Capítulo 20: Verdades
"I want to take you to the sunlight. If the world knew what you've been holding back, heart attacks every night. Oh, you know it's not right. I will follow you wherever you go, I will follow you to your lowest point, I will always be around wherever life takes you, you know I will follow you. (...) I wish I could fix it, I could fix it for you.."
"Quiero llevarte a la luz del sol. Si el mundo supiera lo que has estado reprimiendo, ataques al corazón todas las noches. Oh, sabes que no está bien. Te seguiré a donde quiera que vayas, te seguiré hasta tu punto más bajo, siempre estaré ahí donde te lleve la vida, sabes que te seguiré. (...) Ojalá pudiera arreglarlo, podría arreglarlo por ti..."
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Viernes 25 de agosto del 2023, Chicago Illinois, 04:32 p.m.
Oscar
Ya eran casi las cinco de la tarde y lo único que pasaba por mi mente en ese momento, era invitar a Marissa a cenar, a tomar un café, a lo que fuera, realmente lo que quería, era pasar tiempo con ella, no me importaba de qué manera. Los días pasados después de haber confeccionado el primer diseño para la colección que estábamos preparando y durante casi todo el mes apenas si habíamos tenido tiempo para darnos un buen día en la oficina.
Yo estaba hasta el cuello de reuniones, video llamadas y llamadas a larga distancia, papeleo y más juntas e Issa no estaba mejor que yo; atareada con la gestión de todos los nuevos procesos que estaba implementando, creando manuales y guías, diseñando más propuestas que se añadirían a la colección, uniéndose a las reuniones conmigo, siempre tomando apuntes y notas, encontrándose con mi mirada en ella en más de una ocasión, haciéndola ruborizar y verse preciosa, con esos largos y suaves rizos que ya había tenido el placer que acariciar, enmarcando su rostro de una forma que parecía irreal.
Lo irreal era lo mucho que la había extrañado durante todos esos días.
No había podido ni darle un insignificante beso, ni uno solo. El único momento que logramos pasar más de una hora juntos fue cuando tuvimos la video llamada con los Plasencia en donde nos explicaron con detalle la forma en que estaba compuesto el contrato que nos habían hecho llegar por mensajería express y solo fue para revisar que todo estuviera en orden y luego, cada uno volvió a darle su atención a todos los pendientes que saltaban de nuestras agendas.
Estaba cansado, agotado. Solo quería verla, darle besos en toda la cara y compartir una rica cena con ella.
Y ese era el plan, por lo menos era lo que estaba pensando en ese momento hasta que la puerta de la oficina se abrió de golpe, dejando entrada libre a unos pasos estruendosos y una voz ronca y potente y, que conocía muy bien.
—¡Estrada, tenemos que hablar! —Pedro entró, haciendo que las puertas chocaran contra la pared. Llegó hasta mí en apenas cuatro zancadas y su mirada jamás dejo la mía. Se veía que había estado despierto ya por varias horas y seguía en movimiento gracias a la cafeína en su sistema, la corbata mal anudada lo delataba y también el botón mal colocado en su camisa. En una de sus manos, llevaba un folder amarillo, con hojas que sobresalían, parecían documentos.
—¿Qué demonios estás haciendo aquí? —Pregunté con sorpresa, mirándolo de igual forma y pude ver por la ventana que los chicos afuera, incluidos Marissa y Dan, nos observaban igual de confundidos que yo. Rápidamente me levanté y casi llegué corriendo hasta la puerta para cerrarla de inmediato y luego de darle una seña tranquilizante a Issa con la mano, cerré las persianas y volví mis pasos hacia Pedro para llegar hasta él—. ¿Quién te dejo pasar?
—¿Qué pregunta quieres que te responda primero?
—Ambas, y quiero que dejes de contestarme con preguntas, ahora.
Pedro esbozó una sonrisa divertida en los labios, parecía que se divertía con sacarme de quicio y a decir verdad, siempre había sido bueno haciéndolo. Era su habilidad natural, casi que no podía controlarla, pero lo era excusa.
—Uno —levantó su dedo índice para comenzar a enumerar—, estoy aquí porque necesitamos hablar de algo que descubrí y dos —ahora su dedo medio era el que estaba arriba—, el guardia de seguridad de la entrada me dejo pasar cuando le enseñé esta —sacó su placa de la CIA, brillante, dorada y reluciente.
—Guarda eso, no seas fanfarrón —empecé a reír, bajando su mano y volví hasta el escritorio para recargarme en él, pasándome las manos por el rostro para luego cruzar los brazos—. Bueno, ¿vas a decirme que eso tan urgente que tienes que hablar conmigo que casi rompes las ventanas de mi oficina?
—Investigué al padre de tu chica... —Pedro alzó las cejas—, y lo que encontré es algo bastante interesante y malo, tanto, que tuve que tomar un vuelo de París hasta acá otra vez para decírtelo en persona —notó mi expresión de desconcierto y añadió—, bueno, eso último es broma, si me enviaron por algo más serio, pero también tiene que ver con esto y me quedaré el tiempo que sea necesario.
