Capítulo 39
Un tanque de gasolina no era basto cuando se hablaba de buscar un jodido local que les brindara algo digno para establecer un negocio.
Peor aún, el quedarse sin gasolina no era lo grave en todo el asunto, porque eso se solucionó con ir a la gasolinera más cercana.
Pero joder, una llanta ponchada si podía considerarse un complot del universo en contra de los chicos.
En su maldita suerte, Jimin cayó en una coladera destapada y por obra de los astros, una de las ruedas traseras se desinfló paulatinamente, dejando que el rin comenzara a forzarse en contra del asfalto.
Se orillaron a ver qué se había suscitado y tuvieron que apagar el motor porque no era posible seguir avanzando así. NamJoon descargó la llanta de refacción y por mero respeto, no le soltó alguna maldición a su jefe, cuando este le dijo que no traía maleta con herramienta para poder cambiarla.
Ahora estaban tristemente varados en una calle poco concurrida, con solo dos teléfonos de sitios comerciales decentes que apenas y lograron encontrar. SeokJin yacía recargado en el capó y Jimin sentado en la acera, aventando diminutas piedras a la mitad de la avenida.
—¿Ya le marcaste a Tae? —Le cuestionó el ojimiel a su novio.
—Ya, le dije que tomara la llaves de la moto y que viniera, le mandé la ubicación.
El pelinegro no estaba enojado pero si desesperado, llevaban veinte minutos ahí y el día nublado pronosticaba la lluvia en un par de horas o quizá más pronto de lo que se imaginaban.
—¿Vendrá con la maleta? —indagó Park, apenado por su error—. Creí que yo tenía en la cajuela.
—Ya fue, Taehyung tiene la de su antiguo auto, espero no tarde —Le respondió y sacó un cigarrillo de su cajetilla.
—Amor... —gruñó SeokJin, mirándolo desde abajo.
—Solo uno.
SeokJin volteó los ojos y se encogió de hombros, su esfuerzo por quitarle ese vicio seguía sin rendir frutos, ya que el pelinegro gustaba bastante de fumar a pesar de ser contradictorio para su salud a largo plazo.
—¿Te gustó alguno de los dos asombrosos locales que encontramos? —Luego de sacar la primer bocanada de humo, NamJoon interpeló.
Jimin extendió la mano hacia él, pidiendo que le compartiera un poco de tabaco.
—El segundo estaba amplio, lo único que no me agradó fue la ubicación —Se sinceró, poniéndose el filtro entre los labios—. Está muy escondido.
—Concuerdo con eso, está lindo pero dudo que sea lo que necesitas —Aportó SeokJin—, está siendo más complicado de lo que pensé.
—Ya sé, espero podamos encontrar algo cuando los chicos lleguen.
—Tae dijo que él ya tenía unas ocho opciones, hay que llamar y visitarlos —Propuso el de cabello azabache.
El par restante coincidió con la sugestión.
—Hablando de Taehyung... —El ojiceleste bajó su tono de voz—. ¿Está saliendo con Jungkook, no?
La pequeña sonrisa que por instinto, SeokJin hizo, se consideraba una buena respuesta.
—Al parecer, se han vuelto muy unidos —barboteó, animado—. No quiero hablar de más, pero está claro que no hay solo amistad entre ellos.
—Eso no se pone en duda, Jin —NamJoon reiteró—. Si por Taehyung fuera, ya le hubiese puesto casa, carro y hasta servidumbre a Kook.
—Domaron a la bestia.
—Eso es lo increíble.
Porque si lo era.
Porque nunca imaginaron que llegaría el día de ver a Kim Taehyung cediendo a los caprichos de alguien, jamás les cruzó por la mente que se postraría ante un mortal y mucho menos que lo haría por el chico con el que empezó una riña injustificada las semanas iniciales de trabajo.
Lo poco que sabían, era que el castaño parecía no tener casa porque se la pasaba metido en el apartamento de Jungkook, con cosas regadas en los dos hogares, desde ropa hasta objetos de uso personal.
Como amigos, les daba gusto verlo reivindicado y agradecían que tuviera la atención profesional en el ámbito psicológico; era un bien para él y siempre lo apoyarían en cualquier cosa ligada a su evolución positiva como ser humano.
