Capítulo III

Efectivamente.

Queridos y queridas, esa voz que se oye a lo lejos y que de disimulada tiene lo mismo que Kim Kardashian entre un grupo de adolescentes con las hormonas revolucionadas, es mi queridísima amiga Claudette.

- ¡Minini! -grité corriendo a abrazarla a su vez, protagonizando el típico reencuentro entre amigas.

¿Qué?

¿Porqué esas caras?

Ni que estuviésemos locas...

Llevo tres meses sin verla y hoy por fin puedo abrazar a la petarda que hace más alegres mis días. Creo que la felicidad está más que justificada.

- Layla, sabes de sobra que odio ese apodo -me reprendió cuando dejamos de estrujarnos hasta el alma.

- Tan bien como tú sabes que detesto yo el mío, Claudette querida. ¿Eso implica que va a cambiar algo? Sospecho que no -le dije riendo.

- Tú siendo tan tú como siempre. Ya casi me había olvidado de lo bien que me sentaba tu extraño sentido del humor.

-¡Aw, qué mona! Yo casi me había olvidado de lo rosa que resultas en la vida real.

- ¡Casi! -respondimos al unísono riéndonos.

Estas conversaciones con tanto sentido eran lo más normal entre nosotras pero, al acabar el curso, ella se fue de vacaciones a casa de sus padres en su Francia natal y a mí me dejó abandonada de la vida. Grandes amigas tengo yo, sí.

Por cierto, espero que el "Francia" anterior lo hayáis leído con el cutre pero maravilloso acento francés ese que todos conocemos y que tan gracioso queda. Fin del comunicado.

-Por cierto, ¿qué tal las vacaciones?

-Mejor ni preguntes que todavía estoy de buen humor -me respondió- Por cierto, ¿sabes dónde está la canelita?

-¡A sus órdenes jefa! -le dije- No, no la vi todavía. Pero supongo que no tardará mucho en llegar, sólo queda media hora para las presentaciones y Canela es muy raro que llegue tarde.

Tras esta breve conversación, muy normal a pesar de lo que pueda parecer, nos dirigimos hacia las facultades para nuestros respectivos primeros días de clase.

Summerhill, como ciudad universitaria que era, estaba dividida en dos zonas: la ciudad, donde teníamos todo tipo de establecimientos para desconectar, y el campus, donde nos formábamos para tener un futuro profesional medianamente decente, como diría mi madre. Además, por estar en la Costa Oeste, contábamos con Bai Dai*, una playa que no tenía nada que envidiarle a Malibú o a Santa Mónica y a la que nos encantaba escaparnos de vez en cuando a ver el atardecer.

El campus era conocido como uno de los pulmones de la Costa Oeste ya que contaba con numerosos jardines y monumentos a personalidades distinguidas rodeados por las facultades, creando una especie de círculo donde se aglomeraba toda la vida universitaria.

Por allí se decía que los arquitectos encargados de diseñar la plaza pensaron en esa disposición para fomentar la relación entre los estudiantes de diferentes carreras. Había zonas a las que una no llegaba por aquello de que, cinco kilómetros en tu media hora de descanso no es lo que más te apetece hacer, pero no cabía duda de que la idea tenía sentido y había funcionado. Nosotras éramos la viva prueba de aquello, con algunos matices.

Claudette, "Minini", estudiaba Relaciones Públicas; Xulia, "Canela", estudiaba Derecho y yo estudiaba Magisterio; las tres facultades estaban relativamente cerca y las tres acabamos siendo mejores amigas.

Aunque no fue así como nos conocimos. De hecho, la universidad tuvo entre todo y casi nada que ver en ello.

A Claudette la conocí el día que fui a la inmobiliaria a mirar piso. Estuve allí mirando durante una buena media hora todas las opciones que había y, al final, escogí un piso bastante económico que, además, quedaba cerca del campus. El piso perfecto vaya.

¿El problema? Sí. Ya os dije que toda buena historia tenía sus problemas y esta vez fue que a ella le había gustado el mismo.

Por aquel entonces, y lo digo como si hiciera décadas de aquel encuentro, era solo una tímida chica francesa de pelo castaño que se acababa de mudar, nada que ver con la pelirrosa atrevida que es ahora, y entre pitos y flautas acabamos decidiendo vivir juntas. Al fin y al cabo, el piso estaba genial, ella parecía maja y en el peor de los casos, sólo sería un año.

"Solo será un año" me dije la primera vez que dormimos en aquel piso. Un año que ya va camino de convertirse en tercero y que, a este paso, durará hasta que acabemos el máster. Pero bueno, eso ya os lo cuento después, junto con como conocí a la Canelita porque ya son las diez menos diez y es momento de empezar a entrar al auditorio.

Por cierto, qué raro que aún no haya llegado, ¿no?

*La playa de Bai Dai es una playa originaria de la isla de Phu Quoc, en Vietnam.

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