono un poco hiperactivo en su voz, el mesero llamó su atención.

—Más sorpresa carga mi cuerpo al ver que aún trabajas en este deplorable lugar, Yixing –el mencionado soltó una risita aguda al ver que Yongguk le regresó de amena forma el saludo.

— ¿Qué puedo decir? Hay ciertas cosas que me impiden salir de este lugar, al igual que a ti –Yixing mordisqueó su regordete labio inferior intentando contener la risa.

Yongguk soltó una bocanada de aire acompañada de una rasposa y gruesa risa. El maldito muchacho le cortó el interrogatorio de manera sagaz, como siempre sucedía.

—En lugar de jugar conmigo, deberías de estar atendiéndome y lo sabes –intentó sonar severo, aunque Yixing se burlara de su tono.

—No pararé de jugar contigo y bien lo sabes –arremangó las mangas de su playera gris y sacó el pequeño bloc de notas donde normalmente anotaba las bebidas de todas las mesas—. De todas maneras no hace falta formalismos, ya sé lo que pedirás, al igual que sé cuánto tiempo te quedarás, sé cuántos días tardarás en volver y, también que sé que soy de gran ayuda para matar el tiempo antes de que pase el motivo por el cual, luego de ocho meses, estás aquí, en esta mesa, cada viernes sin falta.

—Te estás metiendo en cosas que no te incumben –Bang colocó su máscara más seria, a pesar de morirse de la vergüenza de ser tan rutinario y obvio.

—Eres todo un aburrido de primera –el mesero negó con la cabeza—. Míralo de esta forma, yo te ayudo a matar tiempo y tú me ayudas a olvidar a todos aquellos hombres Buga que fingen creer que soy chica e intentan sacarme mi número celular –Yixing trató de quitar un poco de la tensión recién acumulada.

—Detesto que trabajes aquí ¿me recuerdas por qué aún no he llamado a la policía y me he hecho tu tutor legal? –y como todas las veces desde que Yixing se atrevió a cruzar palabras con él, le regañó por lo indulgente de sus acciones al trabajar en tan deplorable lugar.

—Porque no tolerarías por más de dos horas mi voz, ni tampoco a mi artístico ruido mañanero, dejando de lado que, si llamas a la policía, desmantelan el lugar. Y si eso pasa –Yixing se acercó a la oreja de Yongguk y susurró—, tanto tú, como yo, perderías mucho.

—Perdería mucho más que tú –la voz de Bang sonó débil, más no imperceptible para Yixing.

El mesero negó con la cabeza ante el pequeño comentario de Yongguk.

El hombre no lo sabía, pero Yixing no se había aferrado tanto a ése lugar por la mala paga que obviamente no necesitaba, sino que su motivo era demasiado pesado, mucho más vivo. Oh Sehun, el hombre detrás de la barra, encargado de hacer posible el estado etílico de la mayoría de los asistentes del lugar era la soga que Yixing se había colgado al cuello apenas trabajó la primera noche ahí.

Sabía que era estúpido que el motivo de aferrarse a trabajar en ése lugar fuera un solo hombre, pero no imaginaba una noche, siquiera una sola noche, en donde no escuchara la rasposa y nasal voz de Sehun, no imaginaba un solo día en donde no le ayudara a limpiar la barra antes de abrir el local, así como tampoco imaginaba un solo día sin ver la sonrisa tan deslumbrante de aquel hombre castaño.

Yixing pensó muchas veces en irse de ese pútrido lugar, pero cada vez que se sentía con la suficiente valentía para dejar atrás algo que le dañaba más de lo que le beneficiaba, llegaba Oh Sehun con un abrazo amistoso, con una simple palmada en su escuálido cuerpo o con la promesa de una ronda de cervezas cargadas a su cuenta para mejorar su ánimo.

Yixing echaba todo en una balanza y nada, absolutamente nada le ganaba al terrible buen olor de Sehun, a sus delgadas y callosas manos o a su brillante y desastroso cabello castaño. Fijó su vista en Sehun, asegurándose de que el hombre no había desaparecido de su realidad.

El hombre estaba escuchando calmadamente a un ebrio que probablemente le contaba sobre la amante que tenía, sobre la vida miserable junto a su aburrida y obesa mujer o lo escandaloso que podía ser su hijo. Sehun solo se limitaba a asentir con la cabeza mientras quitaba la humedad de unos cuantos vasos de vidrio.

Aún sin hacer nada, Sehun lucía glorioso y no imaginaba su vida cotidiana sin él.

—En éste mundo, todo es relativo. Algo que para mí puede ser importante, para ti es estúpido. Así que no, Bang, hoy te has vuelto a equivocar, ambos perderíamos lo mismo.

Yixing bajó la mirada cuando se dio cuenta que llevaba mucho tiempo mirando a un punto fijo, y que éste hecho no había pasado desapercibido por el curioso de Yongguk, ya que lo vio a él, buscando aquello importante para Yixing con la mirada. El mesero cubrió su boca al encontrar increíblemente tierno el gesto en la cara de Yongguk cuando no pudo encontrar nada.

