2.

Cindy Miller en multimedia.

Cindy

Tiro de mi maleta por el largo y estrecho pasillo de la residencia donde pasaré mi próximo curso.
Es justo lo que me imaginaba, bonita, moderna y poco habitada, cosa que me gusta. Está a apenas diez minutos andando de la universidad y hay una pequeña plaza de parking para cada residente.

Busco mi habitación con la mirada, y cuando doy con ella, meto la llave rezando para que aún no haya nadie. Y por suerte, así es.
Sonrío de lado al verla tan acogedora y bonita, justo como me imaginaba. Una vez la he observado por completo, camino decidida a una de las camas y dejo la maleta encima.
Tomo asiento y después de suspirar, comienzo a deshacerla y a ordenar mis cosas. No ha pasado ni media hora cuando mi lado de habitación ha quedado perfecto.
Le he puesto a la cama unas sábanas color azul eléctrico y un cubre del mismo color, he dejado todos mis almohadones encima y después de guardar toda mi ropa, he dejado la maleta a lo alto del armario.

Doy varias ojeadas para ver si me falta algo, y cuando compruebo que no, me tumbo intentando descansar.
No llevo ni un día en la universidad y creo que ya le he cogido asco a todo el mundo. No soy muy social, lo admito, pero que tengas a todas tus compañeras mirándote con asco, no ayuda mucho. Por no hablar de los chicos, que a ver si me dejan ya en paz.  Lo único que espero es que mi compañera de habitación sea maja y no me desprecie antes de conocerme.

Decido levantarme y caminar hacia mi escritorio para organizar mi calendario de toda la semana, preparar los libros y organizar mi estuche para que a la hora de tomar apuntes no tenga ningún percance. También elijo mi ropa para cada día de esta primera semana, cosa que antes me parecía ridículo y que ahora me funciona especialmente bien. De alguna manera, necesito mantenerme ocupada hasta que llegue la chica, porque si no, acabaré comiéndome la cabeza como hago siempre.

Sin que me lo espere, la puerta se abre y me giro al instante para descubrir a una chica algo bajita tirando de dos grandes maletas con algo de dificultad. Me acerco a ella rápidamente dispuesta a ayudarla, es mi primera oportunidad para caerle bien a alguien y no quiero desperdiciarla.

–Espera, que te ayudo.–sonrío nerviosa agarrando una y llevándola hacia su lado de la habitación.

–Buah, gracias, no sabes lo difícil que me ha sido traerlas hasta aquí.–da una suave risilla mirándome a la cara por primera vez.–Ala.–abre los ojos como platos dejando al fin su otra maleta.–Eres...

Doy un suave suspiro antes de sonreírle nerviosa. Seguramente sepa quién soy y me odie. Ya estoy acostumbrada.

–Impresionante.–termina la frase y frunzo el ceño.–Eres impresionante.

–¿Qué?–pregunto confundida viendo cómo da un paso hacia mi.

–Que eres impresionante, nena.–me dice consiguiendo que suelte una suave risilla.–¿Pero tú te has visto?

–Eh...¿si?–dudo y ahora es ella la que se ríe.–¿Impresionante en que sentido? Estoy algo pérdida.

–Ya lo veo.–alza las cejas.–Que eres preciosa.–aclara.–Supongo que sería de ti de quién hablaban todos hoy.

–No se.–miro hacia otra parte pensando si quiero saber la respuesta de la siguiente pregunta.–¿Y...que decían?

–Los chicos demasiadas burradas, les vuelves locos a todos.–contesta abriendo una de sus maletas.–Y las chicas...digamos que son unas envidiosas, pero vamos, que es normal.

–¿Normal?–dudo caminando hacia ella.–¿Por qué?

–Te lo repito, ¿tú te has visto?–alza una ceja y me muerdo el labio.

–Bueno, pero...tú también eres muy guapa.–le digo sincera. Es bajita, si, pero tiene un cuerpo precioso. Su pelo es negro azabache, y aunque no es muy largo, a ella le sienta genial. Además, tiene unos ojos enormes, azul cielo, que le hacen una cara realmente preciosa.

–Oh, gracias.–sonríe coqueta.–Pero créeme, ninguna de las que estamos en la universidad se puede comparar contigo.

–Tampoco tenéis porque hacerlo, digo yo.–me encojo de hombros.–No sé, cada uno es como es.