La apertura de un nuevo ciclo.
—Tampoco es que lo tenga agarrado de la pelotas —NamJoon defendió.
—No como tal, pero si considera su punto de vista —añadió SeokJin, con una sonrisa apenas visible—. Yo lo predije.
—¿Ahora eres adivino?
—Claro que no, pero era obvio Jimin. Jungkook es en todos los aspectos, el tipo de chico que le gusta a Taehyung —aseguró, subiendo y bajando los hombros.
—¿Y tú como sabes? —refutó el pelinegro—. Es decir, nunca le conocimos ningún novio...
En eso, SeokJin estaba de acuerdo.
No obstante, contaba con una teoría válida que ellos no habían considerado, así que para dar mejor su discurso explicativo, se puso de pie y enfatizó sus siguientes palabras con ademanes.
—Lo sé, pero véanlo de este lado —dio comienzo a su breve exposición—: Tae estaba acostumbrado a que cuando algún nuevo llegaba al bar, lo hacía renunciar en menos de un mes, y el hecho de que repentinamente llegara un chico que lidió con sus malos tratos, le puso un alto a su actitud caprichosa y le respondió sin temor, sumándole lo atractivo y los buenos sentimientos... —concluyó, haciendo un gesto que reflejó la obviedad de los hechos—. No soy un experto, pero le encantó que no fuera uno de los tantos que huyeron de su forma tan complicada de ser.
El dúo de muchachos que oyó el razonamiento convincente, se miró con ambas cejas levantadas. Jimin cruzó los brazos e inclinó la cabeza a un lado, comprendiendo lo dicho, mientras que NamJoon se acercaba a él para abrazarlo por detrás, rodeando los brazos en su cintura y dejando reposar la barbilla en su hombro.
—Me fascina que seas tan inteligente —Le susurró en el oído y depositó un angelical besito en el hueco de su cuello.
El sonrojo en SeokJin fue definitivamente notorio y hasta el rubio se burló del color tan intenso en sus mejillas.
—Creo que necesito un novio —comentó, tras ver la acción cariñosa de la pareja—. ¿No tienen algún amigo o familiar guapo, millonario y empresario? Que me mantenga, de ser posible.
NamJoon se echó a reír, acariciando con las puntas de sus dedos el abdomen de su chico tapado por la camiseta.
—¿Qué hay de tu meta de ser independiente, tener tu negocio por siempre e invertir en proyectos más grandes para ser un joven con mucho dinero?
Jimin lo pensó unos segundos mientras miraba las nubes en el cielo, intentando encontrar figuras en ellas.
—Estoy cambiando de opinión, ya no quiero ser adulto.
—Nadie quiere serlo.
Continuaron hablando de varias historias divertidas y de interés comunal cerca de media hora más. Apostaron que Taehyung se había desviado de la ruta, porque no se hallaban muy lejos de su casa y estaba demorando más de lo normal en llegar ahí.
El pelinegro apostó veinte dólares a que solo se le había hecho tarde, SeokJin aumentó a treinta y se fue por la opción de hacerlos esperar por molestar. En cambio, Jimin aseguró que era algo relacionado con Jungkook, así que se dejó ir con cuarenta.
La larga espera finalizó quince minutos extra después, todavía les dio oportunidad de ir a comprar unas botanas y seguir pasando el rato. El ruido característico de la motocicleta se intensificó al verla doblar la esquina.
Taehyung conducía, Jungkook venía sujetándose por atrás con una mano y en la otra traía cargando una bolsa de papel con el logotipo impreso de un establecimiento vendedor de hamburguesas. Aparcó enfrente del automóvil dañado y bajaron con cuidado, Jungkook traía la melena revuelta por el aire y su compañero se retiró unas gafas para el sol que usó en el trayecto.
—Han pasado ochenta y cuatro años —respingó el rubio, al verlos caminar a la par—. ¿Por qué se tardaron tanto?
—Kook tenía hambre —moduló y el nombrado alzó la bolsa con vergüenza.
—Lo siento, pero mis tripas hacían ruidos muy raros.