Sabía que para este punto, ya no había forma de disuadir a Pedro sobre el hecho de que se refiriera a Marissa de esa forma y preferí ya no decir nada por dos cosas: la primera porque no había ya manera de que fuera a dejar de decirlo y la segunda porque, de cierta forma, me gustaba pensar que Issa era mi chica. Aunque fuera una idea que en ese momento, compartía solo conmigo mismo.
—Oh, entiendo. ¿Quieres sentarte? —Lo mire, ofreciéndole asiento frente al escritorio.
—Creo que sería mejor que te sentaras tú...
Pedro comenzó a contarme todo, quién era Abel Morales, su mala juventud basada en deudas de apuestas y consumo excesivo de drogas y alcohol, su historial violento y sus antecedentes penales, la fecha de su matrimonio y el nacimiento de sus tres hijos; el contacto que había estado teniendo con prestamistas de mala fama para saldar sus deudas de juego y bebida y todo lo predecible que cualquier persona con esta calidad de vida podría tener...
Y siguió, mostrándome papeles, documentos, fotografías, detalles, hasta que al fin llegamos a lo que al parecer, era lo más importante de toda esta avalancha de información, su más reciente contacto para la liquidación de una deuda de ochenta y cinco millones de dólares, una familia del gremio de la mafia italiana, la más peligrosa y poderosa de toda Europa desde hace más de cinco décadas y que hasta la fecha, no se habían podido apresar: los Mazzamuto. Solo alguien que estuviera completamente disociado del mundo no los conocería, su apellido es mencionado con seguridad en tres de los cinco continentes.
—¿Me estás diciendo que el padre de Marissa tiene tratos con estas personas tan... peligrosas? —No podía despegar la vista de los papeles que tenía en la mano.
—Así es, y no solo eso... —Pedro suspiró.
—¿Cómo que no solo eso? —Rápidamente lo mire—. Si hay algo que tenga que saber, por favor, dímelo...
—Bueno, Abel involucró a Marissa con estos tipos.
—¿Pero cómo?
Pedro suspiró y me mostró otro documento, en donde aparecían los nombres de los principales miembros de la familia Mazzamuto: Bernardo y Salvatore. Más abajo, había notas que explicaban que Salvatore padecía de un problema renal y necesitaba un trasplante y luego, más abajo, se mencionaba el tipo de sangre de Salvatore: O-
Casi sentía que se me iba el aire. Volví frente a la laptop y teclee el nombre de Marissa en el directorio de empleados y ahí estaba, su tipo de sangre: O-. Esto tenía que ser una broma. Ahora todo estaba teniendo sentido, también aquellas marcas de aguja que tenía en sus brazos, y las heridas en sus muñecas y tobillos... Dios, ¿qué le estaban haciendo a mi Issa?
Pedro suspiró y cerró los ojos, tomando asiento frente a mí cuando me vio desplomarme en la silla y pasarme los dedos por el cabello.
—Tengo una teoría... —él rompió el silencio.
—Yo también... —contesté, con la vista perdida en la laptop, viendo la pequeña foto de Marissa en la pantalla.
—Creo que esos desgraciados están usando a tu chica como una donante o por lo menos, esa es su idea, quién sabe si ya lo hicieron... ¿Ya viste que Salvatore y Marissa tienen el mismo tipo de sangre? Estoy seguro que ya lo notaste.
—Sí...
—Y el tipo de sangre O- es muy raro y especial. Solo un 7% de la población mundial lo tiene y otra cosa importante es que, a las personas que lo poseen, se les conoce como donadores universales porque pueden brindarle sangre a cualquiera, independientemente del tipo que sea el receptor, pero con ellos no funciona igual, porque solo pueden recibir sangre de su mismo tipo...
—Lo sé...
Pedró suspiró, pero siguió hablando. —Y si la compatibilidad sanguínea existe, es muy probable que, también lo sea en la donación de órganos...
—Entiendo...
—Pienso que tal vez, Abel involucró a Marissa en todo esto para saldar su deuda con ellos y a cambio de esa condonación, ella sería donante de Salvatore para el riñón y quién sabe para qué más...
No podía decir nada, había entrado en un estado de disociación extrema, solo mirando la foto de Issa, tratando de asimilar todo esto. Se me había cortado el habla, no podía emitir palabras, pero sentía todo... Quería ir a encontrar a ese hombre y romperle la cara a puñetazos. Los recuerdos de las marcas y las heridas en la piel de Marissa estaban grabadas en mi mente, a rojo vivo. Quería golpearlo y lastimarlo, tal y como lo habían hecho con ella y seguro no sería suficiente, porque no podría ni imaginarme lo que ella había tenido que pasar y sufrir para terminar de esa forma.
Pedro había notado esto y solo dejo salir el aire de su cuerpo lentamente. La tensión se había acumulado.
—Oscar... —me llamó—, ¿estás bien?
Negué con un movimiento de cabeza y sentí un nudo en la garganta. —Ahora entiendo por qué empecé a sentir esa necesidad tan grande de cuidar de ella...
—Sabes que no es tu culpa, ¿verdad?