–¿Sabes qué?–deja una prenda en el armario para luego sonreírme.–Me caes bien, me caes muy bien.–dice consiguiendo que brote de mi cuerpo una alegría que desconocía.–Tu y yo vamos a ser muy buenas amigas.

–Estoy de acuerdo.–le digo sin dejar de sonreír.–¿Cómo te llamas?

–Lucy.–contesta.–¿Y tú?

–Cindy.–le digo acercándome a la maleta.–¿Te ayudo?

–Oh, si, por favor.–me pide y asiendo agarrando unos vaqueros.–¿De dónde es tu nombre?

–¿Qué?–dudo.–Ah, mis padres son estadounidenses y aunque yo nací aquí, se empeñaron en ponerme ese nombre.

–A mí me gusta.–sonríe y le devuelvo la sonrisa encantada. Es con la primera chica que mantengo una conversación que no sea para pelearnos.–Bueno, dime, ¿qué tal tu primer día de universidad?

–Si te digo que bien mentiría.–me  sincero.–No sabes el coraje que me da que todas me estén mirando...tan mal.–suspiro.–Incluso han conseguido que me entraran ganas de largarme.

–No les hagas caso, les jode que estés aquí.–dice sincera.–Más que a estudiar, vienen a ligar, y estando tú se les hará difícil.

–Bueno, pues que estén tranquilas porque yo sí que vengo aquí a estudiar.

–Eso dicen la mayoría al principio, nena.–cierra una de las maletas ya vacías para guardarla.–Pero todos saben que en la universidad siempre acabas con pareja.

–Pues yo seré la excepción.–digo con retintín.–Enserio, no quiero marearme la cabeza con ningún chico.

–Pues bien qué haces.–se sienta en la cama una vez ha guardado la última prenda de la otra maleta.–Yo intentaré hacer lo mismo, pero no te prometo nada, hay cada chico por aquí que...–suspira.–Déjalo.

–¿Y qué vas a estudiar?–le pregunto verdaderamente interesada. No quiero seguir hablando del tema chicos. Hace mucho que desconfío de ellos.

–Derecho, mi madre es una abogada increíble y siempre he querido ser como ella.–comenta y sonrío al ver como habla de su madre. Se nota que está orgullosa de ella.–¿Y tú?

–Periodismo, siempre me ha gustado.–explico caminando hacia la cama para coger mi móvil.–Son las diez, ¿vamos a cenar?

–Uy si, que estoy hambrienta.–da un bote de su cama.–¿Sabes si la comida es buena?–duda.–Por qué si no, hay un MacDonad's en la esquina.

–Ni idea.–digo mientras abro la puerta, topándome con la imagen del chico que se me ha acercado esta mañana en la cafetería, saliendo de la habitación de enfrente.
Se me queda mirando sorprendido, y después de mantenernos la mirada durante varios segundos, se da media vuelta y desaparece por el pasillo.

–Un momento...–susurra Lucy.–¿Ese no era Jesús Oviedo?

–¿Así se llama?–le digo mientras cierro la puerta.

–¿No lo conoces?–se sorprende caminando hacia el comedor.

–Solo sé que es popular.–me encojo de hombros.–Y que se me ha acercado en la cafetería para a saber qué.

–¿Ha hablado contigo?–entreabre la boca.

–Si, más bien he hablado yo, pero si.

–Dios.–sonríe de oreja a oreja.–Que suerte tienes.

–¿Suerte?–carcajeo.–Pero si es un idiota.

–Puede, pero es el tío más guapo de la Uni, y puede que de todo Madrid, así que siéntete afortunada. No suele hablar con chicas.–me informa tranquila.–Bueno, no con las que no tiene intención de acostarse.

–Creo que ya le odio.–digo consiguiendo que se ría.–Por muy...atractivo que sea, utiliza a las chicas como juguetes sexuales y eso no debería de hacerlo.

–Ellas se dejan.–dice segura.–Al menos yo me dejaría.

–¡Lucy!–digo intentando no reírme, pero me resulta imposible.–Bueno, de todas maneras, ese tal Jesús es un gilipollas.

–¿Un gilipollas?–oigo una grave voz a mis espaldas.–¿Me estás llamando gilipollas?

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Subo dos capítulos en un mismo día porque es el estreno.

OS AMO

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