Capítulo 14: Un viaje de negocios: el vuelo
"And baby I just melt away, fall like rain. Every time I see your face I go off. I just want to break it down, anytime you come around, maybe I could melt away in your arms. You and me in a cloud of reverie, spin around inside my head unendingly. Thoughts run wild as I sit and rhapsodize, pretty pictures of what I'd do if you were mine..."
"Y cariño, simplemente me derrito, caigo como lluvia. Cada vez que veo tu cara me voy. Sólo quiero descomponerlo, cada vez que te acercas, tal vez podría derretirme en tus brazos. Tú y yo en una nube de ensueño, giramos dentro de mi cabeza sin cesar. Los pensamientos se vuelven locos mientras me siento extasiada, bonitas imágenes de lo que haría si fueras mío..."
-Melt away/Mariah Carey
Miércoles 6 de Julio del 2023, Chicago Illinois, 06:17 a.m.

Marissa
Todavía no eran ni las 6:30 de la mañana y ya estaba fuera de la cama, saliendo de haber tomado una de las duchas más cortas de toda mi vida y buscando entre el nulo guardarropa del que era poseedora algo que me ayudara a ir lo más cómoda posible en un viaje de tres horas en avión.
En la vida me había subido a uno, obviamente esta iba a ser la primera experiencia y solo rogaba a todo aquel ser superior que me pudiera escuchar y ayudar, que el miedo a las alturas que siempre me había acompañado no me hiciera quedar en ridículo frente a Oscar. Aunque, si lo pensaba bien, no era la primera vez que eso pasaba...
Es decir, si hacía la cuenta, ya iban cuatro veces en las que pasaba vergüenza a su lado. La primera fue aquella inolvidable primera vez que nos vimos cuando se me cayó el té caliente sobre la blusa blanca y que además, se transparentó revelando ese sostén negro; la segunda fue cuando me descubrió enfrentándome contra los muebles con los que me tropecé y que fue el motivo por el cual el té terminó sobre mí y mi ropa; la tercera, Dios mío, cuando casi me caigo de espaldas y él me atrapó. Ese fue un momento bastante sacado de cualquier historia de Disney pero, es una lástima que no pueda tener el mismo desenlace. La cuarta vez, cuando me vio bailando con Dan... Maldita sea, estoy segura que se estuvo riendo a mis espaldas pero, no puedo culparlo, yo también me burlaría de mí.
Tenía que dejar de hacer eso, ponerme en ridículo frente a mi jefe. ¿Qué tal si eso provoca que deje de tomarme en serio y termine cambiándome de puesto lejos de él? O peor aún, despidiéndome. No podría soportar eso, no solo por el hecho de que el trabajo es realmente increíble, también está el hecho de que, me gusta estar cerca de Oscar y no quiero perder eso. No me gustaría perderlo.
Apenas está por cumplirse un mes desde que trabajamos juntos pero, estando a su lado, me siento bastante segura, en muchos sentidos. En demasiados sentidos. Me siento segura al hacer mi trabajo, al compartir mis opiniones, las cosas que pienso y que siento... Por primera vez en toda mi vida, alguien me escucha y le da valor a mi voz y no quiero dejar eso, no quisiera perder eso.
Y lo cierto es que, después del incidente en su oficina, y la consulta de Dr. Villalba, Oscar se había vuelto un poco más cercano conmigo. Él también ha empezado a compartir cosas conmigo, situaciones de trabajo exclusivamente, claro está pero, incluso eso, me hace sentir una conexión con él que jamás había sentido con alguien más y eso ha sido magnifico.
El problema es que, cada vez que Oscar se acerca a mí, siento el corazón en la garganta.
Cada vez que me mira; cuando escucho su voz en la oficina al llegar; cuando mi nombre sale de sus labios y me regala una de sus deslumbrantes sonrisas; cada momento en que sus profundos ojos color chocolate chocan con los míos y lo veo sonreír, con esos dulces hoyuelos formándose en sus mejillas, justo en la comisura de sus labios, me hace soñar despierta.