Como era de esperarse, SeokJin y NamJoon perdieron la cantidad pactada de sus billeteras con la resolución; el primero cerró los ojos resignado y el segundo bufó, haciendo un ruido con su boca al quedar insatisfecho.
En cambio, el de ojos claros arrugó la nariz y aplaudió dos veces al conseguir la victoria.
—¿Y las herramientas?
—En el maletero —dijo Taehyung, y a continuación se dirigió al pelinegro—. Por cierto, tienen una infracción.
El anuncio le tomó por sorpresa.
—¿Una infracción? ¿Por qué?
—¿No lo ves? —Se señaló de pies a cabeza—. ¿Qué me falta?
El semblante del chico se deformó debido a la duda.
—¿Un cerebro? —bromeó, al no encontrar ninguna falla.
Taehyung rodó los ojos y le mostró el dedo corazón.
—Estuviste muy cerca —Casi juntó los dedos índice y pulgar al hacer una seña y levantó la comisura derecha—. Debes algunos centavos por la ausencia de casco al circular.
Joder. De eso iba.
—¿¡Se les ocurrió venir sin puto casco!? —Bien, le costó trabajo creerlo—. ¿Sabes lo peligroso que es?
—No los encontré, no me culpes.
—¡Los dejé en tu sofá!
Jungkook dio unos cuantos pasos hacia ellos, a bajo perfil y escondiendo sus alimentos al pasar sus manos detrás de la espalda.
—No estaban ahí —Aparentemente, trató de hacer memoria—. No los vi.
—Ahí los puse, también estaba el de Jin —puntualizó.
—Pues no, no los vimos, ¿cierto Jungkook?
Con un asentimiento, el otro lo respaldó.
—No, quizá los pusieron en un lugar diferente... —musitó, relamiéndose la boca—. Yo tampoco los encontré.
Taehyung solo pudo sonreír con autosuficiencia.
Sí, estaban mintiendo.
Porque la única verdad era que habían olvidado llevar los cascos y se acordaron después de que un policía de tránsito los detuvo a medio camino.
Aprovecharon esa parada, y como el menor tenía hambre, entraron a Carl's Jr. Y aliviaron la necesidad de alimentarse, de todas formas, ya tenían la multa impuesta y eso no les quitaría las ganas de una buena hamburguesa.
—Como sea, tienes que pagarla porque si no, te puedes meter en problemas —masculló y le guiñó el ojo—. Voy por la maleta, les cambiaré la llanta.
—¿Pagarla? ¡La infracción es tuya, Taehyung! —chilló, contrariado.
Desde su sitio, SeokJin se burló en silencio de la dramática escena. Él no iba a decir nada, ya sabía que se trataba de una mentirilla piadosa de Taehyung, y que aparte si pagaría su multa, no le dejaría la responsabilidad a alguien que no tenía la culpa de nada.
Solo le apasionaba joder.
Acompañados de risas distraídas, comentarios cómplices y bromas burdas, el reemplazo de la llanta se realizó sin perder el tiempo; Jungkook suministró la herramienta necesaria y Jimin ayudó a apretar los pernos cuando acabó de hacer el cambio.
NamJoon se dedicó a comer las papas fritas que trajeron consigo, revisaron la lista de números y direcciones que aprovecharían para visitar ahora que estaban los cinco reunidos. La motocicleta la iban a dejar estacionada y después volverían por ella, no arriesgarían su vida al transitar sin la protección requerida.
Con la seguridad establecida, después de obtener el boleto del parqueadero, Taehyung se subió al asiento del piloto, Jungkook a su lado y los tres chicos se repartieron en el espacio trasero, dejando al pelinegro como sardina al medio.
Pusieron las direcciones en el mapa virtual del celular y la voz en la bocina con las flechas en la pantalla, redireccionaron el trayecto que tomaron para ir a los distintos locales que Manhattan les ofrecía.
Los primeros dos que examinaron, tenían similitudes en tanto a los metros cuadrados utilizables y a la ubicación céntrica, pero el detalle en estos era que la renta se salía asquerosamente del capital con el que contaban. Los precios se iban a lo irracional y abanicaron con la mano al joven líder cuando los dueños le dijeron la cantidad elevada.
Los descartaron.
Siguieron su camino hacia tres opciones que estaban contiguas pero que diferían en cuanto a precio, estética y tamaño.
