𝐸𝑛𝑡𝑟𝑒 𝑙𝑎 𝑒𝑠𝑝𝑎𝑑𝑎 𝑦 𝑙𝑎 𝑝𝑎𝑟𝑒𝑑
"Y no sé por qué
No me importa saber por qué
No dejes que...
Nos coma el diablo, amor
Que se trague tu calor
Que eructe mi dolor."
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Sus ojos me observaban dolidos y su rostro reflejaba disgusto. Negó repetidamente intentando formular una respuesta, pero sólo pudo soltar palabras a medias. Sus cejas se fruncieron y rió sin gracia.
── No lo entiendo, hace unos días estaba todo tan bien. ¿Qué fue lo que cambió? ── Soltó con amargura.
── Esto es imposible. Seguir de esta manera y todas esas absurdas decisiones afectan a más de uno. ── Dije ocultando cualquier rastro de culpa. Hizo un gesto como si al fin lo hubiera captado y asintió. ── Entonces, es cierto. Tú estás detrás de esto.
── Amore mio, escucha... ── Se acercó a pasos inseguros.
── Alice lo vio. Ella tenía razón. ── Negó con la cabeza, relamiendo sus labios.
── Cada día que pasa, pienso en todo lo que nos llevó a encontrarnos y Darcy, esto estaba destinado a pasar. Tu yo estamos echos para estar juntos.
── No es tan sencillo. No puedo simplemente traicionarlos, cuando todo lo que tengo es por ellos. ── Suspiré con remordimiento.
── Tu lealtad hacia los que amas es de admirar, pero no les debes nada. ── Se detuvo a escasos centímetros de mi, bajando su cabeza para verme mejor. ── ¿Acaso lo que tu quieres no vale nada? Edward y la humana se la pasan pavoneándose de un lugar a otro rompiendo las normas, pero a nosotros nos castigan por amar, dime ¿qué te genera eso? ── Sentí un nudo en la garganta al notar sus ojos suplicantes, porque tenía razón.
── No intentes usarlos para darte la razón. ── Rodó los ojos desesperado. ── No se trata sólo de mí... Alec, nadie nos quiere juntos. ── Negué y me encogí de hombros sin saber que hacer. ── Supongo que el "destino" se ha equivocado.
── Es ridículo ¿Y dónde queda lo que nosotros queremos? Estas tan empeñada en lo que es o no "correcto", pero dime ¿acaso ellos se pararán frente a ti y agradecerán tu sacrificio? ── Negó con la cabeza intentando hacerme entrar en razón.
── No puedo ser egoísta. ¿Cómo podría sólo decirles adiós?
── ¡Deja de ponerte excusas! He dejado muy en claro mis sentimientos desde el inicio y estoy muy seguro de que sientes lo mismo. Así que no entiendo porqué te aferras tanto a ellos. ── Levantó las manos con impotencia.
── Porque son lo único que tengo. ── Me sentía tan estúpida y la culpa me carcomía. Abandonar mi corazón y decirle adiós a la persona que se había adueñado de mi felicidad o dejar atrás el único estilo de vida y a las personas que me habían abierto los brazos cuando no tenía a nadie.
Bajé la vista a mis pies sintiéndome terrible. Por un lado, tenía en claro que tenía razón. Su mera presencia me hacía sentir viva, me hacía sentir como si fuera lo más importante que tenía, su cercanía me generaba paz y durante unos momentos olvidaba de dónde proveníamos. Me había enamorado de cada característica suya y aunque no lo conocía en su totalidad, sabía que tenía el resto de mi vida para hacerlo. Durante ese tiempo, me había dado cuenta que su presencia era mi cosa favorita en el mundo y pensarlo se convirtió en un hábito. Lo amaba y deseaba hacérselo saber, pero tenía miedo. Porque abandonar mi clan nunca había cruzado por mi mente, hasta ahora. Todo esto era una fantasía.
── Alec, no quiero que seas sólo un recuerdo, ni tampoco un momento.
── Tienes más de una opción y lo sabes. ── Tomó mis manos envolviéndolas entre las suyas y me miró de manera suplicante. ── Darcy, ven conmigo y prometo que todo esto terminará.
El miedo me consumía sin posibilidad de formular una respuesta. ¡Sí! Era lo único en lo que pensaba. Luego venían a mi mente el rostro de decepción del clan olímpico si aceptara estar bajo el manto de los reyes Volturi. Porque no se trataba sólo de amor, sino de ir en contra de todo aquello en lo que creía.
── Me he entregado a ti desde el momento en el que supe de tu existencia. ── Acercó su rostro al mío juntando nuestras frentes, me permití cerrar los ojos e inhalar su aroma. ── Y sé que tienes miedo, déjame cargar con ello.
── Alec. ── Murmuré.
── Darcy, yo podría darte mucho más. Dame esa oportunidad.
Estaba entre la espada y la pared. Me alejé levemente para mirarlo a los ojos, que apesar de lucir agotados y hambrientos, la devoción nunca los abandonó.