No puedo evitar casi volar cuando me llama a su oficina para pedirme avances del proyecto en el que trabajo o que por favor, lo acompañe a una reunión importante, reunión a la cual me es complicado prestarle atención porque estoy sentada a su lado y el aroma de su perfume comienza a volar a mi alrededor, haciéndome imaginar escenarios que no debería pero que están ahí, pasándome por la mente y jugándome una mala pasada mientras él está estoico, acomodando sus gafas y los rizos que le caen en la frente o pasando sus dedos por su barba mientras escucha con atención la información que está recibiendo, arrugando la frente cada vez que algo no le queda claro y levantando las cejas y asintiendo cuando logró comprender...
Cada movimiento suyo, cada gesto, cada sutil detalle me tiene mal. Me preocupa el hecho de que ya conozco tanto como gesticula, eso solo indica que mis ojos están puestos en él más de lo que deberían, más de lo que una persona normal debería tener los ojos puestos sobre su jefe. Y en más de una ocasión él me ha descubierto mirándolo pero, su reacción me confunde todavía más, es como un evento en cadena: lo estoy mirando, él se da cuenta de ello, sostenemos las miradas apenas cinco segundos y él deja que en su boca se forme una sutil y suave sonrisa para después, desviar su mirada de la mía, lo cual me deja a mí con el rostro rojo y caliente. Ha pasado ya muchas veces, acaba de pasar hace un par de días y eso me dejo un poco angustiada y confundida y emocionada aunque, eso último no debería de pasar.
No quisiera mal interpretar las cosas, porque me he dado cuenta que Oscar así es con las personas a las cuales les tiene confianza, como a su equipo directo, por ejemplo: bromea y se divierte, charla, conversa, ríe... Entonces, eso me lleva a pensar en la premisa de que hace lo mismo conmigo porque, también formo parte de ese equipo.
Esa idea tiene sentido, tiene demasiado sentido. El problema soy yo, que no dejo de emocionarme cada vez que me habla, que me mira o me sonríe; cuando bromea conmigo, dice mi nombre o me pregunta mi opinión sobre algo... Joder, tenía que parar con esas ideas de una vez pero, ¿qué haces cuando una persona te hace sentir como si el mundo a tu alrededor diera vueltas? Y peor, ¿qué haces cuando la persona que te hace sentir eso es tu jefe?
¿Qué demonios sucede contigo, Marissa Saenz? ¿Es que acaso no te basta con los problemas que ya tienes actualmente que también quieres que todo se vuelva un caos con lo único bueno que salió de todo este jodido acuerdo de haber vuelto a Chicago a la fuerza?
Lo único bueno ha sido tener la oportunidad de conseguir este trabajo. Este trabajo que puede ofrecerte la oportunidad de que al fin, reconozcan tu trabajo y tu esfuerzo. Y también, este trabajo que te ha hecho conocer a Oscar.
A Oscar Estrada.
Ay, con un demonio.
Estaba en medio de esa discusión conmigo misma y en la cual, estaba a punto de salir vencida, sin embargo, una notificación que entró a mi celular llamó mi atención al instante. Era un mensaje de Oscar.
Ahí estaba otra vez esa sensación del corazón agitado. Maldita sea, era urgente que hablara de eso con alguien. Tal vez después de volver del viaje, podría ver a Abril, de verdad necesitaba conversar de esto con alguien y ella era la indicada. Es el deber de la mejor amiga. Cuando deslice la pantalla, otro mensaje y su tono personalizado volvieron a saltar.
—Hola, Issa, buenos días. ¿Cómo estás? ¿Dormiste bien? Espero que sí y que no estés dormida todavía, ya casi son las 6:30 y necesito que estemos en el aeropuerto máximo 7:15. ¿Cómo vas, ya estás lista?