—Lo sé, sé que no lo es... Pero aun así, me duele. Me duele saber que seguro está afrontando todo esto ella sola, porque es obvio que esos malditos bastardos la tienen amenazada... No puedo ni imaginarme... —las lágrimas estaban anunciándose—, lo difícil que esto ha sido para ella. No puedo... —me quité las gafas solo para cubrirme los ojos y llorar en silencio. Saber que le están haciendo daño a una persona que quieres es horrible.
Pedro se levantó y me puso una mano en el hombro, tratando de brindarme consuelo, el mismo consuelo que yo quería salir a darle a Marissa, pero no podía, no en ese momento, ¿cómo iba a decirle que de pronto, ya sabía todo lo que le estaba sucediendo?
—También espero que sepas que podemos ayudarla...
—¿Y cómo? —Respondí, tratando de no alternarme ni levantar la voz, intentando no perder la calma—. Es decir... ¿Cómo de una forma que no la ponga más en peligro?
—Eso es justo para lo que estoy aquí... —Pedro respiró, hablándome de espacio—. Hemos intentado atrapar a esos idiotas desde hace mucho tiempo: la CIA, el FBI, seguridad nacional... Todos los que te puedes imaginar, incluso lo han intentado desde mucho antes de que yo me uniera a la fuerza, desde mucho antes que tú y yo naciéramos si quiera...
—¿A dónde quieres llegar? —Levanté la vista, mirándolo confundido.
—Lo que quiero decir, Oscar, es que con ayuda de Marissa, podríamos capturar a esos hijos de perra. Pero, necesitas contarle esto...
—¿Esperas que le diga que la mandé a investigar sin su permiso y que ahora sé que su padre la involucró en un contrato mortal con la mafia por qué decidí que tenía derecho a invadir su privacidad porque trabaja para mi compañía? —Lo mire perplejo, dejándome las manos en las mejillas.
—Bueno, si lo pones así, ciertamente suena muy mal pero, estoy seguro que ella entenderá...
—Es que no veo ningún futuro en el cual, ella no termine molesta conmigo, odiándome o renunciando y alejándose de mí o las cuatro al mismo tiempo... —negué, dejando caer mi frente sobre el escritorio.
—Oscar, ella entenderá tus motivos. Tienes que decirle por qué lo hiciste y eso fue porque estabas preocupado por ella. Y cuando le digas que podemos ayudarla, sé que reaccionará incluso mejor —Pedro trato de animarme, sacudiéndome el cabello con la mano—. Pero en verdad necesito que hables con ella, para eso estoy aquí, para planear una emboscada con esos idiotas. Quiero decir, ¿entiendes que si no hacemos esto, la familia de la mafia más peligrosa de los últimos cincuenta años seguiría libre e impune?
—¡¿Y tú entiendes que si le digo esto puedo perderla?! Estoy sintiendo muchas cosas por ella, la quiero, la estoy queriendo mucho...Por favor, compréndeme... —trate de encontrar entendimiento en la mirada de Pedro a través de la mía, empapada de lágrimas.
Pedro suspiró, colocándose en cuclillas frente a mí y me apretó el hombro. —Te entiendo, claro que te comprendo, puedo ver que la quieres, que en verdad la estás queriendo, puedo ver que es real pero —me miró a los ojos—, escucha esto con atención: si hablas con ella, sí, podrías perderla, pero también existe una posibilidad de que puedas ayudarla a afrontar esto. Digamos que es un cincuenta cincuenta. En cambio, si decides no decirle nada, y por lo complicado que se ve este asunto, igualmente la vas a perder y en ese caso, todo el porcentaje se va a esa opción.
Lo mire, pasando saliva.
—Quiero estar con ella, quiero ayudarla, ser su apoyo...
—Entonces, piensa en eso.
Marissa
Cuando tienes demasiadas cosas que hacer, el día jamás tendrá suficientes horas.
El reloj en la oficina ya marcaba las seis en punto cuando recibí un mensaje de texto de parte de Abril, preguntándome si nos veríamos para cenar como lo habíamos planeado a inicios de la semana y mi respuesta fue un sí instantáneo.
La verdad es que, cualquier cosa que me distrajera de mi maldito problema era gratamente recibido. Todavía no me sentía en condiciones de pensar para encontrar una solución. Era consciente de mi tiempo limitado, pero también de que mi mente seguía en blanco. Solo necesitaba despejarme un poco más.
Justo cuando estaba guardando mis cosas e n la mochila para irme y me despedía de Dan, escuché que la puerta de la oficina de Oscar se abrió y cuando giré para ver qué pasaba, lo encontré llamándome desde la puerta, haciendo un sutil movimiento con sus dedos de que fuera hasta allá.
—Te veo el lunes, Dan. Descansa —me incliné para darle un beso en la mejilla y él hizo lo mismo.
—Anda y ve con tu hombre —meneo la mano con un gesto bastante femenino, mucho más femenino que le que yo podría llegar a hacer y me hizo reír.
—Cállate, eso no es cierto —le di un ligero empujón en el hombro.
—Sí, claro. Ya, vete, shu...