── He esperado por siglos. Puedo seguir haciéndolo hasta tener una respuesta afirmativa de tu parte.
¿Cómo podría hacerle algo así? No lo merecía. Durante mucho tiempo me pregunté lo que era sentirse amada y amar a alguien de vuelta. Ahora lo sabía, pero nadie me dijo que eso pondría muchas cosas en juego.
Poco antes de darle una respuesta, tomó mi mejilla con cuidado y me observó con ternura, sonrió haciéndome imitar su acción. No podía abandonarlo. No quería. Lo quería a él.
Se acercó a mis labios sin titubear y los juntó en un beso cálido, pero tan lleno de dolor. Trataba de convencerme de que el camino correcto y el que quería seguir, era el suyo. Me tomé el tiempo de disfrutarlo y sentirlo. Abracé su cuerpo con mis manos para que no desapareciera y fusionarnos hasta ser uno mismo. Deseé que ese beso durara para siempre.
Era lento permitiéndome guardarlo en mi memoria, para así reproducirlo las veces que sean necesarias. Se detuvo un instante para murmurar:
── ¿Cómo se supone que viva sabiendo que al otro lado del mundo se encuentra la persona que amo?
Ninguno de los dos quería imaginarlo. Titubeé durante unos segundos insegura de mi decisión. Aún estaba a tiempo, pero temía de arrepentirme o tal vez de las consecuencias.
Sus dos manos tomaron nuevamente mi cara, esta vez dejó un pequeño beso sobre la comisura de mis labios cerrados y juntó su frente con la mía como si quisiera conectarse a mi. Rodeé su torso y lo abracé sintiéndome segura con él.
── Prométeme que lo pensarás... y si la próxima vez que nos veamos tu respuesta es negativa, yo prometo que te dejaré en paz y a tu familia.
── Lo prometo.
[...]
Caminé arrastrando los pies sobre la madera. Con el corazón roto y entre mis manos, entré a lo que suponía mi hogar. Tenía unas inmensas ganas de llorar, aunque no podía. Me lo estaba tragando y me hacía muy mal.
Me tapé la cara con una mano en un intento de regular mi expresión, suspiré en medio del recibidor e inhalé y exhalé dando pasos lentos. Aunque cada uno que daba, mi cuerpo advertía que pronto se desmoronaría y se convertiría en polvo.
Lentamente y en medio de ese trance, me dirigí a las escaleras, hasta que unas delicadas pisadas me llamaron la atención.
── ¿Hija? Llegaste, ¿a dónde fuiste? ── Esme traía una franela en sus manos, probablemente estaba limpiando la cocina porque se detuvo frente al marco de esta. Lucía una sonrisa esplendida. Me giré tratando de ocultar mi rostro, pero ella de inmediato lo notó. ── Darcy, ¿qué sucede?
Insegura, me quedé estática sobre mi lugar, dudando en subir y encerrarme en mi habitación, pero sus delgadas manos se posaron sobre las mías. Me observó preocupada y quitó el cabello de mi rostro detectando la tristeza en el. No entendía lo que pasaba.
── Corazón...
── Mami... ── Y en ese momento me derrumbé entre sus brazos. No preguntó porque tenía una mínima idea de lo que sucedía, sólo me abrazó de manera maternal, dejó pequeños besos en mi cabeza y cerró los ojos angustiada.
Sollocé sin soltar lágrimas, pero mi cuerpo estaba tan afligido que ni siquiera lo notó. Sus manos sobaron mi espalda y susurró algunas palabras que no pude distinguir. Únicamente sentía la presencia de una enorme nube gris arriba de mi.
── ¡Oigan!, ¡vengan! Edward tiene algo que anunciar. ── Entró Alice muy emocionada.
── Alice, ahora no. ── Esme se limitó a decir con una voz seria. No vi la expresión de Alice, pero podía imaginarla.
── Dars, ¿qué sucedió? ── Ella y Esme intercambiaron miradas afligidas y asintió, entendiendo que no era un buen momento.
── Regresa a la sala, Alice. Me quedaré aquí. ── Mamá mandó de vuelta a la chica por donde vino, quien sin rechistar aceptó y desapareció por la puerta.
Esme no dijo nada más. Nos quedamos ahí en medio del recibidor con su cálido cuerpo brindándome consuelo. Aunque eso no duraría por siempre.
Percibí varias voces al otro lado de la casa, que aunque no tenía ganas de escuchar lo que tenían por decir, maldecía el oído vampiro que me obligaban a enterarme de todo.
Alice inició con su aguda voz animando a Edward a que comenzara a hablar y ella se sumó Emmett. Ed rió por lo bajo y aceptó.
── Bueno, sucede que... Bella y yo nos cansaremos pronto.
𝗡𝗼𝘁𝗮:
Pueden juzgar a Darcy o a Alec por sus decisiones pero recuerden que ambos son adolescentes, independientemente de su inmortalidad, porque ellos no maduran ni física ni mentalmente. Ambos con crianza totalmente distinta, y ¿quién no hace estupideces cuando se enamora?
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