Ahí estaba de nuevo, mi estúpida sonrisa solo con saber de él, solo con ese pequeño mensaje. Incluso esas breves preguntas de "¿Cómo estás" y "¿Dormiste bien?" que no eran más que por mera cortesía y amabilidad me hacían sentir en las nubes. Carajo.
Respondí en seguida. —Hola, Oscar, buen día. Dormí muy bien, gracias por preguntar. Y también estoy bien. ¿Qué tal tú? —bueno, había que ser cortés de vuelta—. Y si, ya casi estoy lista, yo creo que llego el aeropuerto entre 7:00 y 7:10.
Su respuesta también fue inmediata. Veía las burbujas del chat moviéndose de arriba abajo mientras él escribía. Decidí empezar a vestirme. Un par jeans con zapatos de piso, blusa blanca y blazer azul tenían que servir.
—Me da gusto saberlo. También me encuentro excelente y dormí demasiadas horas. Siento que descanse mucho, creo que eso es algo positivo... Y creo que entonces llegaremos a tiempo. De hecho, te iba a preguntar, ¿quieres que pase por ti? Así podemos llegar más rápido y al mismo tiempo. Solo mándame tu ubicación y puedo llegar en un par de minutos.
Qué oferta tan malditamente tentadora, pero, tenía que rechazarla. Era demasiado y no quería causarle molestias. —Primero, me hace feliz que hayas descansado, eso quiere decir que podré tomar una pequeña siesta en el avión. Y en segundo lugar, no te preocupes, no es necesario que pases hasta acá y no quisiera que te desviaras tanto. Llegaré en un taxi, ya casi estoy por pedirlo. Mejor nos vemos en la puerta principal. ¿Te gusta la idea?
—Mmmm, la forma en que te gusta ir en mi contra es demasiado... interesante. Pero está bien, Issa, te veo en la puerta principal. Justo ahora, ya son las 6:30 así que, te veo en cuarenta minutos. Y si, si quieres puedes dormir en el vuelo. Ve con cuidado, por favor.
Dios mío, qué hombre tan específico y meticuloso con el tiempo. Nada que ver conmigo. —Claro, te veo en un rato. Tú también ve con cuidado, ¿sí?
—No te preocupes —este último mensaje fue acompañado por una carita que enviaba un guiño. Era la primera vez que Oscar me escribía de esa forma. No estaba segura qué tipo de reacción tener.
Le envié la misma reacción de vuelta y enfoqué toda mi atención en terminar de arreglarme.

Una vez que la aplicación de los traslados logró conseguirme un taxi, el reloj marcaba ya las 6:45 de la mañana. Por fortuna el aeropuerto no quedaba tan lejos de la casa de mi madre, así que luego de darle un beso en la frente a ella mientras seguía dormida y dejarle una nota de que había tenido que irme más temprano al trabajo, salí a la acera para abordar el taxi que ya esperaba por mí, cargando en los hombros mi vieja y preciada mochila morada, esa que me había acompañado en todas las aventuras que había vivido hasta ahora.
Me sentía con buena suerte esa mañana, todo estaba saliendo bastante bien. Incluso, no había demasiado tráfico y avanzábamos por la avenida principal a un ritmo idóneo; todo señalaba que iba a poder llegar a mi destino a la hora adecuada.
El camino, le envié otro texto a Oscar, avisándole que no iba a tardar mucho en llegar y él respondió unos segundos después, diciéndome que justamente ya estaba saliendo de casa y ya estaba en camino. Sonreí a la pantalla y enfoque la vista en la ventana del auto.
El paisaje urbano, con los autos trasladándose igual que nosotros a sus destinos, autobuses llevando a las personas a sus diferentes puntos de reunión; esos edificios altos reflejando la tenue luz de los primeros rayos de sol que ya comenzaban a hacerse presentes y los frondosos árboles formando una larga fila por todo el camino, con sus hojas moviéndose al compás de la brisa en esa mañana de verano, todos, en conjunto, me distrajeron un poco de mis pensamientos y estaba disfrutando de un viaje tranquilo.