—No muchacho, no lo encontrarás hoy. Quizás si tienes suerte, el próximo viernes te dé una pista –Yixing apretó un cachete de Yongguk para resaltar la ternura del gesto que tenía el hombre—. Deja de ser codicioso, el mundo no funciona así.

—Hey –Yongguk lo señaló con el dedo—. Tú sabes mis motivos, yo también tengo derecho a conocer los tuyos.

—Ay, por dios, eres tan predecible que todos saben por qué estás aquí.

El mesero no dio vuelta atrás cuando los reclamos de Yongguk se empezaron a escuchar sobre el ruido del local. Yixing solo negó alegremente con la cabeza, pensando en que a pesar de tener un gesto duro en su rostro, una voz que provocaba escalofríos y una mirada asesina, Bang Yongguk dejara relucir una parte tierna de él.

Eso hacía que Yixing se sintiera especial ya que supuso que tales facetas eran nulamente mostradas al mundo exterior. Se sintió glorioso de poder significar algo en la vida de su cliente y de algún modo, quiso regresar ese sentimiento a su extraño amigo.

Luego de unos cuantos minutos transcurridos y de haber recobrado la compostura, Yongguk recibió a Yixing cuando llegó a su mesa con su pedido; una lata de cerveza artesanal y un tarro de vidrio aparentemente limpio. El mesero dejó cuidadosamente las cosas sobre la mesa, procuró colocar todo de manera ordenada y paciente, luego de haberlo conseguido con éxito, se le quedó viendo de manera extraña, así sin más; se quedó parado en el mismo lugar y no dejó de mirarlo de manera extraña.

— ¿Qué tanto miras? –sin sonar rudo, Yongguk le preguntó a Yixing mientras abría la lata y vertía el líquido amarillento en el tarro.

—Es solo que... creo que hoy las cosas se saldrán del marco.

— ¿Del marco? –preguntó—. ¿A qué te refieres con eso? ¿Vas a hacer algo de lo que no esté enterado? Yixing, te he dicho que odio que te metas en cosas ilegales.

— ¿Yo? Oh, no, yo no voy a hacer nada –Yixing negó con la cabeza mientras levantaba las manos al aire—. El que va a hacer algo hoy, eres tú.

Bang se desconcertó por lo que dijo el mesero, intentó llamar su atención cuando el extranjero se dio la media vuelta, dispuesto a huir de él, pero para su mala suerte, las baratas luces neón dejaron de brillar como normalmente lo hacían, haciendo que se distrajera por unos momentos. Parpadeó por la repentina oscuridad, cuando trató de volver su rostro a Yixing, éste había huido de su campo visual.

—Ése pequeño bastardo chino –gruñó con amargura porque Yixing le había ganado por segunda ocasión en la misma noche.

Yongguk se sintió extraño por el repentino apagón, se removió un poco de su lugar y sacó su celular para revisar la hora. Como había sospechado, aún faltaba algo de tiempo para que el verdadero motivo que lo mantenía atado a tan afable lugar, brillara bajo las luces neón del escenario.

Decidió no darle importancia, quizás era un pequeño descanso para el verdadero espectáculo, a lo mejor presentaban a un nuevo encargado o simplemente apagaron las luces para que el recibo que pagaban cada mes no saliera tan alto. Quién sabía, en ese lugar podían pasar ciento de cosas.

Aburrido, tomó la lata de cerveza y vació el contenido restante de ella en el tarro que Yixing le había llevado, con la poca luz de lugar, miraba como las burbujas se iban acumulando y con ellas, las dudas de Yongguk respecto a lo que Yixing recién había dicho.

Era extraño, ellos dos no compartían tantos momentos juntos, no podría decirse que eran hermanos, pero de cierto modo, a lo largo del tiempo Yongguk aprendió de ciertos gestos del mesero, uno de ellos era escapar sin decir ni una sola palabra; así que lo que traía entre manos, definitivamente no era bueno. Antes de siquiera ponerse a recapacitar seriamente, las luces del lugar volvieron a la intensidad con la que siempre brillaban, sólo que en lugar de ser colores neones, tonalidades rojizas apañaron el local.

Yongguk dejó de vaciar su cerveza y puso la vista en el escenario. Al ser alguien tan rutinario, le pareció incómodo que el acto comenzara temprano, a pesar de ser un lugar detestable, las personas encargadas de los shows eras estrictamente puntuales, casi tanto como el mismo Yongguk.

Apagó literalmente sus sentidos cuando el curioso acento de Yixing inundó el lugar, anunciando el siguiente acto.

—Caballeros, mantengan sus manos en la mesa, los billetes al aire y la mirada en el escenario. Con ustedes, Zyra.

Apenas dijo eso y las pocas personas que estaban cerca del escenario empezaron a lanzar silbidos y palabras vulgares al aire. Sehun desde la barra, gritó con su extraña voz que se debía de guardar silencio, de lo contrario la protagonista del acto no saldría. Cientos de reclamos dirigidos a Sehun sustituyeron el barullo y bajo un montón de quejas, el lugar quedó en total silencio.

Luego de correr lentamente la cortina, apareció. Tan pulcra como solo ella podía estar. Atormentándolo como cada semana, bajo la barata luz roja manchando con descaro su piel.
El mayor y más radiante pecado de Bang Yongguk.