Reí y luego de tomar mis cosas, caminé hacia la oficina de Oscar, donde ya me estaba esperando. Cuando llegué a la puerta, la abrió un poco más para que pudiera pasar y me regaló una sonrisa que si bien era linda, parecía algo nerviosa. Lo saludé, devolviéndole le gesto y cuando entre y cerró la puerta, vi adentro al hombre que lo acompañaba la ocasión en que por accidente, le derramé la bebida que llevaba en las manos sobre sus pantalones; alto, delgado, de cabello y bigote castaños, vestido de traje formal y recargado en el escritorio de Oscar con los brazos cruzados.
¿Cómo se llamaba? ¿Luis? ¿Pablo? Recordaba algo así, aunque también era cierto que no recordaba que me lo hubiese presentado...
—Issa —Oscar se aclaró la garganta, acercándose a mi lado mientras su invitado no dejaba de vernos con una sonrisita en los labios que se hacía más y más grande con cada momento que pasaba, atravesando su bigote—, quiero presentarte a Pedro, Pedro Balmaceda, mi mejor amigo que vino pues..., de visita. La primera vez que lo viste, creo que no tuvimos tiempo de hacer la presentación formal.
Mientras Oscar hablaba, Pedro se alejó del escritorio, irguiendo la espalda y caminó hacia nosotros con paso decido, levantando su mano a la altura de su hombro mientras se acercaba.
—Entonces, al fin tengo el placer de conocerte de manera formal y no solo por pequeñas charlas que tengo con tu jefe —dijo Pedro, cuando encontró su mano con la mía en un saludo amistoso, aunque bastante firme. Ni siquiera me di cuenta del momento en que nuestras manos terminaron estrechándose y Oscar, casi lo acribilla con la mirada.
—Ohhh, bueno, no sé qué es lo que Oscar te ha dicho de mí, pero espero que sean cosas buenas —reí, y con la mano libre me acomodé la mochila que me colgaba del hombro.
—Ay querida, si supieras... —y de nuevo mire a Oscar, mirándolo, parecía que las llamas atravesaban sus ojos.
—Pues es un gusto conocerte al fin, Pedro, aunque creo que yo no he recibido tanta información de ti como tú de mí por parte de nuestro factor común —sonreí, ahora ganándome yo la mirada inquisidora de mi jefe—. Y que gusto que estés aquí, es una buena oportunidad para disculparme por aquella vez en el restaurante...
—No hay nada que lamentar, créeme... —Pedro me sonrió de forma cómplice pero, no entendí muy bien por qué. Decidí dejarlo pasar.
Le sonreí de vuelta y de pronto el ambiente se había vuelto bastante agradable pero entonces recordé que iba a ver a Abril. Mire la hora en el reloj de la oficina antes de empezar a hablar.
—Entonces, supongo que los dejo para que se pongan al día con, lo que sea que se tengan que poner al día. Yo ya me tengo que ir, quede de ir a cenar con mi mejor amiga —les expliqué, sintiendo el teléfono vibrar en la bolsa de mi pantalón de forma incontrolable, seguro eran mensajes de Abril avisándome que ya estaba saliendo de casa y que no fuera a llegar tarde.
Oscar asintió y me regaló una sonrisa más relajada y pensé que sería todo, sin embargo, Pedro nos hizo sobresaltarnos a ambos con su pregunta.
—¿Te refieres a tu amiga de cabello largo y pelirrojo? —Su voz se notaba cargada de interés.
—Hummmm, sí, ella... ¿Cómo sabes que es pelirroja? —Lo mire extrañada.
—La recuerdo del día del restaurante, iba contigo... —en ese momento comprendí que al parecer, Abril había llamado la atención de Pedro—. Tengo una idea: vayamos a cenar los cuatro. Conozco un lugar fantástico donde prepararan las pizzas al estilo Chicago más deliciosas que jamás hayan probado...
—Pedro, no... —Oscar intervino.
—Pedro, sí. —Respondió él, sonriendo.
—Pedro, ¿qué? —Yo estaba confundida.
—Llama a tu amiga, Issa, dile que llevaras a un par de acompañantes a la cena —Pedro levantó las cejas, invitándome a tomar el celular y escribirle a Abril.
—¿Por qué le dices Issa? Nadie te ha dado permiso de que le digas así... —refunfuñó Oscar, mirando a Pedro por encima de sus anteojos.
Ambos empezaron a discutir sobre mi nombre y yo, me quedé mirándolos sin comprender exactamente que estaba pasado.
—Entonces, ¿ya están listos para ordenar —Un amable camarero, cuyo pin brillante en el pecho prendido a la tela de su camisa decía Julian, sostenía una libreta y un bolígrafo, esperando atento nuestra respuesta.
—Sí, vamos a querer una Chicago familiar, de pepperoni con extra queso por favor. Y para tomar, una jarra de agua del día —Pedro le indicó nuestro pedido a Julian y él, después de asegurarse de haber anotado todo el su libreta de hojas color amarillo, salió casi corriendo directo a la cocina.
Al final, si habíamos ido a cenar los cuatro.