Aunque en ese momento, recordé algo extraño. Hace un par de noches, había tenido una breve (muy breve) charla con Abel, informándome respecto al estado de salud de Salvatore, al parecer se seguía recuperando y se encontraba estable. Incluso me había comentado que este evento retrasaría el plan inicial: el trasplante renal, cuya ejecución obviamente me involucraba a mí al ser la donante. Sobre todo porque los disparos que recibió lo habían dañado un poco más de lo esperado y estaban siendo bastante cuidadosos con la recuperación.
Poco me importaba, pero, algo que me alertó profundamente, fue el hecho de que justo después de que Abel me compartiera esos detalles e intentara alejarme para poder ir a dormir, él mencionó que Salvatore le había cuestionado sobre mi estado civil y cuando cuestioné la razón de ser de esa pregunta, la única respuesta que obtuve de él fue verlo hundir su cabeza entre sus hombros. Parecía decir la verdad cuando me explicó no saber nada más al respecto y que no habían vuelto a tocar el tema.
Era extraño, pero no quería llenarme la mente de ideas paranoicas.
Al volver la atención al momento presente, me di cuenta de que ya estábamos justo en la zona de aparcamiento para taxis del aeropuerto. Busqué en la mochila el dinero para pagarle al conductor y justo cuando me estaba entregando las monedas que constituían el cambio del billete de 50 dólares que le había entregado, elevé un poco la vista hacia la ventana del auto y ahí estaba, parado en la puerta del acceso principal lo que juraba podría convertirse en mi kryptonita.
Vestido con jeans negros, saco a juego y una camisa polo de un color vino intenso que hacía resaltar su piel de una forma surrealista, Oscar llevaba colgando de un solo hombro una mochila Michel Kors que parecía ser más costosa que todo lo que colgaba de mi closet. Unas gafas de sol cubrían sus ojos y cuando notó el taxi aparcado, lo vi caminar hacia esa dirección. Sentí un nudo en el estómago.
Oscar llego hasta la ventana del taxi y, bajando levemente sus gafas sostenidas con su dedo índice y pulgar, se inclinó apenas unos pocos milímetros hacia el cristal y cuando me vio dentro del taxi, una sonrisa apareció en su boca, adornando sus labios cubiertos de esa barba arreglada y perfilada, salpicada de algunas canas platinadas.
Abrió la puerta y cuando me ofreció su mano para descender del taxi, había una Marissa pequeña gritando dentro de mí de una forma estruendosa lo mucho que amaba los gestos caballerosos y atentos de nuestro jefe, ¿sería mi conciencia o simplemente una de las tres dimensiones freudianas de la personalidad saliendo a la luz?
En ese momento, quien soltaba esos grititos de emoción definitivamente era mi ello, porque mi súper yo decía repetitivamente que dejara de tener esos pensamientos sobre el hombre para el que trabajo y que si seguía teniéndolos, iba a tener consecuencias graves no solo en la vida profesional, también en la personal; mi yo solo se encargaba de recordarme los límites que deberían de existir en la relación profesional con Oscar y que cuidara de ella si quería conservar mi empleo y quedarme cerca de él.
Haciendo un esfuerzo por demás sobrehumano, mi mano tomó la suya, y no pude evitar que apenas ese sutil contacto hiciera que todo mi ser ardiera en felicidad. Solo un toque, solo un breve instante, un roce, solo un instante era suficiente para explotar. ¿Por qué tiene que estar pasándome esto?
—Hola. —me saludó cerrando la puerta del taxi, sin alejar su mano de la mía, sus gafas de sol apenas se detenían con la punta de su nariz.
—Hola. —sentí que se me formó en los labios la sonrisa más estúpida que jamás podría haber imaginado y reaccioné aclarándome la garganta—. ¿También tienes una mochila? —¿Qué clase de pregunta fue esa?
