Capítulo XIII

- ¿Falda, vestido o pantalón?

Esa era la duda existencial que llevaba atormentándonos media hora. Y sí, no estoy exagerando ni un solo minuto.

¿Sabéis lo importante que es ir bien arreglada a una primera cita? Es la base de todo lo que vaya a venir después: lo que se llama primera impresión vaya. Y dada la cantidad de ropa que Claudette tenía, era importante empezar a descartar prendas desde ya.

-Pantalón. ¿Qué te parece este? -dijo enseñándome uno negro con roturas en las rodillas.

-No está mal, ¿con qué vas a ponerlo? -pregunté yo. Y a partir de ahí nos enlazamos al típico círculo vicioso de "escojo opción, la combino, no me gusta, cambio opción, vuelvo a combinar, etc..." cambiando de modelo unas ¿siete veces? Es posible que incluso fuesen más pero, como comprenderéis, una ya pierde la cuenta.

Al final se decantó por los primero vaqueros que me había enseñado, junto con un top lencero rosa palo y una chupa de cuero negra. Como siempre, el conjunto en Claudette terminaba con unos perfectos tacones de aguja rosas que le ayudaban a eliminar un poco, tampoco nos emocionemos, su complejo de estatura. La pobre, con su escaso metro sesenta de altura, tenía un serio problema al ser la más bajita del Trio Sacapuntas, de su clase y, si me apuráis un poco, de toda su carrera.

-Bueno, y ahora te toca a ti -me dijo con una sonrisa maquiavélica que sólo podía significar una sola cosa: iba a convertirme en algo parecido a una barbie.

¡Mierda! Con perdón, por si hay alguna persona que necesite filtro.

Que, a ver, no tengo nada en contra del maquillaje, de los tacones, etc... De hecho me encantan, pero me encantan de forma que una pueda vestirlos sintiéndome cómoda y sin ser el centro de atención, algo muy diferente a lo que solía pretender Claudette que era dejar con la boca abierta a todas las personas que la viesen pasar.

Siempre me recriminaba que me sacaba muy poco partido a mí misma y que, cuando lo hacía, el resultado era simplemente espectacular por lo que en todas las ocasiones que podía, véanse bodas, bautizos, comuniones, cenas y eventos especiales, se dedicaba a hacerme brillar cual estrella de cine. Hay que admitir que, en esos momentos, me sentía con más ganas de comerme el mundo de las normales, pero era un sentimiento que únicamente residía en la emoción del evento, no en ir maquillada cual puerta.

Tres horas y cuatro discusiones después, por fin podíamos decir que estábamos decentemente arregladas para salir a cenar con Noah y quién quiera que fuese el bendito que me iba a librar del papel de sujetavelas. Al final, yo acabé con una falda-pantalón de tartán, un body blanco con transparencias en el escote en forma de pico y los brazos y una rebeca a juego. Mi conjunto, por cortesía de Minini, se completaba con unas bailarinas. Hubiera utilizado mis cuñas favoritas pero, en caso de hacerlo, sería más alta que ella y probablemente acabásemos la noche en mi velatorio, algo que, no se a vosotros, pero a mi, lo que viene siendo a mi concretamente, no me hacía particular ilusión. Pero vamos, nada nuevo tampoco como podréis suponer.

Aunque supongo que a estas alturas de mi vida debería hacerme un seguro o algo porque vivo en constante amenaza de muerte y, cuando yo falte, alguien tendrá que pagar mis pufos... digo yo.

-Tía, Noah dice que estarán aquí en cinco minutos más o menos.

-¿Sabes quién va a ser "mi acompañante"?

-No, Noah no me dijo nada.

-¿Le preguntaste verdad? -le dije mirándola con aire de regañina.

-Puede ser que se me olvidase... -respondió ella.

-¡Tu madre! ¡Yo a ti te mato!- dije buscando algo que poder tirarle a la cabeza y que no me fuera a doler mucho en caso de que se rompiese.

-¡Lo siento! Se me olvidó completamente. Además, si es amigo de Noah, puedo darte fe de que es igual de majo o más que él. Si no lo es, nos vamos cuando quieras, ¿te parece? -habló levantando las manos en señal de paz cuando me vio mirar fijamente a un cepillo del pelo.

-Que sepas que has dado tu palabra, ¡eh!

-¡Sí! Por cierto, ¿tienes todo? Ya llegaron -me dijo cogiendo el bolso y las llaves.

-Sipi, ¿nos vamos entonces?

-¡Por supuesto!

Tras cerrar la puerta con llave y asegurarnos de llevar todo, o de hacerlo en el orden inverso, eso ya a gusto del consumidor, bajamos hasta el portal donde un chico sonriente esperaba con una rosa roja en la mano.

¿Cliché? Sin duda. Pero ya se había ganado a Claudette por esa noche, y tampoco podía culparla.

-Hola, soy Noah. Encantado -me dijo dándome dos besos.

-Igualmente -le respondí sonriendo.- Disculpa que sea tan directa, pero dado que aún estoy en la puerta de casa y puedo elegir el grado de incomodidad de mi noche, ¿dónde está tu amigo?

-Por aquí detrás parece -dijo una voz saludándome.

Y yo, como por costumbre desde que tengo uso de razón, fui propensa al desencajamiento de mandíbula. ¿Que narices hace Jack aquí?

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top