3.

Jesús

Sonrío de lado mientras espero una respuesta de parte de Cindy. No hay duda de que la he sorprendido, y ahora mismo me está mirando con una expresión que no logro entender.
Todo el comedor nos mira atentos, y no sé si es por ella o por mi, aunque prefiero pensar que es la segunda opción.

–Parece que tu sistema auditivo funciona perfectamente.–dice tranquilamente mientras se cruza de brazos.

Entreabro la boca sorprendido por su atrevimiento. Nunca, jamás, una chica se había dirijo a mí de esa manera. Supongo que debería habérmelo esperado después de la incómoda conversación que hemos mantenido esta mañana, pero de todos modos aún me sorprende.

–No soy gilipollas.–digo a regañadientes.

–Siento desilusionarte.–murmura girándose hacia su amiga y señalando una de las mesas que están libres mientras sonríe con picardía.

Antes de que me de cuenta, se ha ido a por la cena dejándome con la palabra en la boca, y a mí nunca me dejan con la palabra en la boca. Decido seguirla bastante enfadado y me siento justo delante de ella, haciendo que me mire con una ceja alzada.

–¿Y ahora qué?–resopla aburrida.

–¿Te crees que puedes irte y dejarme así delante de todos?–gruño comenzando a enfadarme.

–Claro, lo acabo de hacer.–contesta obvia enseñándome una orgullosa y preciosa sonrisa.

–Eres...eres...–digo buscando las palabras exactas, pero no sé qué decir. Esta chica me confunde.

–Soy todo lo que tú quieras cariño, pero ahora déjame cenar.–sonríe falsamente  y después de mirarla con odio, me levanto de la mesa y camino hacia la zona de las bandejas para coger una y cenar en paz.

–Te juro que soy muy fan de esta chica.–dice Dani en un susurro y lo miro serio, por lo que él aparta la mirada y se va a por su comida.

Una vez ambos estamos sentados en la mesa con Derek y Jorge, un silencio inunda el ambiente. Nadie me dice nada, y sé que si lo hacen estallaré y lo pagaré con ellos y no quiero.

–Contadme todo lo que sepáis de Cindy.–pronuncio seguro.

–Mmm...–se queda pensativo Jorge.–Es boxeadora.

–Y también era gimnasta.–añade Derek con una sonrisa burlona que me pone de los nervios.–Fue campeona del mundo en ambos deportes hace unos años.

–¿Qué?–digo intentando no parecer muy sorprendido.

–Empezó con el boxeo con...¿ocho años?–duda mirando a mi amigo, a lo que él asiente.–Bueno, su padre es Robert Miller, más conocido en el ring como El diablo, uno de los boxeadores más famosos.–explica emocionado.–Un día, se llevó a su hija a un combate, y cuando tenía todas las de perder, la morena entró y le pateó el culo al luchador.–dice y entreabro la boca sorprendido.–Todo el mundo se quedo boquiabierto, era solo una niña.

–Una niña que aún no ha perdido ni un solo combate.–le recuerda Derek.–Dicen que es increíble, yo quiero ir a verla luchar algún día.

–Con la gimnasia artística empezó cuando tenía unos doce años como mucho.–prosigue Jorge.–Pero han dicho que se la ha dejado para centrarse en la universidad.–sonríe divertido.–Menos mal que sigue con el boxeo.

–Estaréis de coña.–les digo muy enserio, pero al ver sus caras, algo me dice que no.–Venga, ha sido una historia muy bonita, pero ahora quiero que me digáis la verdad.

–Esa es la verdad.–dicen al unísono demasiado serios.–Que te guste o no es otra cosa.

–Joder.–pronuncia Dani sorprendiéndonos a todos.

–Entonces...–chasqueo la lengua pensativo.–¿Me estáis diciendo que es boxeadora?

–Si.

–Genial.–sonrío de lado.–Enteraros en que gimnasio entrena y me lo decís, me da que la niña perfecta...va a tener un nuevo compañero.

*****

Cindy

No hace ni cinco minutos que ha sonado el despertador y de verdad que no puedo ni sacar un pie de la cama. Lucy está igual que yo, quejándose en susurros de lo mucho que odia madrugar. Extiendo mi brazo para encender la luz y cuando lo hago creo que voy a morir. Doy un quejido y me incorporo al fin mientras me froto los ojos, viendo como mi compañera hace lo mismo.

–Voy al baño.–informa cogiendo su neceser y caminando hacia la puerta. Lo único malo que tiene esta residencia, es que los baños son colectivos.

Me levanto y abro el armario mirando el interior. Saco el conjunto que tiene un papelito con la palabra  Martes escrita, y me lo pongo perezosamente.
Unos vaqueros blancos, una blusa azul marino y las converse también del mismo tono de azul. Es bonito y cómodo, justo lo que una necesita para causar buena impresión.

Me arreglo el pelo frente al espejo con un cepillo eléctrico que te lo alisa a su vez, y una vez lista, agarro mi neceser y salgo de la habitación asegurándome de cerrar bien la puerta. Camino por el largo pasillo en busca de los lavabos y una vez los he encontrado, entro consiguiendo que todas las chicas que están arreglándose se callen de golpe.

–Buenos días.–saludo bastante incomoda.

–Buenos días.–me contestan sin mucho entusiasmo en la voz.

No tardo mucho en lavarme la cara, los dientes, y maquillarme mínimamente. Siempre me gusta ir presentable a cualquier lado. Es una de mis manías.

Vuelvo a mi habitación encontrándome en ella a Lucy ya totalmente preparada, y una vez cogemos las mochilas y todo lo necesario, salimos de la habitación.

–¿Vas andando?–duda cuando estamos en la puerta.

–En moto.–contesto.–¿Quieres que te lleve?

–Mejor no.–se muerde el labio nerviosa.–Prefiero caminar.

–Bueno.–me encojo de hombros sonriéndole.–Nos vemos luego.

–Adiós.–sonríe saliendo de la residencia, mientras que yo me doy la vuelta y camino hacia el parking.

En cuanto diviso mi moto, un escalofrío recorre mi cuerpo.
Jesús Oviedo y sus amigos a los que aún no conozco, están rodeándola, mirándola y seguramente adorándola. Es una de las mejores motos que existen en España, y hay muy pocas como esta.

–Si me permitís.–digo pasando por delante de ellos y sacando las llaves para coger mi casco, que está enganchado con una cadena.

–¿Es tuya?–se sorprende Jesús, dando un paso para atrás.

–Obviamente.–le sonrío falsamente mientras me monto en ella y me pongo correctamente el casco.

No dice nada más, simplemente se limita a darse la vuelta y caminar hacia una fila de motos que seguramente sean de ellos.

Arranco el motor y conduzco lentamente hasta dónde están. Por alguna razón, me hace bastante gracia esta situación. Puede que no hayamos comenzado con buen pie, pero quizá estar cerca de este grupo sea más divertido de lo que imaginaba.

–Hasta luego.–les sonrío orgullosa.

–Si, hasta luego.–sonríe con malicia Jesús. Borro la sonrisa de la cara al instante y le doy más fuerza al motor para salir de ahí cuanto antes. No debería admitirlo, pero hay algo en la sonrisa de Jesús que no me gusta nada, y pensándolo mejor, no quiero comprobar que es.

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