A cada uno, le faltaba algo; si uno tenía buen costo y contaba con un tamaño apto, desgraciadamente se veía repugnante y mal cuidado. Si el siguiente lucía bien por fuera y por dentro, y era asequible, el espacio ofrecido se volvía un problema porque en una área tan reducida no cabrían ni cuarenta clientes. Y por último, el que ofertaba una extensión decente junto a una grata apariencia, lo arruinaba el pago inhumano que mensualmente se debía dar.
Difícilmente, habría uno con las particularidades esenciales.
Otros dos estaban muy alejados de las zonas concurridas, no eran viables en cuanto a localización. Los rechazaron a pesar de estar en un rango costeable y no tener mal aspecto, a Jimin no le convencieron y tampoco a Jungkook, quién solo hizo un comentario acerca de que la gente ni siquiera pensaría que habría un buen bar en esos lares.
—Estoy cansado, me voy a despedir de mi club —suspiró.
—Aún nos queda uno —Taehyung miró a su amigo por el retrovisor—. Y de no ser el establecimiento perfecto, en cuanto llegue a mi casa seguiré buscando.
—Tienes que trabajar, no puedes seguir desperdiciando tus días —Jimin miró por la ventana de su auto—. Por cierto, ¿no deberías estar ahí?
—Cambié mi día de descanso. Además creo que ya voy a pedir mi renuncia, no me gusta que el supervisor tenga un crush conmigo —dedujo, vacilante.
La vocecilla de Jungkook pausó su cantar al compás de la música en el radio y volteó para observarle. El rubio se reservó sus comentarios al percibir el giro en la atmósfera.
—¿Qué?
—¿De qué?
—¿Cómo que vas a renunciar? ¿Le gustas a tu supervisor?
—Ah, eso —Alargó la primer vocal y alzó la ceja—. Olvide contarte, ¿no?
—Eso creo —Le acusó, con la frente fruncida—. ¿Me dirás?
Taehyung silbó.
—El supervisor de la tienda me ha invitado a salir en más de tres ocasiones, me deja notas en el locker y el otro día me regaló una rosa que obviamente no acepté —resumió, apretando el claxon cuando un auto se cambió de carril sin encender las intermitentes—. Mierda, ¡deberían quitarle la licencia!
Sin entender todavía el enredo, Jungkook murmuró algo que nadie escuchó y entre dientes.
—A mi no me platicaste todo eso —retomó conmocionado, regresando su vista al frente—. ¿Por qué no me dijiste?
—Lo olvidé.
—Lo olvidaste... ¿En serio? —Atónito, citó la oración—. Por lo que cuentas no creo que haya sido problema de un solo día.
Para variar, Taehyung no conocía el tacto al hablar.
—De todas formas no me interesa, ni a ti, ¿cuál es el caos?
Con la respuesta obtenida, el ojiverde mudó por completo sus facciones amables y las que se apoderaron de su rostro, resaltaron en la molestia.
—¿No puedes compartir conmigo ese tipo de cosas? —gruñó, incrédulo—. Se le llama comunicación, a ti no te gustaría que yo no te contara algo así.
Taehyung no contestó y siguió manejando.
Y la bruma incómoda dentro del auto, aumentó.
—¿Cuánto lleva eso? —El rizado titubeó, insistente.
—No lo calendarizo —contestó mordaz y giró el volante para dar vuelta en un retorno que le marcaba la ruta—. Dos semanas, quizá.
La mente de Jungkook fue veloz, recapitulando uno a uno los catorce días previos y lo que hicieron cuando estuvieron juntos. Juraba que en ninguno le mencionó su posible renuncia a la empresa proveedora de helados y mucho menos la causa de esa decisión.
—Pudiste comentarlo... —Pasó los brazos por encima de su pecho y los cruzó sobre el cinturón al suspirar.
En la parte posterior del vehículo, tres pares de ojos con distintos matices, se veían sin saber que hacer o decir. Al menos NamJoon planeó salirse por la ventana, no era lindo presenciar una discusión en pareja.
Bueno, lo que sea que fueran Taehyung y Jungkook.