Oscar se rio unos segundos, solo un poco, sus hombros se movieron al compás de su risa y luego, inclino su cabeza hacia la derecha. —Sí, tengo una mochila, como seguramente la mayoría de las personas en el mundo y hablando de eso, ¿quieres que te ayude con la tuya? —indicó, señalando la mía que también me colgaba del hombro.
Pestañé un par de veces, acomodándome los lentes y sonreí de lado, negando con la cabeza, fascinada. —No, no es necesario, no te preocupes. Creo que, deberíamos ir acercándonos a la sala de espera para el abordaje —mire el reloj digital en mi muñeca y luego, volví la vista a Oscar—, son las 7:12, y si no me equivoco, los boletos dicen que el vuelo sale a las 7:30.
—No te equivocas. Me haces sentir orgulloso Issa —Oscar me miró unos segundos a los ojos para después, suspirar—. Ven, vamos por aquí... —me indicó con su mano el camino por donde iríamos y, haciendo uso de la galantería que ahora me daba cuenta que lo distinguía, me dejo pasar primero y al instante, tomo su lugar a mi lado, caminando por el pasillo que nos guiaba hasta la sala de espera para abordar el vuelo.

Oscar estaba sentado con una pierna encima de la otra, mirando la pantalla de su celular; ya había cambiado sus lentes del sol por los habituales de uso diario, mientras yo veía por el enorme ventanal de la sala de espera a las personas que se movían de un lado a otro por todo el aeropuerto; entre paredes blancas y cristales limpios, pisos brillantes y asientos acolchados que incluso, servían para que alguna que otra persona a quien el cansancio por los viajes ajetreados vencía, pudiera dormir una siesta. Por los altavoces se escuchaban las indicaciones que venían de la cabina de mando: lanzando horarios de próximos vuelos, notificando nuevos abordajes, despegues cercanos a la hora estipulada y futuras llegadas de aterrizajes. Un poco más adelante, también se podía apreciar la pista, en donde gente con chalecos de colores llamativos, ayudaban a los pilotos de los aviones a despegar y llegar con bien a tierra.
La notificación de que nuestro vuelo estaba empezando a ser abordado, se hizo presente en cada rincón del inmueble y Oscar, con boletos en mano, fue mi guía para llegar hasta la zona de abordaje a la que pudimos ingresar después de que nuestros pasajes fueran revisados y marcados.
Una vez que estuvimos a bordo y con nuestros asientos ubicados, empecé a tener un debate interno: ¿debería pedirle a mi jefe si me cedía el asiento de la ventana porque me encanta ver a través de ella?
—¿Oscar? —lo llamé, tocándolo suavemente en el hombro.
—¿Sí? —respondió sin mirarme, ya que estaba acomodando nuestras mochilas en los portaequipajes ubicados sobre los asientos.
—¿Tú crees que yo.... —sin querer empecé a jugar los dedos de las manos y baje la mirada al piso, solo un poco.
—¿Qué pasa? —lo escuché reír suavemente y entonces, se inclinó para buscar mi rostro.
Casi sentí el aire abandonar mis pulmones cuando se acercó de esa forma y sentí la sangre subirme hasta el rostro. Tragué saliva y encontré sus ojos. —Puede que... puede que suene algo tonto, pero ¿te molestaría si puedo quedarme con el asiento junto a la ventana? Es que me encanta ver el paisaje y...
—No necesitas darme explicaciones —su mano se posó en mi hombro y la risa que salió de mi boca fue una mezcla de nerviosismo y alegría desbordada que además, sonó bastante mal,—, si quieres el asiento junto a la ventana, puedes tener el asiento junto a la ventana. Ojalá todo fuera como eso. Y no es algo tanto, a mí también me gustan los paisajes...
Este hombre iba a ser mi perdición. —Gracias —contesté apenas con un susurro
—No hay de qué, Issa.