Yongguk no era una persona particularmente especial, muy por lo contrario era ordinario y sobre todo metódico y muy rutinario, le gustaba tener las cosas bajo control, sin oportunidad alguna al error.

La vida era más fácil de ese modo según su filosofía, hacer algo que se saliera del plan era, en muchos casos, una catástrofe asegurada. Por eso es que se negaba rotundamente a hacer algo que no estuviera planeado en su vida diaria, casi al punto de dejar salir su mal carácter en caso de alterar su orden diario –casi– a menos que el resultado de tal modificación fuera... enriquecedor.

Recuerda la noche en que su hermano gemelo Yongnam, se tomó la libertad de robar las últimas horas productivas de aquel viernes y lo llevó a las afueras de la ciudad, enfatizando la falta de adrenalina en su vida.

Yongguk casi soltó una risa sarcástica cuando la "adrenalina" se presentó ante él en forma de un local lúgubre con olor a perdición. Su hermano no tomó importancia a su reacia actitud cuando lo aventó en el fondo del lugar y puso frente a él una cerveza artesanal.

Estuvieron o bueno, más bien su hermano se mantuvo parlanchín cerca de media hora hasta que las escalofriantes luces neón del lugar dejaron de alumbrar con su infame fuerza. El barullo masculino no se hizo esperar cuando el extraño acento de un hombre anunció lo que parecía ser, el evento principal de tan detestable lugar.

Yongnam palmeó alegremente su espalda, logrando que tirara un poco de cerveza al suelo y por qué no, también en su pantalón de vestir. Se sintió pesado, al grado de querer agredir físicamente a su hermano, pero tal deseo fue interrumpido cuando, detrás del humo de cigarrillos, el sonido de los tarros de cerveza chocando al hacer un brindis, o el pastoso olor del lugar, una figura se presentó ante todo el público.

Lentamente, las sucias cortinas color marrón se arrastraron por el desgastado suelo de madera, levantando una capa de fina tierra que se mezclaba con el humo del lugar. Y en ese momento, frente a los ojos de los hombres sudados y malolientes, para los de su hermano, para sus propios ojos, una esbelta y delgada figura apareció en el escenario sentada en un banco de madera alto, con una guitarra acompañando su delicado cuerpo sin nada más.

Bajo las luces se lograba distinguir la falta de prendas adicionales, por desgracia, dejando a la imaginación de los presentes la paleta de colores en su piel que aquél instrumento ocultaba, mostrando (para su martirio) las porciones necesarias para tentar a cualquier personas a sustituir la guitarra por una flauta.

Era exquisita. Tan largas y delgadas piernas se extendieron hasta quedar en el suelo para empezar a marcar un ritmo con la suela de su largo tacón, mismo que siguió con la guitarra.
Una melodía muy conocida y bastante básica sonó quedamente. Si era sincero, el acto era demasiado común y cliché, sacado de cualquier escena de película comercial o para adultos, pero ella... ella lo hacía especial.

El delicado movimiento de sus largos dedos sobre las cuerdas del instrumento, el leve balanceo que daba su cuerpo acompañando al sonido que emitía, acentuaba su pacífico rostro envuelto en una tersa y suave piel.

Desde su lugar, Yongguk fue capaz de visualizar más que su delicado cuerpo, su embriagante y misteriosa mirada. Ojos rasgados terriblemente oscuros cargados de un oscuro maquillaje que acentuaba lo intrigante de su mirar, que se escondía tras ese cabello tan... tan rubio.
Rubio, celestiales hilos de oro.

Extenso y suave cabello rubio que acariciaba con gracia sus desnudos hombros, acentuando su delgadez; balanceándose al compás de su cuerpo, tentándolo a cruzar el barullo masculino, pararse en el escenario para arrancar de su cuerpo esa gastada guitarra y cubrir con su extenso cabello aquellas partes que esperó, ninguna persona en el mundo las hubiera visto.
Ansiaba que nadie la hubiera visto al desnudo por completo.

La vista le había destrozado las neuronas, dejándolo en un efímero estado catatónico. Por primera vez en su vida, sintió que el mundo desapareció a su alrededor y solo existían ellos dos. Dentro de su pecho se sentía extraño, inesperado. 

Tan... cálido.

En toda su vida, Yongguk jamás logró sentir un efecto anestésico en su cuerpo por la culpa de alguien. Jamás fue cerrado, a decir verdad, él aventuró y de maneras incontables. Llegó a probar cuerpos jóvenes; de hombres y mujeres experimentados por igual; personas de diversas características físicas o emocionales y nada, ningún resultado dio con éxito en esa parte que, según decían los enamorados, era complementada con otra persona y sin necesidad de verse, te hacía sentir completo.

Él jamás supo el significado de esa connotación, se dio por vencido a los 25 años cuando su última pareja golpeó su rostro y entre lágrimas le gritó lo insípido de su tacto y lo frívolo de su alma. Recuerda como intentó hacer algo al respecto, recuerda cómo es que una pequeña voz, una minúscula parte de algún punto de su cabeza le dijo que lo correcto era correr tras él, decirle a Himchan que intentaría cambiar y hacer un esfuerzo por recuperar su corazón, pero dicha voz se apagó en cuando escuchó al televisor anunciar su serie favorita.