—No te vas a enojar por eso, ¿o sí? Es una tontería, le negué las salidas y la flor no la recibí porque ni siquiera me gustan —Se limitó a protestar—. No seas exagerado.
La mandíbula del rizado se apretó.
—Vale, da igual —Frustrado, le subió un poco el volumen a la música.
—Vamos, ¿de verdad?
—Ya, Kim —farfulló, rotando hacia su ventana—. No hay lío.
—Kook...
—Basta.
Por el amor al cielo.
No podían estar peleando por aquella tontería, ¿verdad?
Taehyung lo encontraba ilógico, solo no le había informado del bobo e innecesario enamoramiento que su encargado tenía con él, al cual no le hacía caso y mucho menos le importaba llamar su atención porque no le era relevante.
Sin embargo, en el otro extremo estaba el pensar de Jungkook, dónde creía que ese tipo de cosas no podían minimizarse, ya que podían ser las raíces de malos entendidos a futuro si se malinterpretaban las verdaderas circunstancias.
Estaban adaptándose, no tenían un manual que les llevara por el camino correcto, que les guiara los comportamientos en una unión afectiva que se salía del límite amistoso.
Era algo complicado para los dos y a veces se les olvidaba que les correspondía mantener un equilibrio.
Al ojiazul no le gustaba rendir cuentas, no hacía nada malo, pero sus pensamientos quedaron bloqueados al imaginarse que cualquier extraño intentara cortejar a Jungkook y este no se lo dijera. Siendo honesto consigo mismo, él también se molestaría y quién sabe... así como era de impulsivo, seguramente reclamaría antes de escuchar.
Y en su postura, el menor meditó que quizá si estaba pidiendo demasiado y actuando fuera de lugar por una eventualidad que no originaba un problema en su presente.
Al mismo tiempo suspiraron y se quedaron callados lo poco que faltaba para llegar al octavo espacio rentable.
Olvidándose por completo de los tres jóvenes que venían sentados atrás, fingiendo no haber presenciado la controversia.
[...]
—Me gusta —declaró Jimin—. Es amplio, me agrada la ubicación y creo que podría funcionar en tanto a la distribución de espacios.
SeokJin también dio su visto bueno y consintió la premisa.
—A mi también —dijo y apuntó hacia el fondo—. Ahí podría ir la barra.
—Con las mesas de este lado... —NamJoon extendió las manos y señaló un área al costado.
—La pista en todo lo demás —completó el rubio y sonrió con ilusión—. Y no es tan caro, es lo que necesito.
Su minuciosa inspección por el interior del último local, les hizo reconocer una buena oportunidad gracias a que cumplía con todas las expectativas plasmadas en una lista imaginaria.
Les dieron el acceso para revisarlo por dentro, el frente hacia la calle lucía presentable y cargaba con mucho potencial para mejorar con los adornos que solían ponerle al club.
Había un cuarto destinado a los baños y dos oficinas con su propio sanitario, un vestidor de hombres y uno de mujeres, con unos cuantos lockers oxidados que necesitarían cambiar por los que ya tenían.
El estado de ánimo en Jimin subió dos rayitas hacia la felicidad, cuando menos él si podía celebrar una mejora en su día.
Contrario a Taehyung, quién estaba en un rincón, mordiéndose las uñas mientras vigilaba atentamente los movimientos de Jungkook; él se desplazaba de una esquina a otra, palpando los muros cubiertos de pintura blanca y evaluaba el estado actual de los acabados.
No se hablaban aún y eso estaba alterando la quietud del mayor.
—¿Entonces pedirás mayores informes? —La interrogante fue arrojada por NamJoon.
Todos miraron a Jimin, él simplemente asintió con el destello en sus orbes azules como el mismo cielo.
—¿Quién se supone que es el dueño de aquí?
—El de seguridad dijo que no tardaría en venir —contestó el rizado, incluyéndose en la conversación—: Este local lo encontré yo... dudaba un poco porque en las fotos se veía más pequeño y pensé que por eso era el costo tan accesible.
Taehyung se mordió la parte interna de la mejilla para no opinar.
No pudo festejar el hallazgo de su... joder, de Jungkook.
—¡Pero es perfecto! —vitoreó, alzando los brazos y dando un salto—. Tengo la mente llena de posibles cambios para transformarlo.