Ambos tomamos nuestros asientos y justo en ese momento, el piloto anuncio que estábamos a punto de despegar y que nos colocáramos los cinturones de seguridad solo mientras el avión alcanzaba la altura deseada.
—Es un viaje de tres horas, ¿qué harás mientras tanto? —me preguntó él, con esa maldita hermosa sonrisa en su boca, la misma que la noche anterior, había soñado que besaba.
—Dormir, ¿es que acaso no fue lo que te dije por mensaje? —me recosté en el asiento, tratando de buscar la mayor comodidad posible, luego lo miré y él estaba encendiendo la mini pantalla que estaba instalada en el asiento frente a él— ¿Y tú que harás?
Oscar dejó ir una carcajada un poco más llamativa y asintió con su cabeza para luego, presionar la pantalla frente a él, desplegando un menú que ofrecía varias películas. —Pues, trataré de ver algo de lo que hay aquí y en el peor de los casos en que todo me aburra, dormiré contigo.
Creo que en ese momento ninguno de los dos se dio cuenta de esas palabras, y hubiera seguido siendo así, de no haber sido por la expresión conflictuada y sonrojada que apareció en el rostro de Oscar unos segundos después. Eso me hizo sentir un poco de euforia, el pensar que tal vez, solo tal vez, él se podría poner nervioso por mí.
—Es decir, dormiré contigo en el sentido de que estoy sentado junto a ti... No creas que lo dije en otro sentido o, en otra forma —se disculpó al instante, peinando su cabello hacia atrás, una costumbre que tenía cuando estaba nervioso... Oh, ¿de verdad lo estaba haciendo sentir de esa manera? Este momento valía oro para mí.
—No te preocupes, entiendo a qué te refieres —le sonreí.
—Menos mal —ahora la risa nerviosa provino de él, y me encantó.

Oscar
Llevábamos cerca una hora de viaje, resulta que las películas de El señor de los anillos eran bastante entretenidas. No alcanzaba a comprender porque jamás las había visto antes y estaba completamente dispuesto a averiguar que pasaba con La comunidad del anillo y Sauron, pero la inmensa curiosidad de ver a Marissa me estaba consumiendo y sucumbí.
Solo la mire por unos segundos. Una de sus manos estaba debajo de su mejilla, sirviéndole como una especie de almohada a pesar de que una azafata le había entregado una al inicio del vuelo, eso me hizo reír. Entrecerré los ojos, mirándola con más detalle y retiré los audífonos que llevaba puestos para ver la película y poder girar más cómodamente hacia ella.
Me sentía extraño, esto de observarla mientras dormía parecía que se iba a volver costumbre. Pero es que, verla dormir me transmitía una sensación de paz que no había sentido desde hace mucho tiempo. Se veía tan tranquila...tierna; con sus gafas mal colocadas por dormir con ellas puestas y esos rizos en su frente. La mano que tenía en su mejilla era en la que se dibujaba la cicatriz de aquel corte y cuando la noté, suspiré.
Recordé todo lo que había pasado es día, las cosas que había descubierto, la charla con el Dr. Villalba, la charla con Pedro... Ay Pedro, esperaba que si estuviera haciendo lo que me prometió y pronto pudiera darme información. Todavía no comprendía cómo es que alguien podría hacerle daño. No lo entendía.
Mi recorté en el respaldo del asiento, cruzando los brazos y de frente a Marissa, mirándola y sonreí, pero fue ahí cuando el corazón me dio un vuelco, pues ella bostezó y abrió los ojos y tuve que fingir que también estaba dormido, así que al mismo tiempo, tuve que cerrar los míos. Me sentí un poco incómodo por eso. ¿Qué demonios estaba haciendo? Entonces, escuché su voz llamándome.
—¿Oscar? —Marissa me llamó, con voz suave, de verdad creyó que estaba dormido—. ¿Oscar? —tuve que fingir cuando me sacudió suavemente.
—¿Hummm? —pero que mala actuación—. ¿Issa? —tallé mis ojos, fingiendo un bostezo.