—Será la próxima... quizás.

Quiso llorar, golpear o en el más descarado de los intentos, sentirse alegre, pero nada sucedió y lejos de desconcertarse, le hizo enfadarse. Por lo que desde ése día se resignó a no intentar, a no desgastar su fuerza y dinero y prefirió ignorar esa pequeña parte vacía dentro de su pecho, justo al lado de su garganta, a seguir buscando.

Pero justo en ese momento, en ese lugar, frente a esa etérea figura, descubrió que la vida tenía maneras muy grotescas para burlarse de sus decisiones, porque jamás imaginó que ese hueco el cual había aprendido a ignorar, quemara tan profundo al ver la palidez de una sola persona, aun sin saber su edad, su nombre o el olor de su piel.

Supo que tenía que regresar cada día viernes cuando la semana siguiente al haber visitado ése lugar junto con su hermano, los pulmones se hincharon de forma enfermiza en su pecho, su pulso descendió hasta el punto de tener que recurrir a un médico y la ansiedad que era apagada con sus uñas. fue calmada cuando salió directamente del trabajo para ocupar casualmente la misma mesa para volver a embriagarse del mismo acto básico de la misma persona.

Se sintió estúpido por dejar su propia estabilidad mental a una persona, fingiendo ir al detestable lugar y gastar unas cuantas monedas solo para justificar su estancia en ese lugar; pensó que fue absurdo que su necesidad se satisficiera con verla, que su irritación cediera ante el efecto anestésico de una simple persona. 

Porque esa fue su única necesidad, no tocarla, olerle, ni siquiera para ver qué tan extenso podía ser su cuerpo o comprobar si su cabello tenía esa tonalidad por nacimiento; simplemente verla.

Porque sin importar lo oloroso que regresara a su departamento o lo cansado y estresado que volvía del mundo exterior, esa calidez en su pecho, la imborrable sonrisa en su rostro o el soñar cada noche con ese precioso cuerpo posado a su lado con el sedoso cabello rubio rozando sus fosas nasales, hacía que valiera la pena.

La música sonó quedamente, trayendo de regreso a la realidad a Yongguk.

Estuvo tan inmerso en su utopía que no tuvo conciencia que el acto ya había empezado y, por ende, había perdido valiosos segundos de ella. Dejó de mordisquearse los dedos para prestar atención al escenario, cuando una grata, pero no menos escalofriante, sorpresa lo golpeó fríamente el rostro.

Estaba siendo observado; no por los ebrios hambrientos de carne nueva; no por las tres personas que trabajaban en el local, estaba siendo observado por ella.
Una mala jugada en su vida lo puso en el campo de visión de la mujer a la cual había dedicado en silencio sus orgasmos. El calor corrió por sus piernas cuando sus ojos conectaron con los suyos. Ella lo miraba a él. 

Sola y exclusivamente a él.

La oscuridad de su universo miraba fijamente a él, ignorando asombrosamente a su alrededor. Sabía que no era una alucinación o algunos de aquellos sueños realistas que tenía con regularidad en donde ella bajaba del escenario y lo besaba; tan cálida y profundamente que el deseo de tenerla frente a él había superado la dimensión del sueño y llegaba brutalmente al plano físico cuando despertaba y penosamente notaba los residuos de sus sueños húmedos.

Eso no era un sueño, era la cruda realidad. Sintió desfallecer al ver que ella lo había descubierto entre el humo y la oscuridad de aquella esquina. Su presencia en ese lugar ya no pasaba por desapercibida y le hacía sentir tan... bien.

Se sintió tan bien que su mirada fuera correspondida con la misma intensidad, que pudiera ver cómo es que ella intentaba descifrar algo en su rostro, que pareciera querer derribar las barreras de Yongguk sin saber que ya las había destrozado por completo. Se sintió tan bien que ignorara al mundo y concentrara su mirada en él, sólo en él.

Se sintió flotar como una pluma, elevarse en el cielo y caer suavemente en el suelo, se sintió protegido y perturbado, por un momento se sintió correspondido; a la atención, a la curiosidad, correspondido en el amor.

Fue glorioso como es que pasaron los minutos y ninguno apartó la vista, que en ningún momento sobre el escenario ella bajara los universos que resultaban ser sus ojos y se volviera a perder el nirvana. Durante todo su acto, Yongguk sintió que él era su nirvana.

No supo contemplar el tiempo empleado, ni cuando el grotesco sonido de las sucias vulgaridades de los presentes se armaron con rapidez, hasta que el telón se corrió frente a la rubia y le quitó de tajo su momento de felicidad. Quiso creer que no fue su imaginación, que no fue una alucinación provocada por el detestable olor o intoxicación por el humo que inundaba el lugar, porque lo vio claramente, antes de que el telón se cerrara totalmente, pudo ver un poco más de su piel cuando ella se levantó y cubrió torpemente su extenso cuerpo con la guitarra.

Juró ver un poco de su plano pecho, y con junto a esa gloriosa porción de piel, una última mirada de ella dirigida hacia él. Un escalofrío corrió por su espalda cuando ella desapareció de su visión, fue tan pronto, tan efímero -instantáneo-, la había probado, había sentido algo de ella.