—Jimin... —volvió a intervenir el menor—. ¿Puedo dar mi punto?
—Claro, ¿qué piensas?
Jungkook pestañeó y tragó saliva, sacando del bolsillo de sus jeans una hojita de papel doblada y arrugada. La extendió con calma, acercándose hacia su jefe y se la mostró.
—Es un... son... —carraspeó, sintiendo acalorado el rostro—. Bocetos.
Jimin selló la vista en los trazos a lápiz que había esparcidos en la hoja: eran cuatro perspectivas del recinto, dos interiores, una exterior y la restante era de lo que podía llegar a ser su oficina.
Tenían un nivel de detalle asombroso, Jungkook se había hecho cargo de combinar el estilo rústico de Club Bengala con algo más moderno, incluso había propuesto una enorme barra secundaria al centro, que serviría para que ellos pudieran bailar y caminar entre la multitud de gente.
La contrabarra la plasmó alta, imaginándose colocar ahí las botellas más costosas, ya que casi nunca pedían bebidas con ellas y servirían de exhibición. La zona de servicio la dibujó similar a la anterior, cambiando el diseño de los bancos y dejando intacta la barra principal.
La oficina de Jimin la proyectó un tanto ejecutiva, bastante profesional y añadió unas cuantas cosillas que creyó le hacían falta. El encargado de un bar así de conocido, no podía tener un simple cuarto con un escritorio y tres sillas, necesitaba un sitio apto a su autoridad.
—No es la gran cosa, me basé un poco en las fotos que vi de este sitio en internet y quise darle otro toque...
Entonces, SeokJin se aproximó para ver también lo que estaba dibujado en el papel y NamJoon hizo lo mismo, creciendo su sonrisa cuando visualizó la posible remodelación.
—Es increíble Kook... —susurró Jimin.
—Hice el intento, tal vez podría funcionar.
—Lo veo y no lo creo —El ojimiel exclamó—. Tienes mucho talento.
—Mucho es poco —halagó el pelinegro—. Me fascinó la forma de la barra central.
—¡A mi igual!
Jungkook resguardó su sonrisa al encajar los dientes en su labio inferior.
—Solo son ideas.
—Ideas buenas, ¡ya le vi futuro a esto!
—¿Crees que podamos llevarlo a cabo? —SeokJin estaba en exceso emocionado—. Podemos trabajar tiempo extra para generar y ambientarlo así.
—Las subastas nos ayudan, ¿qué más podemos implementar? —El índice de NamJoon golpeteó su propia barbilla.
Los chicos comenzaron a compartir sus propuestas, unas más alocadas que otras y se carcajeaban entre ellos al oír las que eran rebuscadas.
Unas imposibles, otras muy simples.
Ahí, Taehyung fue acortando la distancia al arrastrar sus pasos hasta que llegó a estar muy cerca de Jimin, y reparó los trazos que creaban imágenes delineadas con precisión.
Enfrentó la necesidad de felicitar a Jungkook, no eran simples perspectivas, esos garabatos representaban el mañana de un bar que cayó en la ruina.
Se acercó a él, lo tomó de la muñeca y tiró suavemente para que lo siguiera; el otro no se opuso y se dejó llevar, separándose unos metros de los demás chicos y se mentalizó para lo que sea que fuese a ocurrir.
Detuvieron sus zancadas cerca de la puerta principal, quedando cara a cara y al rizado le acogió un escalofrío al ver la expresión contraída de Taehyung.
—¿En qué momento las hiciste? —consultó, imperturbable.
Jungkook se refregó la nariz y después peinó sus tirabuzones hacia atrás.
—Cuando buscabas los demás en tu laptop —relató, balanceándose en sus puntas y talones—. Me gustó el espacio en fotografía y pensé que podía servir si se decidía por este.
Irremediablemente, Taehyung quiso comérselo a besos.
—Son buenísimas.
—...Gracias.
Hubo un silencio breve, antes de que Taehyung suspirara y diera un paso al frente para acariciarle la mejilla con suavidad.
Mimoso, bastante amoroso para su propio gusto.
—Perdóname —murmuró.
El pulso del menor se intensificó y le miró con afán.