—Sí, soy yo —ella río—. Disculpa que te moleste pero, necesito ir al baño y no puedo salir... Tus piernas, están estiradas y no puedo pasar... —ahí estaba ese sonrojo de nuevo, esa timidez... Era una maravilla.
—Oh, lo siento —me disculpé en seguida y me incorporé, sentándome correctamente para que pudiera pasar—. Adelante —la mire de nuevo, ambos sonreíamos.
Marissa me agradeció y comenzó a abrirse paso por entre los asientos para poder salir al pasillo y encontrar el camino al baño, sin embargo, una ligera turbulencia empezó a mover el avión... Apenas si fue breve, unos segundos nada más pero, solo eso bastó para que el momento fuera protagonista de un escenario que no me esperaba en lo absoluto...

Marissa
¿Es que acaso el universo quería que me despidieran? Esto no podía ser posible. Estaba tan cerca, tan cerca de salir al pasillo cuando ese brusco movimiento me hizo perder el equilibrio y termine cayéndome sobre el regazo de mi jefe.
No era una situación para nada poco usual. Es decir, ¿quién no ha pasado por algo así en un vuelo? Pero la forma en que terminé sobre Oscar, eso, era lo poco usual: mis manos lograron sostenerse del respaldo de su asiento pero, tenía una pierna en medio de las suyas, con la rodilla recargada en el asiento y la otra pierna apenas se sostenía con mi pie que con dificultad, estaba apoyado en el pasillo. Tenía el rostro a un par de centímetros del suyo y mi cabello le llegaba a los hombros. Casi podía tocar su nariz con la mía, me veía reflejada en sus gafas y sentí todo el calor del mundo acumularse en mi cara...
Oscar no estaba mejor que yo: su cara en la que solo se leía confusión y sorpresa se coronaba con sus cejas alzadas por la impresión. Lo escuché jadear y sentí sus manos en mi cintura cuando me detuvo y evitó que me desplomara sobre él. Parpadeo un par de veces, sin quitar sus ojos de los míos. Ninguno de los dos decía nada, ninguno de los dos se movía pero, por un segundo, sus ojos bajaron a mis labios y quise gritar, quise derretirme, quise acercarme más y hacer realidad el sueño que tuve la noche anterior pero, no, no podía, no debía... Esto era un desastre.
—¡Issa! —su voz irradiaba un tono de preocupación tan genuino— ¿Estás bien? —me miro juntando sus cejas, sin apartar sus manos que seguían su trabajo de sostenerme firmemente por la cintura.
Se me atascó la voz en la garganta. —Sí... sí, estoy bien... bien. ¿Tú lo estás? —el toque de sus manos, se sentía tan cálido, tan protector... Estaba a nada de perder la razón, con la sensación de su aliento chocándome en la piel. Tampoco hice nada por retirar las manos del respaldo.
—Yo estoy de maravilla... —respondió con una minúscula sonrisa asomándose en sus labios y el tono en su voz cambio a uno más bromista.
—Yo... Creo que yo t-también... —ya estaba empezando a tartamudear, esto no estaba nada, nada bien.
—Oye, dime algo, esto de que te caigas sobre mí ¿ya se va a volver costumbre? —él volvió a reír, pero esta vez más relajado, ignorando la incómoda posición en la que nos encontrábamos y agradecía a todo el universo que la mayoría de los otros pasajeros iban dormidos o distraídos.
—Lo siento... —murmuré con voz baja, soltando una risita.
—No te disculpes.
—Está bien.
—Tu cabello huele bien.
—Gracias. Tú, también hueles bien.
Oscar sonrió, igual que yo —¿No tenías que ir al baño?
—Cierto —con cuidado, él me ayudó a levantarme y a volverme a poner de pie. Cuando logré salir al pasillo, lo miré inhalando todo el oxígeno que el cuerpo me estaba pidiendo en ese momento—, ya regreso.