Durante tanto tiempo se había conformado con solo verla y ahora que fue consciente que ella no ignoraba su existencia, solo observarla pareció tan poco ante su deseo de tenerla, de escuchar su voz, de poder ver enteramente su cuerpo.

Iba a pararse para correr detrás de aquella figura, pero como era costumbre en su vida, algo o mejor dicho, alguien, lo interrumpió. Sintió una como una fuerza en su hombro causaba presión, manteniéndolo sentado.

—Hey ¿tan pronto te vas? Normalmente te quedas un poco más de tiempo –Yongguk siguió con la vista la mano en su hombro hasta dar con su dueño, Yixing—. La noche aún no acaba.

—Yo... ella... escenario... piel... r-rosa —le pareció increíble que su mente estuviera funcionando rápidamente pero que su boca no reaccionara correctamente.

—Tranquilo, vaquero –Yixing le dedicó una hermosa sonrisa—. Si no hablas correctamente no te voy a entender.

—No... y-yo... querer... guitarra... r-rubia.

Su balbuceo fue tan notorio que Yixing fue incapaz de ocultar su sonrisa y comenzó a carcajearse de él, provocando que se sonrojara. Tapó su rostro y lo recostó en la mesa para tratar de ocultar su vergüenza. Sintió que todos los colores se le subían a la cara y la risa de Yixing no le ayudaba en nada.

No pasó mucho hasta que volvió a sentir un golpeteo en su hombro izquierdo. Levantó un poco el rostro y volvió a encontrar el alegre semblante de Yixing frente a él.

Se veía particularmente feliz ¿tan patético lucía Yongguk?

—Necesito que me acompañes a un lugar, así que levántate, por favor.

— ¿Acompañarte?

—Sí, necesito que vengas a un lugar conmigo, así que deja de hacer ruidos con tu voz y toma tus cosas para que vayamos para allá –Yixing alargó su mano y apuntó en dirección a una puerta que, si no mal recordaba, solo la habían cruzado él y Sehun.

Yongguk siguió con la mirada el dedo de Yixing y frunció el ceño.

— ¿Allá? Yixing yo no voy a ir a ninguna parte a la que no esté autorizado entrar.
A pesar del tono brusco que utilizó, Yixing sonrió con ternura a su amigo. Se acercó más de lo debido a su cara y con cuidado de que nadie los viera lo arrastró de la mesa, sin olvidar tomar las pertenencias de Yongguk.

Pasaron entre las mesas, apartando de golpe a las personas que se metían en su camino e ignorando los reclamos sordos de las personas. Yixing parecía un niño pequeño a los ojos de Bang, porque miraba por encima de su hombro cada cierto tiempo o lo cubría con su cuerpo cuando el camino se llenaba de personas. Sin saber por qué, llevó su mirada a la barra y descubrió que el encargado los estaba mirando con cierta desaprobación, o más bien, lo veía a él con una mueca que denotaba todo, menos gusto.

No tuvo ni tiempo de pensar en él porqué Yixing se detuvo de golpe.

—Mira, sé dónde está tu automóvil, llevaré tus cosas ahí para que no te preocupes por ellas ¿sí? –Yixing le mostró sus pertenencias mientras hacía una mímica para realzar lo que haría.

— ¿Qué? –Frunció el ceño—. ¿Por qué vas a hacer eso?

—Escucha, hay algo que debo decirte antes de que entres ahí, pero primero –acomodó superficialmente la ropa de Yongguk, prestando especial atención el su camisa mal desabrochada—, dios, sí que eres un desastre.

—Yixing, ¿qué crees que haces?

—No me agradezcas nada, es más, si te preguntan, yo no te conozco, ¿sí?

El mesero volvió a dar un vistazo a su alrededor y cuando comprobó que nadie en el lugar a excepción de Sehun, los observaba fijamente, se acercó al oído de Yongguk y susurró pausadamente una sencilla frase. Estaba animado, si las cosas salían como él pensaba, su amigo dejaría de ser un ermitaño amargado. Se alejó de él con una sonrisa en el rostro y observó con alegría el gesto congelado en la cara de Yongguk.

Aprovechando el pequeño shock de su cliente, Yixing abrió la puerta detrás de ellos y lo empujó dentro de un pasillo largo y estrecho. Sin saber nada de sí, escuchó como Yixing le volvió a gritar "no me lo agradezcas" cuando cerró secamente la puerta detrás de él.

Ahora te digo yo ¿cómo no se lo iba a agradecer? 

El ruido provocado por la puerta hizo eco en el pasillo, resonó huecamente en los oídos de Yongguk, acentuando lo vacío del lugar. Aún sin estar totalmente consciente, la luz que emergía de una habitación llamó su atención. Sin estar al tanto de lo que pasaba, su cuerpo se movió automáticamente en esa dirección.

Mientras más se acercaba, podía distinguir con más claridad el sonido de una pista ligera de hip hop proveniente de la habitación. A pocos pasos de llegar a la puerta, escuchó el sonido de un vidrio quebrarse por lo que apresuró su paso para ver qué es lo que sucedía. Sin pensarlo dos veces, atravesó el marco de la puerta, temeroso del significado detrás de ese ruido, sin embargo sus pies se frenaron cuando la escena frente a él le robó el aliento.