—¿Eh?
—Por no contarte. Perdón.
—No... Tú discúlpame a mí —resolvió, y su iniciativa lo llevó a enredar las manos en su cuello—. Entiendo que no lo hiciste con mala intención.
—Aún así, yo no quiero que después tengamos malos entendidos por cosas que si se pueden malinterpretar y que aparte sea mi culpa —Lo sujetó de la cadera con su palma suelta—: Voy a considerar eso.
—Lo siento, pero no me gusta pensar en alguien tratando de... de acercarse a ti y que yo ni siquiera esté enterado.
—Me pongo en tus zapatos y a mi tampoco me gustaría —confesó—. Tú eres mío.
—Sí...
Por fin, se sonrieron.
Cualquier molestia y los rastros de la anterior discusión se desvanecieron con el beso prolongado que compartieron al sentirse bien con el resultado de su módica conversación.
Hablar para aclarar, era su nuevo lema y lo pondrían en práctica más seguido.
—Esto es... —Fue Jungkook el que rompió la magia, al susurrar sobre los labios delgados que tanto adoraba—. Nuevo, para ambos.
El mayor luchó por no arrugar el entrecejo.
—¿A qué te refieres con eso?
—Ehm, ¿a lo que tenemos? —Sin darse cuenta, hizo la pregunta para los dos—. No lo estoy catalogando, pero sabemos que hay algo real aquí.
—Lo hay —Taehyung no evitó sonreír de lado.
—Eso creo.
Bajaron los párpados, guardando silencio, con las frentes juntas y sus narices rozando.
—Jungkook, yo t-...
El sonido de la entrada siendo abierta fue lo que detuvo a Taehyung continuar hablando, como de costumbre, jodidamente común que los interrumpieran en los momentos menos oportunos.
Se apartaron y giraron al ver a un extraño ingresar; se trataba de un individuo alto, de cabello café oscuro y corto, facciones definidas, apuesto, varonil, con porte y distinción.
Vestía un pantalón negro y una camisa blanca doblada hasta los codos, un par de zapatos que combinaban con su atuendo y el primer botón del cuello desabrochado.
Taehyung miró de reojo a Jungkook, solo para asegurarse de que no estuviera babeando, porque los otros tres estaban embelesados con el recién llegado... y el que más lo dio a notar fue Jimin, pues estaba a punto de derramar la saliva contenida en su boca.
—Santa mierda —susurró, guardando la compostura.
El muchacho caminó tranquilamente, deteniéndose adelante de Jimin con una cautivadora sonrisa.
—Hola, ¿ustedes son los que quieren alquilar este local?
—Si, somos nosotros —Se apresuró a decir.
—Excelente —Se dirigió al rubio que le respondió—. Mi nombre es Min Yoongi.
El implicado se quedó sin aliento al escuchar el nombre del muchacho alto y bien parecido. Tuvo que aclarar su garganta antes de poder saludar como era debido.
—Yo soy Park Jimin, tengo veinte años y estoy soltero, mucho gusto.
No, no había estado de más aquel dato al final de su presentación. Era importante aclarar su estado civil ante semejante hombre, ¿acaso era modelo? ¡Tenía todo para serlo!
El desconocido botó una risa con la grata información y se saludaron con un apretón de manos que derritió al ojiceleste; de puro milagro no se desmayó.
Sin ser indiscreto con la acción, NamJoon codeó a su novio y se observaron con diversión de soslayo.
Obviamente, notaron esa conexión.
—Encantado —Hizo un gesto en cortesía—. ¿Te interesa rentar aquí?
—Sí, vimos el anuncio en una página y a eso hemos venido —dijo, analizando el rostro contrario con admiración.
Era guapísimo.
No, eso era poco. Era un dios.
—Genial, ¿para qué tipo de negocio te gustaría?
—Un bar, en sí —comentó, condescendiente—. Ya conozco el proceso y los trámites para los permisos de venta legal en cuanto a bebidas alcohólicas, solo necesito un espacio como este.
Yoongi enarcó la ceja y se maravilló con el conocimiento del que fue testigo al escucharlo expresarse tan natural.
—Fascinante —musitó, en un tono cercano a la coquetería—. ¿Qué edad tienes?