Cuando hablé con Abril para explicarle que podríamos cancelar y vernos otro día si ella no se sentía cómoda con el hecho de que Oscar y Pedro cenaran con nosotras, la respuesta que tuve fue todo lo contrario a algo negativo. Incluso, me preguntó si sabía si Pedro estaba soltero y si sería mejor llevar un vestido fresco o unos jeans. Mi respuesta para ambas preguntas fue: no lo sé.
Y ahí, estábamos, Oscar y yo sentados uno al lado del otro frente a la mesa, con Abril y Pedro del otro lado, también juntos. Habían estado lanzándose miradas coquetas desde que pisamos el establecimiento; muy colorido, lleno de luces ámbar y plantas verdes y mesas de madera tallada cubiertas de manteles con cuadros rojos y blancos; rústico, hogareño, cómodo.
Y el ambiente que estábamos generando también era divertido y agradable. Pedro nos empezó a contar historias de cuando Oscar y él eran niños, de las travesuras que hacían; de cómo una vez robaron un par de botellas de agua de una tienda porque habían caminado horas, no tenían dinero para volver a casa en transporte y tenían demasiada sed. Oscar nos contó de cómo una vez se quedaron encerrados en la habitación de Pedro y tuvieron que romper una ventana con un zapato y luego bajar por el árbol de naranjas que había en el jardín para poder llegar a la entrada principal de la casa. Los cuatro no parábamos de reír.
Oscar me acariciaba la mano por debajo de la mesa, haciéndonos sonreír y fingir que esa reacción era por las anécdotas. Yo acaricié la suya con mi pulgar y en un determinado momento, terminamos con las manos juntas, escondidas a la vista de los presentes, debajo del mantel de tela suave, incluso mientras comíamos rebanadas de pizza.
—Tenías razón cuando dijiste que las pizzas de este lugar iban a ser las más sabrosas que había probado en mucho tiempo —Abril miró a Pedro con una sonrisa coqueta y él asintió, devolviéndole la mirada mientras daba un trago de su bebida.
Entonces ya no pude contenerme, tenía que decir algo. Sonreí y los miré a ambos alzando una ceja.
—Por favor, díganme que no soy la única que nota lo que está pasando aquí —vaya, pero que osadía la mía acusar a mi mejor amiga de estar coqueteando con el mejor amigo de mi jefe cuando claramente, mi mano seguía entrelazada con la de Oscar debajo del mantel.
Oscar apretó los labios en una línea delgada, como conteniendo una sonrisa. Sin embargo y para mi sorpresa, tanto Abril como Pedro se lo tomaron de una forma bastante divertida, pero jamás vi venir el comentario que llegó después.
—¿Qué te digo, Issa? Se sabe que a las mujeres jóvenes les atraen los hombres maduros, y las estadísticas no mienten. ¿No es así, Oscar? —Pedro pasó de mirarme a mí, a mirar a su amigo, y cuando Oscar recibió la pregunta casi se ahoga con su trago de agua.
Después de toser un par de veces, Oscar recobró la compostura y miró a Pedro, con ojos suplicantes.
—No vamos a tener de nuevo esta conversación, y menos ahora... —musitó Oscar haciendo sonreír a Pedro quien le lanzó una mirada que gritaba: "¿me estás retando?" y yo empecé a ponerme del color de los cuadritos rojos del mantel.
Antes de que pudiera decir algo, Abril tomó la palabra.
—A mí me interesa esa conversación. Y además, no es como que solo este pasando algo de este lado de la mesa —ella me miró con una sonrisa ladina y me sentí traicionada, aunque ciertamente, eso no la detuvo—. Es decir, admito que este hombre que está a mi derecha me gusta bastante —al oír eso, Pedro se mordió el labio y comenzó a jugar con el cabello de Abril—, pero ¿es que acaso ustedes no piensan decirnos jamás?
—¿Decirles qué? —Trate con todas mis fuerzas el fingir demencia y Abril se echó a reír mirando a Pedro. Apenas se acababan de conocer y ya parecían cómplices de toda la vida.
—Supongo que tengo que ser más específica... Ya sabes, decirnos cuánto tiempo piensan seguir fingiendo que no han estado tomados de la mano desde hace ya un buen rato. ¿Cómo llamarías a eso? ¿Una excelente relación de jefe – empleada? Yo no lo creo. ¿Tú sí, Pedro? —El tono de Abril sonaba a que se estaba divirtiendo bastante.
—Yo menos —contestó él con firmeza y ahora ambos nos estaban mirando fijamente, no íbamos a tardar mucho en ceder a la presión.
Oscar y yo nos miramos un par de segundos, sin decir nada, pero diciéndolo todo. Ya no había nada más que ocultar. Ellos lo sabían todo. Los dos soltamos un suspiro profundo y luego, él saco su mano entrelazada con la mía de debajo del mantel, la cual, segundos antes, había apretado con más fuerza y las colocó sobre la mesa, a la vista de Pedro y Abril, a la vista de todos los que estaban en esa pizzería y eso me hizo latir el corazón con fuerza, sobre todo porque, jamás me soltó.