Justo frente a él una persona se encontraba inclinada en el suelo sobre sus rodillas, recogiendo torpemente los pedazos de lo que parecía ser un jarrón roto. Boqueó en el aire al ver que la persona encogida en el suelo actuando de manera cautelosa era la misma persona que había revolucionado sus neuronas.

Ahí, justo en el suelo, la transparente piel que había consumido desde la oscuridad, brillaba frente a él con toda su naturaleza intacta. Estaba tan concentrada en su mundo, que sobre reaccionó cuando se dio cuenta de su presencia en la habitación. Quizás fue por un ruido que salió de su boca, por el rechinido de la madera cuando comenzó a caminar hacia ella o el sonido de su pesada respiración el que hizo sobresaltar a la persona en el suelo. 

Cuando sus ojos se conectaron, sintió su alma desprenderse de su cuerpo. Le debía su vida a Yixing.

La chica elevó su cuerpo hasta quedar totalmente parada. Bang no pudo evitar beber enteramente de la vista que se exponía con libertad frente a él. Se veía hermosa, de hecho, lo era. 

Su largo cabello colgaba libremente hasta la parte baja de su cintura, vestía con una playera negra desgastada varias tallas más grandes de las que debía usar, dejando claramente a la vista su hombro derecho por la tela que colgaba libremente hasta la mitad del brazo; el final de la playera colgaba flojamente hasta la parte media de sus muslos mostrando cierta porción de la piel de sus piernas. 

Yongguk pensó que incluso detrás del escenario, vestía cosas tan simples como lo era una enorme playera con color desgastado y unas zapatillas Converse, y aun así, lucía resplandeciente; única en el mundo.

Fue extraño para él ver cómo es que la misma persona podía tener distintas facetas; habían pasado unos cuantos minutos del momento en que sintió su alma desnuda bajo su mirada y ahora, justo ahora, la misma persona le miraba extrañamente, como si tuviera miedo de él.

Ambos mantuvieron el momento hechizante hasta que la rubia hizo un movimiento extraño con la cabeza y quebró el contacto visual. Justo delante de él, Yongguk vio cómo es que se movía nerviosamente buscando algo de manera desesperada, como si quisiera partir de ahí. 

Como si huyera de él.  

Siquiera pensar en esa posibilidad inundó su cuerpo de pánico.

— ¡No!

El grito que dio causó que ella se asustara y se encogiera en su lugar, dando como resultado que el movimiento de su cuerpo fuera mucho más ansioso. 

Ante la escena, un impulso nació del interior de Yongguk; corrió en su dirección y sin importar la cantidad de cosas que tiró, atrapó entre sus manos las delgadas muñecas de la chica, evitando que pudiera moverse. Ambos temblaron apenas sus pieles entraron en contacto con la del otro.

Por el miedo que seguramente le provocó el agarre en sus muñecas, volteó su rostro tapándolo con su cabello, evitando a todo modo encarar a Yongguk. Quiso no verse afectado, pero actuaba como si le tuviera pavor, como si estar cerca de él fuera una condena eterna. Parecía incluso que le tenía asco. 

Asco a él. 

A la persona que se había ocultado por meses enteros para no alterar su ilegible espacio de trabajo, la misma persona que sin pedirlo, había incluido en su rutina, en parte de su vida; la persona que sin saber su nombre o el sonido de su voz, soñó con encontrar la infinidad de las mañanas entre el sol y la profundidad de sus ojos. 

Ella había entrado de modo tan brusco a la vida su vida y se adueñó de su esencia entera que el obvio rechazo mostrado ahora, hizo sentir a Yongguk ahogado en su propio asco.

—No puedes irte —habló el moreno, con su rostro lleno de horror —No ahora que sé cosas de ti.

La mirada que le dedicó la chica fue de completo pavor. Sus ojos se abrieron de golpe y su boca comenzó a producir sonidos muertos; Yongguk fue capaz de sentir debajo de sus palmas como es que la chica comenzaba a temblar debajo de él, entre la pared y su cuerpo. No supo de dónde, pero en un intento desesperado, la rubia comenzó a emplear una fuerza que Yongguk no pensó que podía tener.

Una silenciosa pelea por ver quién tomaba el control de las cosas se desató. Zyra gruñía por la fuerza que Yongguk utilizaba, remarcando quién de los dos tenía más fuerza en su cuerpo. A pesar de que sus alturas fueran semejantes, Yongguk le superaba en masa muscular y en resistencia, no podía ganarle a eso. Movió con fuerza su cuerpo, en un vago intento de apartarse del cuerpo de Yongguk, fallando torpemente en el intento.

En un intento desesperado, clavó sus uñas en la piel de Yongguk, mas no dio el resultado que esperaba, ya que el moreno enfureció, al punto de inmovilizarla contra la pared, sujetando sus hombros fuertemente contra ella. La mano de Yongguk tocó la piel descubierta de su hombro, desmoronando las sensaciones que produjo ver el contraste de las tonalidades de sus pieles. 