—¿Ya te lo había dicho, no? ¡Como sea! Tengo veintiuno, dije veinte pero es la costumbre, después de un año de repetir el mismo número, se me olvida que ya soy un año más viejo... ¿y tú? —explayó de forma atropellada y se tomó la atribución de cuestionar ante el semblante jovial del contrario.
—Veinticuatro —masculló, y se sobó el mentón sin sacarle la vista del rostro—. Eres muy joven.
—Lo soy —Batió sus pestañas y le sonrió vivaz—: Pero nunca demasiado joven.
El de ojos gatunos pilló la insinuación, el doble sentido que llevaba escondido.
—Se nota —espetó, plantado en su sitio e inspiró para mitigar la tensión rara que se propagó—. Así que... ¿te interesa hablar de negocios?
—¿Contigo? —Frunció el ceño.
—¿Con quién más? —Se colocó una mano en la cintura—. Yo soy el dueño de aquí.
La mandíbula se le desencajó a Jimin.
—¿Tú? —Se ruborizó, apenado por haber sido así de descarado—. Creí que eras el hijo de propietario...
—Tú lo dijiste —No obstante, Yoongi hizo la misma expresión que él, volviendo su charla más íntima—: Nunca demasiado joven.
Les apeteció hacer contacto visual de nuevo y las comisuras de los dos se estiraron hacia arriba, recobrando la confianza.
—Hablemos de negocios —Jimin tarareó, y alargó el brazo para mostrarle el camino que ni siquiera conocía—. Después de ti.
Yoongi se mordió solo la orilla del labio y rio sutil, desfilando rumbo a una de las oficinas y le pidió amablemente que lo acompañara. El otro obedeció, notando un huracán fuera de lo normal en la boca de su estómago.
Le urgía desparasitarse.
Se perdieron al entrar por la puerta que cerraron a sus espaldas y Jungkook exhaló al quedar únicamente los cuatro en la extensión de lo que probablemente sería el próximo club.
—¿Vieron lo mismo que yo?
Taehyung igual soltó el aire retenido.
—Esa fue la mayor tensión sexual que he presenciado —Se burló, provocando la risa tendida de NamJoon.
—Eso es porque nunca notaron la de ustedes.
El ojiverde dejó de sonreír y se puso la mano en el pecho.
—Nosotros no-...
—Sí, ustedes sí —SeokJin no le permitió terminar—: Estaban en otro nivel.
—Mentiroso —rechistó el castaño y miró al menor, falsamente ofendido—. ¿Los escuchas? Nos están difamando.
—Lo hacen, sí —resopló, rodando los ojos—. Están locos.
—Digan lo que quieran, putos conejos —articuló el pelinegro y abrazó por los hombros a su novio.
—¿Conejos? —Taehyung entrecerró los ojos y bufó—. Ustedes follan más que nosotros.
SeokJin aflojó su postura y no se inmutó.
—¿Nosotros? Si acaso lo hacemos una vez a la semana —contradijo.
—¿!Una¡? ¿De verdad? ¿Cómo sobreviven? —Jungkook terminó boquiabierto y genuinamente preocupado.
Y se expuso, sin querer.
—Llegamos cansados del trabajo —Optó por comentar NamJoon—: Solo queremos dormir.
—¿Ves? —Entonces, Taehyung encaró a Jungkook—: Y tú quejándote por tus cuatro veces a la semana.
—¡No me quejo! —justificó, viendo sus uñas mal pintadas. Debía retocarlas—. Ahora lo agradezco.
La risa hilarante detonó en conjunto y se molestaron un poco más con bromas de esa misma índole.
Pero el sonido que notificaba un mensaje entrante al celular del rizado, le obligó a desistir en su carcajada y revisó el texto que su progenitora le envió, porque vio su nombre y le causó intriga la última línea escrita que aparecía en su pantalla:
<De: Mamá♡>.
"Mi amor, ¿cómo estás? 😊😘
Solo para pedirte que revises
tu cuenta de banco.
Necesito que verifiques si
te llego mi depósito 👍🏻"
Se desorientó y tuvo que releer los mensajes unas cinco veces.
¿Depósito? ¿De qué rayos hablaba?
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top