—Aquí estaré —asintió, regalándome una mirada que parecía tener atisbos de ternura.
Caminé de la manera más calmada que pude hasta el baño y cuando llegué, cerré la puerta con seguro, permitiendo que la pequeña Marissa en mi interior controlara la situación en ese momento: grité, aunque, conteniéndome por estar en un vuelo comercial.
***
Nota de la autora:
¡Holaaaaa, little moons! Buenas noches. :3
Antes que nada y todo, les pido una disculpa enorme por tardarme aquí.
Y es que como les dije, me enfermé de gripe que me duró como un mes y apenas estoy recuperada aunque, todavía me da un poco de tos jajaja. Tuve un buen de jale en mi trabajo Godín que necesito para vivir y que amo, pero que luego se pone medio exigente y me estaba ahogando en pendientes (ahorita ya avance, solo toca hacer los pendientes que se atrasaron por hacer los pendientes urgentes jaajaja); les platiqué también que ando con el proceso de mi titulación y de hecho el lunes, tengo que volver a ir a la universidad y pues, igual revisando qué onda con mi inscripción a mi maestría y cuando tuve tiempo la semana pasada, les digo que me sacaron de mi casa en contra de mi voluntad y hoy iba a volver a pasar pero, me negué rotundamente jajaja.
Entonces, fueron muchas cosas... Y estaba agotada pero, ya estamos de vuelta.
Lo bueno de todo esto, es que ya tenía los borradores de los capítulos, así que fue más rápido el escribirlos. :3
Y de una vez les digo, el borrador que hice para un capítulo, se volvió demasiado largo para uno solo, así que será dividido en dos: este y el próximo y ahora sí, el capítulo de EL PRIMER BESO. :3 Ahora, falta otro capítulo para llegar a eso, pero valdrá la pena, se los juro. nwn
Ahora díganme, ¿qué opinan de esto? ¿Les gustó? ¿Cómo ven a este par? ¿Están siendo ya muy obvios en que se gustan o qué?
ASDFGHJKLÑ, TENGO QUE ADMITIR QUE ME REI COMO TONTA CON LA REACCIÓN DE OSCAR CUANDO ISSA SE LE CAE ENCIMA. ES QUE ME LO IMAGINÉ TODO, Y ME REÍ COMO 3 MINUTOS JAJAJAJSJASA.
Me encantó escribir este capítulo. Me va a encantar escribir el que sigue y me va a encantar escribir el de su primer beso que va después del que sigue, ahora sí, lo prometo. :3
Estos capítulos son de los claves porque son las escenas y momentos que me llevaron a escribir esta novela en primer lugar. :'3 Estoy muy emocionada por escribir estos capítulos, los que son en teoría, los principales. Y como estos, hay más, ya verán.
Así que, espero entiendan mi necesidad en que queden bien, bien hechos y organizados y que si me tardo un poquito, es por eso, porque todos mis capítulos los hago con el mismo amor, cariño y dedicación.
Y bueno little moons, solo comentarles que, a pesar de que me tarde un poquito en actualizar, tengan la confianza de que aquí vamos a seguir. Con esta y más historias.
Yo ya no dejo de escribir hasta que deje de existir.
Nos leemos muy pronto, las y los quiero mucho. Gracias por estar aquí y por su infinita paciencia, será bien recompensada.
¡Laters, gators!
P.D: tomemos el tiempo de apreciar estas hermosas sesiones de fotos de Oscar en su reciente era como modelo. DIOS, ES UNA BENDICIÓN.
Siento que me hizo este regalo maravilloso y me dio tanta inspiración para seguir con esta historia donde es diseñador de modas porque, SE VE COMO UNO. ME ENCANTA ASDFGHJKLÑ.
Gracias Oscar, por hacerme tan feliz, por darme inspiración y por ser mi musa. TE AMO.















Este meme sin dudas nos representa JAJSJAJSJAJSA.
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