La rubia cerró los ojos y disfrutó del gélido tacto del moreno, perdiendo su mente en algún punto de su utopía por lo arrasador que fue sentir los delgados y callosos dedos del hombre sobre sí. Quiso seguir, que el momento continuara, pero el pavor invadió su cuerpo cuando sintió mucho más cercana la fuerte respiración de Yongguk. 

— ¡Déjame! –forcejeó por última vez en contra del moreno.

— ¡No! Maldita sea, no lo haré –llevó las manos de la rubia a los costados de su cabeza, obligándola a mirarlo—, no te dejaré ir, no cuando ya llegué a ti.

—Te equivocas conmigo –susurró quedamente, queriendo guardar la compostura. 

Él no lo entendía y era consciente de ello. Era casi seguro que Yongguk tuviera una imagen de ella, pero esa imagen no representaba enteramente todo su ser, y eso, eso hizo que se enfadara. Se enfadó con el hombre frente a ella, se enojó con el mundo, se enojó consigo misma por ser una cobarde. 

— ¡No soy lo que buscas! —gritó desesperada en la cara de Yongguk.

No le importó que su voz sonara fracturada, se sentía débil, se sentía pesada, si continuaba en ese lugar, justo de frente al moreno, haría algo que aventaría a ambos en un agujero negro y los momentos que compartieron juntos durante todos esos meses desaparecerían. 

No podía permitirse ver como la felicidad de Yongguk desaparecía gracias a ella. 

Siempre supo de él, desde la primera noche que entró al lugar donde trabajaba se dio cuenta de él. No pudo ignorar a ese hombre que, detrás de todo el mar de hombres ansiosos por consumir su juventud, se encontraba uno que vio mucho más que un cuerpo. 

Agradeció al imprudente mesero del local el hablar sobre el misterioso hombre que regresaba cada semana con el hombre de la barra, que se le escaparan cosas tan triviales, pero tan importantes para ella, como fue su nombre, su edad e incluso el motivo por el cual visitaba el lugar.

Él había sido un escape a su cruel realidad, el escape a aquel mundo que consumía su vida por sus malas decisiones; él fue la motivación por la que tomó la caja de anti depresivos y los tiró sin arrepentimientos por el escusado. 

Por lo que no, no iba a permitirle saber más de ella, no le daría el derecho a deshacer aquella intensa pero extraña relación que habían mantenido por tanto tiempo solo por su imprudente curiosidad. 

No le permitiría alejarse, no ahora que había descubierto la vía láctea detrás de su mirada.

— Lo eres Junhong –Yongguk negó furiosamente con su cabeza—. Jodidamente eres lo que busco, seas quién seas, trabajes en el lugar que trabajes, vistas de la manera que quieras... tú eres lo que busco.

Y entonces sucedió, al escuchar a Yongguk decir su nombre, las fuerzas con las que había estado reprimiendo sus emociones cayeron al suelo.

—Dijo mi nombre, mi verdadero nombre. 

Bajó la mirada derrotado. 

Lo sabía, él sabía su nombre y por lo que entendió de sus palabras, Yongguk sabía que no era una ella, sino un él. 

Sintió su cara arder por la humillación. Yongguk no se debió haber enterado nunca de eso. Todo estaba tan bien entre los dos, pero no, el otro decidió cruzar una línea que nadie jamás había cruzado. Fue su culpa, Yongguk acabó con todo. 

Muerto de la vergüenza, Junhong hizo un movimiento con sus brazos y apartó de su camino a Yongguk. Si antes no tuvo un motivo bien fundado por el cual huir, aprovecharía ese sin dudarlo.

Caminó en dirección a la puerta, pero su andar fue detenido por unos musculosos brazos enrollados en su cintura. Quiso moverse, apartar al otro de su cuerpo pero le fue imposible; cada parte de su torso que era tocada por las frías manos de Yongguk tomaba un calor indescriptible. 

Su cuerpo reaccionaba ante el tacto del otro, por lo que disfrutó de él, quizás... quizás luego se encargaría de apartarlo de su lado, pero por ese momento, en esa posición, dejó que el aliento de Yongguk quemara detrás de su cuello, que sus manos bajaran al inicio de su ropa y se adentraran hasta tocar finalmente su piel.

Dejó caer su cabeza en el hombro del moreno cuando este comenzó a frotar sus dedos por la piel de su vientre, dejando su cuello a disposición del contrario.  Entre besos y caricias, levantó sus delgados brazos y los aterrizó a los costados del cuello de Yongguk tocándolo casi como si temiera romperlo.

No hace mucha falta decir lo que sucedió después. Luego de un involuntario movimiento circular de las caderas de Junhong, Yongguk tomó su mano y lo arrastró hasta la puerta que supuso, era la de salida para encerrarse en la parte trasera de su coche por lo que restara de la noche. 

Durante toda la noche, hasta despedir con sus pesadas respiraciones la luz de la luna, se fundieron en la piel del contrario, en arranques salvajes marcaron sus pieles; entre respiraciones, ambos tatuaron en las palmas de sus manos entrelazadas la fusión de sus almas cuando sus cuerpos, después de tanto tiempo, se fusionaron.

