Capítulo 12

Mientras todo esto ocurría en la clínica Fallen Angels, en el Hospital La Paz, Vanessa había vuelto muy contenta a la habitación 204.

-Ya esta todo arreglado Blas. Cuando Manuel de permiso, te llevaremos hasta Fallen Angels para instalarte allí. Ya veras, te va a encantar. Hay un montón de gente con la que te podrás relacionar. Pero, ¿lo mejor? Lo mejor son los jardines.
Fallen Angels es una clínica-residencia que esta algo apartada del bullicio de la ciudad. Por estar a las afueras y cerca de la sierra, cuenta con unos jardines enormes y preciosos que Marina y Jose cuidan con mucho mimo. De verdad, la sensación de pasear por entre los rosales y el césped recién cortado, no tiene precio...- hablo Vanessa con aire soñador.

Si Blas pudo haber tenido algún miedo de lo que le podría esperar en su nuevo "hogar", se había desvanecido como un aliento. El cariño con el que su enfermera hablaba de aquel sitio le hacia tener muchísimas ganas de conocerlo y sentir lo que ella describía como tan maravilloso. Por extraño que pudiese sonar, a través de la voz de aquella chica, Blas sentía que podía ver cosas que jamás había visto. Desde que había despertado, su vida y su conocimiento se limitaban a aquellas cuatro blancas y frías paredes de aquel hospital; y gracias a aquella voz, él era capaz de imaginarse lo que había fuera de aquella habitación.

-Blas, me tengo que ir a arreglar el papeleo de tu traslado con Manuel. Volveré lo antes posible y con la noticia de que ya nos podemos ir. Y eso, es una promesa- dijo la enfermera, quien tras dedicarle una sonrisa, se fue.

Y allí se quedó Blas, solo y a solas con sus propios pensamientos. Decir que por haber despertado recientemente de un coma tenia mas bien pocos pensamientos, era hablar sin saber. Por su mente pasaban, ahora y mas que nunca, demasiadas dudas. Algunas de ellas como por ejemplo que era exactamente una promesa o porque una completa extraña se ofrecía a ayudarlo así, sin más. Tenía mas dudas, como que habría en el exterior o si los jardines de la clínica a la que iría serían tan bonitos como se veían a través de los ojos de su enfermera. Y ahí era a partir de donde los pensamientos de Blas confluían en un único punto: los ojos de Vanessa.

Aquellos ojos marrones para Blas eran como una droga. Eran como el mayor misterio que él quería solucionar, y aunque no sabía como, algo tenía muy claro: no sabía que le había gustado antes de aquel accidente que lo había dejado sin memoria, pero si sabía que gracias a esos ojos se estaba volviendo adicto al misterio.

Había algo en ellos que el moreno no podía descifrar con seguridad, no sabría decir si era tristeza, miedo o un simple temor que la muchacha trataba de esconder en lo más recóndito de su alma. Cuanto mas pensaba en ello, mas se empezaba a dar cuenta de pequeños detalles que antes habían sido insignificantes para él. La manera en que sus preciosas sonrisas llenas de luz, se iban apagando poco a poco para acabar en un silencio extraño. El tiempo que se pasaba mirando al suelo, nostálgica, cuando creía que nadie la miraba... Aunque se equivocaba porque los ojos de Blas nunca se despegaban de ella mientras permanecía dentro de aquella habitación.

Todos aquellos pequeños matices en los que Blas, a priori, no se fijaba ahora le componían un cuadro de una Vanessa triste que se intentaba hacer la fuerte delante de todo el mundo. Aquella chica escondía y sufría mas de lo que admitía y aquello no podía ser.

Ella lo estaba ayudando a recuperarse sin pedir nada a cambio; el la ayudaría a desterrar todo el dolor que escondía su alma para siempre.

No había un motivo exacto para aquella decisión pero, en el fondo de su corazón, sabía que era lo que tenía que hacer. Pero primero tenía que recuperarse.

Vanessa entró en la habitación acompañada de un celador que cargaba con una camilla. Venía con una sonrisa en los labios y, aunque Blas no sabía a que se debía su repentino entusiasmo, sabía que daría todo lo posible y más, por verla sonreír todos los días.

-Blas, ¡¡te tengo una gran noticia!!- dijo ella sentándose a su lado y cogiéndole una mano- Hoy te puedes trasladar a Fallen Angels.

Entre ella y Miguel, el celador, lo levantaron con sumo cuidado de la que llevaba siendo su cama y su "hogar" por más de diez años, y lo acostaron en la nueva camilla.

-Ya vamos rumbo a la clínica- le diría Vanessa minutos después.

A mi nuevo hogar... Sería lo último en que pensaría Blas, antes de quedarse dormido. No estaba acostumbrado a moverse y el repentino ajetreo lo había dejado agotado.
Paso el resto del camino en brazos de Morfeo, soñando con rosales y jardines con el césped recién cortado.

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