—Si somos sinceros, ni siquiera nosotros sabemos qué es lo que está pasando... Pero, lo que jamás podría negar, es que el cariño que siento por Marissa no para de crecer y crecer y crecer... —Oscar explicó con calma y al decir la última parte, acercó el dorso de mi mano a su boca y me plantó un beso en los nudillos, causándome cosquillas con su barba que ya estaba un poco más tupida, mirándome mientras lo hacía y me sentí derretir.
—Justo eso era lo que quería ver. ¿Es que acaso les costaba tanto? —Pedro suspiró satisfecho, recargándose en el respaldo del asiento, mirándonos con una sonrisa.
—¿Y tú que tienes que decir, Issa? —Abril me miró sonriendo, dejando su mentón sobre su mano, con su largo y rojo cabello cayendo por su rostro.
—Que yo también lo quiero. Mucho. Demasiado —respondí de inmediato, acercándome más a Oscar y dejando mi cabeza en su hombro, gesto que él respondió dejándome un beso en el cabello.
—Creo que nuestro trabajo aquí está hecho —Abril miró a Pedro orgullosa y se pasó los dedos por el cabello—. Ahora, puedo enfocarme en ti, señor Balmaceda. ¿Qué tal si me lleva a casa y podemos hablar en el camino un poco más en privado?
—Encantado... —Pedro sacó rápidamente su cartera, sin dejar de ver a Abril y a tientas, dejo unos billetes sobre la mesa. Estaba segura que ni siquiera sabía de qué denominación eran pero yo si lo noté. Con eso íbamos a poder pagar toda la cuenta, quedaría propina para el mesero y hasta sobraría cambio.
Mire a Oscar y él solo se encogió de hombros y me sonrió.
—Y no se preocupen, que su secreto está a salvo con nosotros —Abril nos dirigió una mirada amistosa a Oscar y a mí, desde su lugar en el asiento del copiloto del auto rentado de Pedro, ya con cinturón de seguridad puesto y todo.
—Estoy seguro que sí —contestó Oscar y ambos vimos como Pedro abría la puerta del lado del piloto.
—Te llamo mañana, ¿vale? —Miro a Oscar y el asintió—. Y buenas noches, Marissa, un placer conocerte como se debe al fin —ahora sus ojos estudiaban los míos.
—Igualmente. Y gracias por la cena. Y por todo, me la pase muy bien.
Pedro me sonrió y se metió al auto, entonces, volví mi atención a Abril.
—Avísame cuando llegues a casa, ¿está bien? —le dije, acercándome a la ventana.
—Issa, no esperes que te responda pronto en las próximas horas —me guiñó un ojo y la mire parpadeando un par de veces. Esta mujer sí que va a paso rápido.
Abril y Pedro su fueron y Oscar y yo nos quedamos justo afuera de la pizzería, mirándonos sin decir nada, solo sonriendo.
—¿Crees que ya lo tenían planeado? —Le pregunté, jugando con mis dedos.
—¿El hacernos admitir que hay algo entre nosotros aunque todavía no sepamos que es con total seguridad? —Preguntó y asentí—. Mmmmm, no creo, es decir, es la primera vez que hablan cara a cara y pasan tiempo juntos, pero sin duda, improvisaron de forma excelente.
Ambos reímos.
—Creo que es hora que volvamos a casa —lo mire. No quería irme, pero tenía que ser así. Volveríamos a vernos hasta el lunes.
—Vamos, te llevo a casa —Oscar me respondió rápidamente y fue la oportunidad perfecta para estar un poco más de tiempo juntos. Solo eso, no quería que terminara. Me hacía tanto bien.
El camino hacia el auto estuvo repleto de comentarios acerca de la peculiar cena que acabábamos de tener y sobre la rapidez con la que nuestros mejores amigos actuaban cuando una oportunidad se les presentaba. Íbamos a paso lento, si querer llevar ninguna prisa, queriendo que el tiempo pasara más lento y que el camino se hiciera eterno, solo para poder seguir ahí, junto al otro, rozando nuestras manos al caminar, entrelazando nuestros meñiques mientras veíamos las luces en las calles iluminar la cuidad, después hablando de nada en concreto, compartiendo el mismo aire y un mismo momento...
De pronto, cuando ya estábamos a nada de llegar al auto, un sonido apenas audible me traspasó los oídos al pasar junto a unas bolsas de basura. Un sonido suave y delicado y agudo, como un maullido...
Fruncí el ceño y caminé unos pasos hacia las bolsas, dejando a Oscar al lado de su auto, que no se había dado cuenta de que me había alejado. Lo escuché decir mi nombre y luego, sentí sus pasos detrás de mí. Yo estaba en cuclillas, ya sosteniendo entre mis manos lo que había encontrado; fue entonces cuando sentí su mano en mi hombro...
—Issa, ¿qué pasa? —Preguntó, inclinándose hacia mí.
—¡Boo! —Salté, girándome hacia él y extendiendo mis brazos para dejar frente a sus ojos a un pequeño, esponjoso y al parecer, de pocos meses gatito de pelaje color negro.
Oscar abrió los ojos y alzó las cejas, intercalando su mirada entre mis ojos y el gato.
—¿Boo? ¿Eso qué significa? —Inquirió, dejando sus manos en sus caderas.