._.  |:  .-.  :|  ._.  |:  .-.  :|  ._. ♥

Las luces matutinas entraron por la ventana del coche de Yongguk, interrumpiendo su estado catatónico, regresándolo a la realidad presentada en una postura incómoda en la parte trasera de su coche.

Quiso removerse para seguir en su nirvana donde un delgado pecho explotaba en diversas tonalidades frente a él, dónde largos dedos transparentes le acariciaban el pecho mientras una dulce y ronca voz susurraba como cánticos religiosos su nombre.

Quiso regresar a aquel sueño en donde largos y eternos hilos de oro acariciaban de manera aleatoria su rostro, mientras un extraño calor arropaba su cuerpo. Quiso volver al sueño que le alteró los sentidos de lo real que se sintió, porque incluso, aunque apenas estuviera despertando, sentía el ardor en su pecho y un enorme peso sobre sus caderas, pero un peso encima de él se lo impidió.

Parpadeó constantemente hasta poder ver claramente qué era ese peso extra, y grata fue la sorpresa al ver el cuerpo de Junhong acomodado de manera extraña sobre su cuerpo. Le resultó gracioso cómo es que sus largos cuerpos se habían podido acomodar en tan estrecho espacio, luego desechó la idea; había hecho tantas cosas en esos asientos que sonaba normal que ambos pudieran amanecer tranquilamente ahí.

Dio un vistazo general sobre las condiciones en las que estaban y un calor en su pecho se formó cuando divisó la línea baja de la espalda de su amante cubierta únicamente por su cabello rubio.

Acarició lentamente el nacimiento de éste, pasando sus falanges por el largo camino de su longitud, descansando su fría mano en el trasero de Junhong. Removió el brazo que el rubio usaba como almohada para poder tocar suavemente su cabeza. Dio un suave beso y cerró los ojos para disfrutar del tenue olor de su cabello.

Sintió un cosquilleo burbujeante cuando el aliento mañanero de su acompañante golpeaba el costado de su rostro. Absorbió hasta el último detalle de su rostro, de su ceja poco poblada, del pequeño rastro de acné rojo marcado en sus mejillas, de la pieza de joyería que se asomaba discretamente en el extremo de una de sus fosas nasales, incluso el naciente vello facial que cubría quedamente su labio inferior.

Achicó los ojos para poder ver con mayor claridad que la capa de vello que apenas se asomaba no era de tonalidad rubia, sino opaca, totalmente oscura.

Pasó su vista por donde estaban sus dedos y logró ver cómo es que, debajo de ellos, en el inicio del cuero cabelludo, se podía observar la raíz de un profundo tono oscuro y en lugar de enfadarse, se fascinó. Incontables veces sus sueños fueron apañados por la tonalidad actual del cabello de Junhong, miles de veces se imaginó a sí mismo como en ese momento, disfrutando en silencio del hermoso paisaje del extenso cabello rubio del más joven por las mañanas, pero imaginarlo negro, hizo que perdiera la cabeza.

Una corriente de calor inundó su cuerpo de tan solo imaginar a Junhong caminando desnudo por las mañanas al baño, con su largo cabello negro ondeando en el aire al compás de sus movimientos. Se imaginó a sí mismo contemplando tal espectáculo desde su lado de la cama, admirando el contraste de la pálida piel de Junhong con su cabello oscuro.

Dio un tirón al cabello del más joven de tan sólo imaginarlo en la intimidad, distribuido toscamente por toda su cama, fusionándose como uno.

— ¿Qué? —Junhong removió su cabeza buscando con la mirada una respuesta al porqué Yongguk había osado interrumpir su sueño.

No fue consciente de la fuerza que empleó había perturbado el sueño del rubio.

—Nada, solo... pensaba —sonrió cálidamente al menor.

— ¿Pensar? —Junhong rascó uno de sus ojos perezosamente —. ¿En qué pensabas?

—Es solo que... —volvió a pasar sus dedos por encima de la raíz negra que apenas se podía percibir del cabello del contrario—, creía que eras rubio natural.

Junhong sonrió ante las palabras de su amante. Se removió incómodo en la tapicería del automóvil del moreno, y apretó con fuerza su cuerpo en contra del cuerpo de Yongguk. Dios, su pecho era tan cálido.

—Yo creía que eras Buga*, así que ambos estamos sorprendidos.

Yongguk soltó una carcajada cuando sintió que Junhong escondía su rostro en su cuello y murmuraba palabras ilegibles.

Podía vivir con eso. Ansiaba hacerlo.
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Si no sabes qué es Buga, por un putito aquí para explicarte c:

No pongo más cosas porque estoy pensando en que quizás haya un OS de ése Sexing que quedó al aire y ahí, posiblemente les cuente qué pasó con estos dos. Solo hay que darle tiempo :D (Más que nada, yo soy la que se debe tomar ése tiempo).

Y sip, la rubia resultó ser un rubio y para colmo, artificial ♥

¿Necesita algo más? Realmente no estoy muy conforme con como describí lo último, sigo pensando que le falta algo, pero casualmente siempre pienso eso XD

¡Muchas gracias por leer! Y aguante al BangLo.

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