—Que te asustamos... —lo mire, con una sonrisa suave.
—¿Asustamos? —Su sonrisa trataba de no dejarse ver, pero sabía que estaba perdiendo la batalla.
—¿Puedes creer que a mucha gente le da miedo esta cosita preciosa? —Miré al gatito, y sus pupilas se dilataron, volviéndose más brillantes y empezó a ronronear, como un pequeño motor. Caminé hacia el auto, pasando al lado de Oscar sin darle importancia a su pregunta, dejándolo atrás.
—Marissa, ¿a dónde vas y por qué te llevas al gato? —Lo escuché seguirme—. No me ignores, detente ahí mismo, jovencita...
No pude evitar reír ante su forma de llamarme y solo suspiré, deteniéndome al lado de su auto y volviendo mi vista hacia él con el minino tomando el calor de mis manos. Parecía que lo agradecía.
—No me digas jovencita. Tengo casi veintiséis años —reí, mirándolo mientras él se acercaba a mí y tuve que recargarme de espaldas al auto.
—Sí, y yo tengo cuarenta y tres, creo que soy el mayor aquí y si quiero llamarte jovencita, lo haré y también de todas las maneras que yo quiera —una de sus manos se apoyó en el cristal de la ventana del auto y se acercó más a mí, encontrando sus ojos con los míos —¿A dónde llevas a ese gato? —Cuestionó, con voz suave, dejándome el cabello detrás de la oreja y me hizo sonreír.
—A dónde sea que podamos llevarlo... —lo miré mordiendo mi labio, acercando al gatito más a mi pecho, para que él pudiera sentirlo cerca también.
Oscar suspiró, cerró los ojos y movió la cabeza a la derecha y a la izquierda pero, después sonrió. —¿Puedes tenerlo en tu casa? —Su dedo juagaba con un par de mis rizos.
—Mmmm, no... Mis hermanos son alérgicos... ¿Y tú?
—No, Vanessa haría un escándalo si me ve llegar con él a la casa...
—No podemos dejarlo aquí.
—Supongo que no —comenzó a trazarme la mandíbula con su dedo índice y sentí mariposas en el estómago—. Deberíamos conseguir un lugar donde pueda pasar la noche.
—Creo que sería mejor hacerlo juntos, y ya sabes, así nos aseguramos que el gatito esté bien —el ronroneo que estaba produciendo se volvió más intenso y ya estaba empezando a tomar un poco más de calor.
—Creo que sé de un lugar perfecto. —Oscar me besó en la nariz y luego, en los labios. Lenta y tiernamente, pasándome los dedos por el cabello y luego, cuando alejó su boca de la mía, me dio otro beso en la frente—. Y de hecho, ya lo conoces.
—¿El departamento de Pedro? ¿En serio? —La pregunta me salió con ironía de forma natural, no pude evitarlo.
—Te dije que ya lo conocías —él soltó una risita, encendiendo las luces de la sala para después, dejar las bolsas de compras sobre uno de los sofás.
Habíamos ido a comprar algunas cosas para el gatito: comida especial para cachorros, un par de esos sobrecitos con trocitos de carne, leche, un juguete con forma de ratón con una pluma color azul que le colgaba de un hilo y un plato para agua, leche y comida.
Aun tenía al gatito en brazos, seguía dormido y yo, estaba a punto de caer rendida igual que él.
—Sabes, pensé que Pedro y Abril estarían aquí... —reí, sentándome en el sofá más amplio, dejando al gato sobre mis piernas—. ¿Dónde crees que estén?
—Créeme, conociendo a Pedro, creo que es mejor que no sepamos dónde están o qué están haciendo —me advirtió, haciéndome reír y asentí.
—Tienes razón, conociendo a Abril, creo que también es mejor que no sepamos nada —respondí, mirándolo desde el sofá, servir agua y comida en los platos que habíamos comprado.
Una vez que terminó, llegó hasta mí y se sentó a mi lado.
Esto era algo que no habíamos hecho nunca desde que habíamos comenzado con lo que sea que hubiésemos comenzado hace un mes. Esta privacidad a un nivel más íntimo, dentro de la seguridad que proporcionan las paredes de un lugar acogedor y tranquilo. En parte, eso fue lo que me animó a acercarme más a él, y también, porque justamente, deseaba con todas mis fuerzas, estar cerca de él. Impregnarme de él, de su perfume, de las notas de calidez de sus brazos envolviéndome, de su aliento en mis labios y de sus besos.
Poco a poco, llegué a su lado, con cuidado de no molestar al gatito que todavía dormía en mi regazo, parecía un pompón color negro brillante y eso lo hizo sonreír.
—¿Podrías abrazarme? —Le pregunté una vez que estuve a escasos milímetros de él, subiendo las piernas al sofá.
—Pero claro que sí —Oscar sonrió y me pasó su brazo por los hombros, acercándome a él, suavemente mientras que movía su otro brazo para rodearme, juntando sus manos entre sí, afianzando su abrazo.
Me permití recostarme en su pecho, y pude escuchar los latidos de su corazón, y percibir su calor a mi alrededor y su respiración tranquila y pausada, todo dándome tanta paz. Me sentí en el cielo.
—¿Y qué haremos con él? —Preguntó, refiriéndose al gato, acariciándome el brazo.
—Deberíamos conservarlo... Sé que es complicado pero, tal vez podamos tenerlo en la oficina y cuando eso no sea posible, dejarlo aquí y venir a cuidarlo. Sabes que ninguno de los dos lo puede llevar a sus respectivas casas y estoy segura que Dan lo amará —sonreí, acariciando su esponjoso pelaje oscuro.
—Ay, Issa... —suspiró y luego, lo vi reír—, está bien. Ya veremos cómo hacer que eso funcione. No puedo creer que me hayas convencido.
—Si bueno, tampoco es que haya sido tan difícil —me encogí de hombros y levanté un poco el rostro para alcanzar a darle un beso en los labios, mismo que él respondió al instante.
—¿Y cómo piensas ponerle? Ya sabes, su nombre... —Oscar entrelazó su mano con la mía, mirándome a los ojos.
—Pues Boo... Le queda perfecto. Creí que ya había quedado claro eso desde hace una hora que lo encontramos. Además, funciona, ¿te asustó o no? —Lo miré como si fuera lo más obvio que hubiese existido jamás.
Él soltó una risotada y negó con la cabeza. —¿Es en serio? ¿Ese es tu argumento? ¿No se te ocurrió algo mejor?
—Dime qué otra cosa puede ser más original que Boo... —pregunté para después bostezar. Estaba empezando a quedarme dormida.
—Se me ocurren diez nombres mejores que ese... —fue lo último que escuché, la dulce voz de Oscar discutiendo sobre mejores nombres para un gatito adoptado. Estaba agotada y entonces, solo cerré los ojos y me quedé dormida en sus brazos.
Nota de la autora:
Gente, ¿qué les digo? Necesitaba plasmar mi amor por los michis e inmortalizarlo de alguna forma. Y qué mejor que añadiéndolo aquí, con Marissa y Oscar, haciendo que cuiden de él y los prepare para otra cosa... Es todo lo que diré... :3
A ver, tengo un aviso importante. Mientras escribía esto, me di cuenta de que estoy a cinco capítulos de que llegue el primer momento íntimo que van a compartir Issa y Oscar (el primero de MUCHOS)
WEEEEEEEEEY, ESTAMOS A CINCO CAPÍTULOS DE CERRAR EL SEGUNDO ARCO DE LA HISTORIA Y DE QUE, POR PRIMERA VEZ, ISSA Y OSCAR ESTÉN JUNTOS, JUNTOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOS Y LE DE COMO CAJÓN QUE NO CIERRA AHHHHHHHHHHHHHHH. *Procede a temblar igual que México cada septiembre*
No saben cómo voy a disfrutar de escribir todo lo que se viene y más aun, este capítulo, será el 25. <3 Entonces, ¿qué les parece si vamos armando una cuenta regresiva? Más abajo lo pondré. :3
Antes de eso, me gustaría saber, ¿qué opinan de la adopción del michi? ¿O de la coquetería entre Abril y Pedro? ÑSLDKAKDKA, COMO ANSIABA YA EMPEZAR A EMPAREJAR A ESTOS DOS. :3 Y también, ¿qué les pareció el collage? :3
Quiero empezar a poner más detallitos como estos en mis historias, creo que dan un valor agregado muy lindo a toda la lectura y generan más ambientación y te permiten tener una mejor forma de imaginar cómo se esta desarrollando todo. Lo haré a partir de ahora, aquí y en todas mis historias en curso y futuras. :3 Además, me relaja mucho hacer esas ediciones. Es lindo. nwn
Ahora, otra pregunta... ¿Tienes teorías sobre lo que podría pasar si Oscar decide contarle a Marissa lo que sabe? ¿Qué creen que decida? Sí, No, ambas decisiones son complicadas. Hay que ver qué es lo que pasa...
Y ya por último, tengo que decirles que esta semana, estuve chillando todo el día, todos los días, escuchando la canción que inspira a este capítulo. :'v "Follow you" de Imagine Dragons me recordó tanto a Issa y a Oscar y al amor que está naciendo entre ellos a pesar de que todavía lo andan descubriendo y simplemente, me pareció demasiando bonito, sobre todo porque lo que dice la canción, siento que si va mucho con Issa, cuando habla de las cosas que ha estado reprimiendo y con Oscar, cuando dice que le gustaría arreglar todo por ella. Lo sentí demasiado, fue muy bonito y pues, estuve llorando toda la semana escuchando esa canción. ÑDKCJSDJA.
Espero les haya gustado, saben que siempre pongo mi corazón y todo mi cariño en cada palabra que escribo y así seguirá siendo siempre.
Nos estamos leyendo más pronto de lo que creen, estoy emocionada.
Cuenta regresiva de capítulos para la primera vez de Oscar e Issa juntos donde le va a dar como cajón que no cierra: 5.
Laters, gators. <3
Tengo una obsesión con esta foto y con lo sexy que se ve y con sus piernotas; me quiero sentar ahí. ASDFGHJKLÑ.
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